NAUSEAS

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El auto de carreras rojo, después de haber dado dos vueltas completas a la pista, frenó en la línea de llegada. De él, bajó un hombre de aproximadamente 30 años de cabello castaño con su uniforme y casco a juego con el coche, le dio una palmada al cofre y caminó unos cuantos metros para llegar al área de reparaciones. Dentro se pueden encontrar un número considerable de personas atareadas cargando llantas, aceite para motor y yendo de un lado para otro del taller. Zemo hacía un movimiento con la cabeza a manera de saludo cada vez que alguien le sonreía o le daba los buenos días; caminó hasta un pequeño cubículo en el que se encontraba un hombre de aparentemente 40 años, calvo y con lentes:

-Buen día, Mark ... ¿No ha llegado James? - le preguntó- dijo que vendría hoy.

-Buen día, Helmut- respondió levantado su mirada de los formularios que al parecer le estaban ocasionando problemas- no. Ni siquiera ha llamado- y al ver la mueca que se formaba en sus labios, agregó- pero no te alarmes, protector, no es la primera vez que dice que vendrá y no pone ni un pie aquí por un mes.

-Precisamente es eso lo que me inquieta- Zemo dejó el casco sobre una mesita perfectamente limpia con una pila de libros en la esquina y sacó su celular- ya lo ha hecho antes, y sé que lo que sucede.

-Parece que tienes una deuda con él ... tanta búsqueda de salvación para alguien que vive solo para desear morirse ... Barnes necesita ayuda, pero no se puede ayudar a alguien que te odia por hacerlo.

Zemo asintió levemente mientras buscaba el número de su amigo en el celular y pensaba en las palabras de Mark cuando este salió de la oficina maldiciendo entre dientes algo sobre un número de registro y cerró la puerta tras de él, ¿James lo odiaba? No, no era posible eso, el rencor y frustración que James llevaba dentro, eran producto de sus demonios que amenazaban por asesinar cada parte buena de él; James había estado ahí en la oscuridad de Zemo y, por su puesto, estaba en deuda por ello, pero constantemente se preguntaba qué tanto podrían soportar, tanto James como él, este juego del escondite antes de que alguien saliera muerto.

La llamada se pasó a la contestadora y Zemo esperó que terminara la cuenta regresiva para poder dejarle un mensaje: "hola, James, pensé que estarías en la pista. Llámame para saber que estás bien, por favor".

Volvió a guardar el celular en la bolsa del pantalón de lona gruesa con reflejantes, tomó su casco y dio una rápida mirada a los títulos de los libros de la mesita ... nada interesante, Mark no tenía un gusto muy selecto por la lectura, o al menos, eso le parecía. Finalmente cerró la puerta y se dirigió a su coche para ir a desayunar.

Ya en dirección a su casa, la idea de la ausencia de James no lo dejaba en paz. Sabía que debía dejarlo solo de vez en cuando, que no era un pequeño niño tonto, y que, además, lo más probable era que no hubiera querido levantarse temprano, quizás llegara en la tarde, eran a penas las 7 de la mañana, no debía alarmarse, pero las imágenes de las últimas ausencias le provocaban nauseas y, además, un mal presentimiento no lo dejaba.  

Con más hambre que antes, pues su hora de comer ya había pasado hace veinte minutos, cambió de destino.

LímiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora