CAPITULO 09| QUIDDITCH!

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Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío.

 Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado.

 Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor.

Había empezado la temporada de quidditch. Aquel sábado, Shirley y Harry jugarían su primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin. Si Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las casas.

Casi nadie había visto jugar a Shirley porque Wood había decidido que, como sería su arma secreta, Shirley debía mantenerse... pues eso, en secreto. Pero la noticia de que iba a jugar como buscador se había filtrado, y Shirley no sabía qué era peor: que le dijeran que lo haría muy bien o que sería un desastre.

Era realmente una suerte que Shirley tuviera a Hermione como amiga. No sabía cómo habría terminado todos los deberes sin su ayuda, con todo el entrenamiento de quidditch que Wood le exigía. La niña también le había prestado Quidditch a través de los tiempos, que resultó ser un libro muy interesante.

Shirley se enteró de que había setecientas formas de cometer una falta y de que todas se habían producido durante un partido de la Copa del Mundo de 1473; que los buscadores eran habitualmente los jugadores más pequeños y veloces, y que los accidentes más graves les sucedían a ellos; que, aunque la gente no moría jugando al quidditch, se sabía de árbitros que habían desaparecido, para reaparecer meses después en el desierto del Sáhara.

Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería a quebrantar las reglas desde que Shirley, Harry y Ron la salvaron del monstruo, y era mucho más agradable. El día anterior al primer partido de Shirley y Harry los cuatro estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y la muchacha había hecho aparecer un brillante fuego azul que podían llevar con ellos en un frasco de mermelada. Estaban de espaldas al fuego para calentarse cuando Snape cruzó el patio. De inmediato, Shirley se dio cuenta de que cojeaba. Los cuatro chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no estaban seguros de que aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros culpables hizo detener a Snape. Se dio la vuelta arrastrando la pierna. No había visto el fuego, pero parecía buscar una razón para regañarlos.

—¿Qué tienes ahí, Mikaelson?

Era el libro sobre quidditch. Shirley se lo enseñó.

—Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio —dijo Snape—. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.

—Seguro que se ha inventado esa regla —murmuró Harry con furia mientras Snape se alejaba cojeando—. Me pregunto qué le pasa en la pierna.

—No lo sé, pero espero que le duela mucho —dijo Ron con amargura.

En la sala común de Gryffindor había mucho ruido aquella noche. Shirley, Harry, Ron y Hermione estaban sentados juntos, cerca de la ventana. Shirley estaba leyendo un libro mientras que Hermione estaba repasando los deberes de Harry y Ron sobre Encantamientos. Aunque nunca les dejaba copiar («¿cómo vais a aprender, si no?»), si le pedían que revisara los trabajos les explicaba las respuestas correctas.

Shirley se sentía inquieta. Quería recuperar su libro sobre quidditch para mantener la mente ocupada y no estar nerviosa por el partido del día siguiente. ¿Por qué iba a temer a Snape? Se puso de pie y les dijo a Harry, Ron y a Hermione que le preguntaría a Snape si podía devolverle el libro.

Sueños Rotos | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora