Se preguntaba si la obediencia había sido la elección correcta. Cuando lo pensaba haciendo uso de la lógica, prefería creer que sí. Gojou Satoru no era solo su maestro, sino que era la autoridad -como poco si se omitía el gran detalle acerca de él-, y como todo hechicero había de saber, dicha autoridad era absoluta.
Los códigos de la hechicería estaban por y para algo. En un mundo plagado de maldiciones, solo el orden y la disciplina podían encauzar el camino de los exterminadores del nuevo mundo.
Tenía tanto sentido que sus cuestiones parecían absurdas. La hechicería era una jerarquía de poder y -en menor medida- de talento. De modo que no resultaba especialmente extraordinario que un hechicero de alto cargo como lo era el profesor tomara decisiones de ese calibre sin siquiera pestañear.
Y se lo repetía mil veces, «Tiene toda la lógica del mundo». No obstante, aunque fuera de esa manera, seguía existiendo una pregunta sin respuesta. Hanae seguía con una duda, y es que no podía evitar preguntarse dónde quedaba «lo correcto».
Acatar la orden directa de Gojou era lo más lógico. Era, sin duda alguna, la mejor alternativa que tenía en esa situación. Sin embargo, Hanae no podía decir que era la decisión correcta.
Querer creer que lo había hecho bien sin ser capaz de decirse a sí misma que había sido lo correcto no tenía sentido alguno. No era la decisión correcta. ¿La razón? El resultado. Todo dependía de ello. Si dentro de veinte minutos Gojou regresaba con todos los alumnos -incluidos los de la escuela de Kyoto- podría considerarse una buena elección. En cambio, si por cualquier circunstancia ajena a su conocimiento, alguno de los estudiantes sufría alguna lesión -o peor; la muerte- no cabía discusión, eso era una maldita equivocación.
La hechicera apretó los labios temblorosos con un ardor en el estómago. «¿Por qué hay tanta sangre?» advirtió. «¿Por qué... no se mueve?»
Con frecuencia los hechiceros hacían de jueces encargados de valorar sus propios actos. Jueces del bien y del mal, del arrepentimiento y de la obstinación. Jueces que pueden cometer errores.
Los hechiceros cometían más errores que nadie, sin importar su categoría o destreza. Claro que Hanae estaba demasiado afectada por la sucesión de los acontecimientos como para haberse dado cuenta a tiempo. De haberlo hecho y, a pesar de no poder anticipar en qué medida estaban en peligro, habría optado por la segunda opción.
Ignorar a Gojou Satoru, ¿no es así? Porque si cualquier hechicero puede equivocarse; él también. Ya fuera el mejor, el más habilidoso; el elegido. Ya tuviera buena vista y buen juicio. Los juicios no son absolutos. ¿Por qué la autoridad basada en ellos sí que lo era? ¿Por qué el dinero valía más que una vida? O quizá... ¿Por qué buscaba un refugio en la vanidad ajena?
«Lo correcto»
¿Era eso lo que buscaba? Conocer si haberse quedado de brazos cruzados había sido lo mejor en esa situación o si debería haber actuado por cuenta propia.
«La cobardía»
¿De verdad hubiera abandonado la sala para ir a ayudar? Sabiendo que su técnica maldita era una bomba de relojería cuyo detonante era ella misma. Sabiendo que su presencia allí no sería únicamente una molestia, sino un riesgo.
Si lo pensaba de esa forma, tal vez el juicio de su profesor no estaba errado. De hecho, cabía la posibilidad de que fuera su carácter autodestructivo el causante de que siempre quedara apartada de todo tipo misiones, ya fueran de rescate o de protección.
Hanae no era una salvadora, todo lo contrario; era una mercenaria. Su técnica maldita era un método eficaz de exterminar maldiciones en poco tiempo. Útil para la hechicería, pero prescindible en cualquiera otro caso.
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Mint in the rain ➤ Toge Inumaki
FanfictionInumaki Toge y Tsukino Hanae son dos jóvenes hechiceros con un estigma en común: sus poderes suponen un peligro para todo aquel que le rodea. Su profesor, Satoru Gojou les asigna una misión conjunta que puede acabar de forma explosiva. Estos aprendi...