—¿De verdad no necesitas nada?
Su voz era reconfortante y suave, justo lo que necesitabas en este momento. A pesar de haber pasado los últimos sesenta años de tu vida escuchándolo, jamás te cansarías de oír a Venti. Ya fuese cantando en una de las canciones que componía exclusivamente para ti o charlando contigo de temas triviales, su tono y su manera de comunicarse contigo era una de las cosas que más adorabas sobre él. Desafortunadamente, el tiempo que te quedaba para disfrutar de esos pequeños detalles se estaba limitando cada vez más, y el propio bardo era consciente de ello.
Una de sus manos apretó la tuya con suavidad, y su pulgar acarició la yema de tus dedos con un cariño envidiable. Podías notar algo de dolor en sus ojos claros, y su sonrisa estaba siendo forzada. A pesar de notar esos detalles en su rostro, decidiste no decir nada. Él estaba en su derecho, después de todo. ¿Por cuántos años llevaba sonriendo incansablemente a tu lado? Ahora, el que alguna vez fue el arconte de Mondstadt, tendría un descanso bien merecido.
—No te preocupes. No necesito nada —aseguraste mientras tu propio dedo hacía un gran esfuerzo para corresponder la caricia del bardo.
Tu voz apenas lograba salir de tus labios temblorosos, y notabas una fuerte opresión en tu pecho. No te quedaba mucho tiempo, pero, por lo menos, te irías de ese mundo en compañía del amor de tu vida, y solo esperabas que él pudiese encontrar la felicidad una vez desaparecieses.
—Todo estará bien —aseguraste unos segundos después, fijando tu mirada en la pared del hogar que compartías con el bardo.
Su lira colgaba de un estante que él mismo había comprado para resguardar su querido instrumento, al igual que su inconfundible sombrero. La cecilia en él llevaba un tiempo marchita, pero los vestigios de su belleza continuaban estando ahí, convirtiendo aquella flor en una reliquia inigualable.
Venti apretó algo más fuerte tu mano, y sentiste algo caliente cayendo sobre ella. Tus ojos se abrieron por la sorpresa, y cuando alzaste tu mirada notaste que el bardo tenía sus ojos cristalizados, con algunas lágrimas cayendo sobre la piel de tu mano. A pesar de eso, su sonrisa continuaba pintando sus labios, que continuaban siendo tan joviales como recordabas. Incluso si habían pasado décadas, él continuaba siendo el juguetón y adorable bardo que habías conocido en tu juventud.
—Lo siento —murmuró él, y su voz ya no sonaba tan segura como antes, quizás debido al nudo que estaba surgiendo en su garganta a medida que te veía en la cama, inmóvil y apenas pudiendo hablar de una manera que tus palabras fuesen entendibles—, pero no puedo creerte.
El bardo te contempló una vez más mientras una risa seca salía de tus labios. Necesitabas beber agua, pero tus brazos comenzaban a fallar hasta el punto en que ni siquiera podías moverlos para tomar una simple botella. Querías comer, ya que tenías bastante hambre, pero tu estómago rechazaba cualquier tipo de alimento que pudieses llegar ingerir.
Habías enfermado hasta el punto en que era casi un milagro que continuaras con vida, pero tu vitalidad se estaba apagando con rapidez, y Venti no podía hacer nada para ayudarte. Ni siquiera Bárbara, que a pesar de su edad avanzada continuaba obrando como una curandera experta, podría salvarte. La vida ya había decidido que debías morir, y lo único que él podía hacer era mirar cómo tus últimos atisbos de vivacidad desaparecían.
¿Realmente estaba preparado para despedirse de ti? Por lo menos, a diferencia del bardo que le había otorgado una identidad tantos años atrás, contigo podría despedirse como era debido, pero el sentimiento que le causaba el simple pensamiento sobre decirte adiós hacía que su estómago se revolcase dolorosamente y que sus manos temblasen por la impotencia de no poder hacer nada por ti.
Así que no, Venti no estaba en lo absoluto preparado para despedirse de ti. Ni siquiera la herida más dolorosa podría compararse a lo que estaba sintiendo ahora mismo. Quería llorar y reír de la frustración, quería tomar su lira y tocar. No tocar solamente para él mismo, sino para ti, para ofrecerte un último tributo antes de que fuese hora de que partieras de este mundo.
—Lo siento. —Venti te miró con tristeza, limpiando sus lágrimas con su mano libre y forzando otra sonrisa. Ésta duró unos simples segundos antes de volverse una fina línea recta—. No quería que me vieras de esta manera.
Tú cerraste tus ojos unos segundos y asentiste con la cabeza. Comprendías los sentimientos de Venti y la forma en que estaba actuando, y querías decirle que no pasaba nada, que podía llorar. No te ibas a enfadar porque el bardo mostrase sus emociones más ocultas, ya fuese su tristeza, su frustración o su enojo. Entonces, una idea surgió en tu exhausta mente:
—¿Podrías tocar la lira?
Tus palabras tomaron bastante desprevenido a Venti, pero no podía negarse. Si esa era tu última petición, él no era quien para no cumplirla. Así que, deshaciendo su agarre de tu mano, se encaminó hacia el estante en donde se encontraba su querida lira.
Unos segundos después, la pequeña habitación se llenó de las notas que el chico de ojos claros tocaba con maestría. Tus labios se levantaron en una sonrisa nostálgica. Aún recordabas la primera vez que el chico frente a ti había tocado esa melodía. Fue en vuestra primera cita, el día en que el arconte anemo tocó por primera vez una canción dedicada a ti.
Tus ojos entrecerrados analizaron el rostro concentrado del bardo. Parecía tener miedo de fallar una nota, porque eso conllevaría a fallarte a ti, a ser incapaz de cumplir una petición de la persona a la que llevaba amando por tantos años. Aún así, a ti no te importaba si se equivocaba en una que otra nota. Lo único que necesitabas era verle frente a ti y escuchar aquella música que, por un momento, logró aliviar el dolor que estabas sintiendo.
—Sigues siendo tan talentoso como de costumbre —halagaste, y una tos seca salió de tu boca, sin saber que esas podrían haber sido tus últimas palabras.
Venti te sonrió débilmente y continuó con la canción, convirtiendo aquella habitación de ambiente lúgubre en un lecho de muerte envidiable. Tu mirada apenas podía enfocar ya al chico al que amabas, y sabías que estabas a punto de cerrar los ojos para toda la eternidad.
Todo a tu alrededor empezó a volverse oscuro, y sentías un pitido doloroso en tus oídos que interrumpieron la música que Venti estaba tocando para ti. Tristemente, ningún recuerdo de tu vida pasó frente a tus ojos como si fuese una película, y tampoco vislumbraste ningún túnel en cuyo final se encontrase la luz que te llevaría a tu próxima vida. Solamente podías notar cómo poco a poco tus sentidos se iban desvaneciendo y cómo las notas de la lira de Venti parecían estar despidiéndose de ti.
Entonces, cuando los dedos de Venti tocaron la última nota y la melodía cesó, tus labios se curvaron en una sonrisa débil, tus ojos se cerraron y tu corazón dio su último latido.
—Gracias por todo, Venti.
Esas fueron tus últimas palabras antes de que todo a tu alrededor se consumiera en una oscuridad angustiosa. Y, con tu último latido, tu vida no fue lo único que desapareció: la sonrisa de Venti también lo hizo.
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Reincarnation [Venti x lector/a]
FanficBarbatos siempre supo que este momento llegaría. Ya había perdido a Venti hacía cientos de años, y eso le llevó a asumir su identidad en un intento desesperado por hacerle perdurar eternamente. Pero, cuando te conoció a ti, no pudo evitar encariñar...