La tumba que tan sagradamente te había correspondido por miles de años ahora yacía destrozada. Los constructores iban de un lado a otro, destruyendo lo que parecía ser el cementerio abandonado de una antigua civilización sin prestarle importancia alguna. El ruido de las excavadoras era infernal, y los pedazos de roca de las otras lápidas habían sido amontonados en una esquina.
Todo por lo que Venti alguna vez luchó estaba siendo tratado como algo sin valor, y a pesar de estar presenciándolo en primera fila, no podía hacer nada para detenerlo. La furia corría por sus venas, palideciendo su piel y consiguiendo que sus uñas hicieran sangrar las palmas de sus manos por haberlas cerrado con demasiada fuerza.
Las lágrimas de impotencia comenzaban a formarse en sus ojos, ahora sin brillo apenas, y su expresión era desoladora. Había estado cuidando de esa tumba como si su vida dependiera de ello, y ahora ese trabajo había sido en vano. Por lo menos, tú no estabas ahí para ver cómo estaban masacrando los últimos vestigios de su amada Mondstadt. No sabía qué dolía más: pensar en tu posible reacción dolida ante esa visión o el simple hecho de que ya no te encontrabas a tu lado.
A veces, juraba sentir que tu mano agarraba la suya. Era una sensación agridulce, porque cuando aquello sucedía, de vez en cuando rememoraba tu risa suave cada vez que trataba de relajarse tocando la lira. Eso solo podía terminar de dos maneras: o con él rompiendo en llanto, consolado únicamente por la propia calidez de sus lágrimas, o yendo a emborracharse en la casa de Zhongli, quien se compadecía de él y le dejaba pasar la noche en su casa.
Ahora mismo, contaba con la presencia del Patrono de los Contratos a su lado. Estando en su día libre, pues la Funeraria había cerrado temporalmente debido a unas reformas que el hombre había decidido llevar a cabo, quiso acompañar a Venti durante su paseo matutino. Siempre era bueno controlar el estado anímico del antiguo arconte Anemo. Le conocía lo suficientemente bien como para saber que podría derrumbarse en cualquier momento.
La faceta alegre y algo molesta de Venti se había desvanecido casi en su totalidad. Muchas veces, Zhongli se encontraba añorando al jovial arconte que tantos dolores de cabeza le había causado hacía siglos, y le dolía bastante verle tan apagado y roto, pero no podía hacer mucho para consolarlo.
Si había alguna forma de regresarle la felicidad que tanto anhelaba recuperar, era que tú volvieras a la vida. En otras palabras, jamás volvería a sonreír de la misma manera que antaño.
Con un gesto paternal, Zhongli colocó su mano sobre el hombro del otro arconte, notando que sus hombros estaban temblando debido a la furia. Parecía estar controlándose todo lo posible para no desatar los vestigios de poder anemo que continuaba teniendo hasta el día de hoy.
Si eso sucedía, estarían en muy grave problema. Después de tantos años, los mortales habían terminado sobreviviendo por cuenta propia sin necesidad de que divinidades velaran por ellos. Eso concluyó con el retiro de la mayoría de los arcontes, que ascendieron a Celestia para tomarse el respiro que tanto merecían. Los únicos que quedaban en la faz de la Tierra eran los dos arcontes originales, aquellos que todavía eran incapaces de despedirse de Teyvat.
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Reincarnation [Venti x lector/a]
FanfictionBarbatos siempre supo que este momento llegaría. Ya había perdido a Venti hacía cientos de años, y eso le llevó a asumir su identidad en un intento desesperado por hacerle perdurar eternamente. Pero, cuando te conoció a ti, no pudo evitar encariñar...