VII

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— Ey bastardo, ya es hora de levantarse — dijo el rubio, después de mirar su reloj.

Eran exactamente las 2 de la tarde, se la habían pasado durmiendo todo el día y era algo que esperarse después del revolcón que se dieron anoche. Estaban sudados y asquerosos, pero es habían quedado tan cansados que ya ni se bañaron y así terminaron durmiendo. Que asco, pensó, para después intentar levantarse.

Al removerse sintió que algo no estaba bien, y el omega a su lado lo termino de confirmar soltando un pequeño y bajo quejido entre sueños... 

Ah cierto. Su miembro seguía dentro del omega.

— ¡Ey mitad-mitad despierta ya!

— Kats déjame dormir, estoy cansado.

— Debemos levantarnos ya, los idiotas están por llegar con Katsu.

— Hmm — Se estiró cual gato, pero volvió a encogerse al sentir el miembro de su esposo aun en su interior — K-kats ¿Qué hace eso ahí? ¿No lo sacaste anoche?

— Te dije que se sentía bien — se movió logrando hacer que el bicolor soltara un pequeño gemido.

— A-alfa

— Shhh — se acercó más a la espalda del bicolor – una última vez, para estar seguros de darle un hermano o hermana a Katsu, ¿no te parece buena idea?

— C-con todas las veces que te corriste y anudaste dentro ayer incluso me preocupa quedar embarazado de trillizos.

El alfa río burlón, — solo una vez más para confirmar — dicho esto se colocó sobre el omega para dar lentas embestidas mientras dejaba salir sus feromonas — tks, se siente tan caliente y suave...

— Alfa — se aferró a él cruzando sus piernas por detrás de su cadera, jadeando de placer —, se siente bien.

Las embestidas comenzaron a tomar más intensidad a medida que sus feromonas se iban intensificando, asfixiándose en un beso demandante del cual no se hubieran separado si no fuera por la falta de oxígeno en sus pulmones. Siguieron así hasta correrse, con la respiración agitada, se miraron conectando aquellas orbes rubís con las orbes bicolor una última vez antes de por fin levantarse a dar un baño, vestirse y arreglar todo el desorden de la habitación.  Entre risas de parte del rubio por la manera en la que se movía el bicolor al caminar, mientras este le reprochaba haberse sobrepasado y le aventaba una que otra almohada que se encontraba a su paso. Al terminar de ordenar todo se aventaron a la cama para iniciar una guerra de almohadas de la cual salió victorioso el bicolor al lograr tirar de la cama al rubio, brincando y riendo festejaba su victoria mientras el cenizo se limitaba a verlo tan feliz, de vez en cuando se dejaría derrotar con tal de verlo así de contento, pero claro está que nunca se lo diría.

Se levantó de donde estaba tirado para aventarse hacia el bicolor, tomándolo desprevenido, haciéndolo caer para ahora comenzar una guerra de cosquillas, el rojiblanco solo podía intentar alejarlo tirando de los cabellos rubios con la poca fuerza que le quedaba mientras el rubio seguía haciéndole cosquillas en su estómago hasta que este empezó a rugir, probablemente pidiendo alimento, quedaron en silencio hasta que otro rugido se escuchó en la habitación solo que esta vez de parte del estómago del rubio, se miraron con los rostros sonrojados para después soltarse a carcajadas, si, a ambos se les había olvidado que no habían comido en todo el bendito día por estar cogiendo, limpiando y jugando.

— Ya no puedo seguir riendo más — el omega dijo, apenas conteniéndose la risa.

— Bien, bastardo, es hora de que comamos — tomó al bicolor para cargarlo como un costal de papas sin dificultad alguna, provocando que su esposo soltara un chillido sorprendido.

Mi lindo esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora