𝐍𝐮𝐞𝐯𝐞 - 𝐂𝐚𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨

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«¿He hecho algo malo?» se preguntó la joven, presa del silencio. Toge no hablaba mucho, casi nunca. Pero es que tampoco le hacía gestos. Y francamente, por mucho que Hanae estuviera acostumbrada al silencio de Inumaki, aquel era un artefacto de la incomodidad.

Por desgracia, el profesor se personó en la mismísima habitación de repente. Bostezaba sin pudor, como si quisiera hacer alarde de su somnolencia. Toge empezó a sudar y las manos de Hanae se clavaron en el colchón. Gojou Satoru había aparecido en la habitación de la chica. Realmente había sido una aparición, pues ninguno de los dos había sido capaz de escuchar los pasos del profesor. No le habían oído cruzar la puerta, que sin duda estaba cerrada.

Toge no podía hablar, era trabajo de Hanae decir algo. ¿Pero el qué? La señorita estaba en camisón, ligeramente arropada por las sábanas de la cama, y él sentado junto a ella. A oscuras, ella susurrando y él haciendo gestos. ¿Cómo diablos les había descubierto? Hanae se mordió el labio inferior. ¡Eso no era lo importante! Debía inventarse alguna excusa, una que sirviera para justificar que Toge se hubiera colado en su habitación por la noche... Y debía tener sentido. Porque Gojou era un mentecato de primera, pero solamente cuando quería. En ese momento, algo le decía a Hanae que el profesor quería explicaciones lógicas, sin rodeos ni titubeos.

Así que Hanae pensó. A la velocidad de la luz, claro. El profesor ya no bostezaba y parecía rascarse la cabeza con irritación. Pensó y pensó, mas no había manera. ¡Maldición! ¡Era imposible! Las normas eran implacables. Nada de paseos nocturnos por la escuela. Nada de escapadas nocturnas por la escuela. También, nada de visitas nocturnas a los compañeros o profesores. Quedaba terminantemente prohibido visitar a escondidas a otro estudiante por la noche.

¡Ojalá fuera de día!

—¿Qué te trae por aquí, Inumaki-kun? Me interesa muchísimo —Sonrió ampliamente—, sobretodo cuando una enorme lista de consignas establecen que no se puede visitar a otro estudiante por la noche.

—¡Le he pedido que venga! ¡Es culpa mía!

Gojou se levantó la venda para perforar a Hanae con la mirada.

—Tú no eres tan tonta. —Escupió el hechicero—. Además, teniendo en cuenta lo injuriado que se encontraba Inumaki-kun, jamás le habrías pedido algo así. Estabas conmocionada, ¿cómo ibas a poner en riesgo su salud?

—Tal vez sea una inconsciente como usted.

—¡Anda, has recuperado tu sentido del humor!

Gojou se echó a reír. Al poco tiempo, carraspeó su garganta y siseó. «No queremos despertar al director» les dijo, con el dedo índice sobre los labios.

"Volveré a mi habitación" dijo él, por medio de la lengua de signos. Hanae asintió con la cabeza, mirando al profesor de reojo. Intercambiaron una mirada fugaz antes de de Inumaki pusiera los pies en el suelo de madera.

—Eso es. Lo primero es volver a tu habitación. Ojalá pudiera dejarlo pasar, pero la normativa es clara. Debes tener un castigo disciplinario.

—¿Qué dice? —reprochó Hanae—. Sabe perfectamente que aún está herido. Es verdad que no debería haber venido, no voy a defender eso. Lo que no pienso  dejar pasar yo es que le castigue por mi culpa. Profesor... Usted sabe muy bien porqué Inumaki ha venido a verme.

El hechicero más poderoso de todos guardó silencio, como si le hubiera comido la lengua un gato. Era bastante arrogante de su parte creer que él era capaz de ver a través de los demás, y que nadie era capaz de hacerlo a través de él. Parecía que Hanae podía, ligeramente, hacerse a la idea de lo que pasaba por la mente del profesor.

—Pues vaya suerte, Hanae-chan. A ti no se te puede engañar.

La joven se levantó de la cama con diligencia. Sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, desde las plantas heladas de sus pies en contacto con el suelo, hasta la cabeza.

Mint in the rain ➤ Toge InumakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora