9: Sin descanso

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Al día siguiente debían regresar al trabajo pero les asustaba un poco regresar a la vieja casa, pero era su hogar, además el sitio había sido a pasible, solo aquel día se había tornado así de violento, Ichigo aún le molestaba la garganta, esto no era excusa para faltar al trabajo, con resignación volvieron a la vieja casa, había un desastre que arreglar.

- Yo me encargo más tarde de volver a poner los vidrios en la casa... - dijo con poco ánimo el caballero

- No te esfuerces demasiado cariño... - le pidió la chica

- No te preocupes, no es tan malo como se ve, solo ten mucho cuidado mientras estoy ausente... - comentó el pelirrojo

- Lo haré cariño... - aceptó la dama mientras miraba a su esposo retirarse

Desde aquel día los pequeños insidentes empeoraron poco a poco, muchos pensarían erróneamente que aquello era un ente oscuro, incluso algo más que un fantasma, pero lo que hace la ignorancia es crear ideas absurdas en la mente, lo primero que notaron los esposos fue que esa figura difusa que veían por rabillo del ojo dejó de ser sólo una ilusión esquiva, el niño o su silueta era visible a casi cualquier hora del día, siempre cerca del marco de las puertas o las esquinas de los pasillos, era fácil de ver la pequeña figura jugando entre las sombras que generaba la luz natural, su voz era sencillo de distinguir, ya no era un susurro ocasional, constantemente se escuchaba entre el eco de las viejas paredes, para Orihime se volvió algo común oír que le decía "Mami, marmita...", mientras que los días de descanso en los que Ichigo se quedaba en casa le era nostálgico escuchar ese leve lamento "Papito, papi...", la caja de música aparecía en diferentes lugares, la hora ya no era un factor podía ser de día, tarde o madrugada, pero aparecía principalmente en el taller.

Una madrugada luego de semanas con estas constantes, el matrimonio dejó de intentar hacer algo contra el fantasma, simplemente se acostumbró a su presencia, comenzó a volverse algo preocupante, pasando de la media noche, se encendieron las cuatro máquinas de cocer, el ruido estridente de las agujas golpeando sin cesar los despertó, Kurosaki fue a revisar, quizás una falla eléctrica lo había causado, las apagó, pero apenas dio la vuelta, volvieron a encenderse, solo hasta que las desconectó de la energía eléctrica, dejaron se hacer esto, al amanecer las sillas estaban de cabeza sobre la mesa en una posición poco natural por no decir imposible a causa de la ley de gravedad.

Esto se repitió un par de veces por semana, pero no fue lo único, extraños rumores sobre un fantasma se esparció entre los vecinos, lo que causó que más de un charlatán se presentará para intentar ayudar al joven matrimonio, pero el pequeño niño era un monstruo cuando de lucha se trataba, no hubo uno solo de estos espiritistas que pasará de la puerta, logrando el efecto contrario, el menor se convirtió en esa criatura felina, ya no volvía a su forma infantil, sus tiernos llamados se transformaron en horripilantes gruñidos, profundos gemidos, la luz natural dejó de entrar, volviendo la brillante casa en un lugar lúgubre, el ambiente estaba gélido constantemente, los dos muchachos vivían cubiertos con abrigos y suéteres, día a día fue empeorando.

Ahora las prendas, rollos de tela, cierres, botones, también eran víctimas, la ropa amanecía doblada sobre el comedor de la casa, en ocasiones en la sala sobre el sillón, incluso sobre el mostrador de la tienda, las viejas tijeras que se supone que estaban en el sótano repentinamente aparecieron en el taller, aunque no lo hicieron solo superficialmente, los telares eran cortados violentamente por estás piezas de metal, en ella podías encontrar enredados trozos de los tejidos.

Aquellos días estresaban cada vez más a la joven pareja, además cada que venía uno de esos "expertos" paranormales ellos se sentían más y más enfermos, sumado a esto más de uno de estos espiritistas intentó cobrarles por su "servicio", cuando lo único que conseguían era empeorar la situación, dejaron de recibir visitas, lo que aisló casi por completo al dúo; desesperado por la situación una noche luego de su larga jornada de trabajo, Ichigo llegó a acostarse con su esposa, pero ella no se sentía muy bien para estar con él, el hombre molesto por la negativa, sujeto a la pelirroja por los hombros, tiró de su camisón, desnudando parte de los brazos y los senos de ella.

- ¡Basta!, ¡por favor te lo ruego!, ¡basta!, ¡me duele mucho el cuerpo! - exclamó asustada la dama

- ¿¡Ni siquiera puedo hacer el amor con mi esposa!?, ¡teniendo que soportar esta situación!, ¿¡no te das cuenta que esto no es vida!? - dijo enojado el marido

Entonces fue volviéndose más violento el pelirrojo, haciendo sollozar a la chica, abajo de la base de la cama, el colchón comenzó a moverse con fuerza, no se agitaba simplemente, eran bultos que subían, como un niño que golpea con pies y manos debajo de una sábana, estos movimientos se enfocaron especialmente en Kurosaki, gruñidos podían escucharse mientras éstos golpes lo sacaban de la cama, dejando solo sobre el colchón a la doncella temblando, una sombra oscura se deslizó por el piso, de esta salió la figura, aquella especie de felino se levantó, subió a la cama, los rugidos eran amenazantes.

- ¡No te atrevas a tocarla de esa manera! - exclamó furiosa una voz

No era tan aguda para ser la de un niño, era la de un adolescente nuevamente, los quejidos que venían de un sonido hueco hicieron estremecer a la pareja, cuando Ichigo intentó acercarse la criatura le lanzó un zarpazo, aunque no lo lastimó, tampoco podía evitar el miedo a este ser, resignado el caballero, pasó saliva, camino hacia atrás.

- Será mejor que duerma en el sillón por hoy... - dijo el de ojos avellana antes de dar media vuelta y salir de la habitación

La tétrica figura se fue convirtiendo en la silueta de un niño nuevamente, se puso la sombra de rodillas sobre la cama mirando sin ojos a la asustada pelirroja, un par de frágiles manos sujetaron delicadas el rostro de la chica quien al principio se sintió un poco extraña, la figura se fue haciendo más clara hasta pintar a un pequeño, casi resplandeciente, de brillantes ojos verdes, pálida piel y cabello negro, era un tanto traslúcido, por lo que la doncella supo de inmediato que ese era el fantasma, no era ningún ser vivo, pero lucía tan solemne que dejó de sentir temor.

- ¿Estás bien mamita? - preguntó el eco

Sonrojada por la ternura que le mostró aquella alma asintió con la cabeza la pelirroja, el niño solo sonrió y desapareció, la mujer respiró hondo, se recostó para poder dormir un poco, en la parte inferior el intranquilo hombre se tiró de mala gana en el sillón, incluso con el frío que sentía, era demasiado orgulloso o estaba realmente asustado para subir por una manta, entonces se levantó a sus pies un joven, al menos eso podía distinguir con sus ojos el pelirrojo, quizá de unos 17 años con una estatura de un metro setenta, era una silueta tétrica, oscura, que cuando respiraba sonaba un grave gruñido.

- ¡No te atrevas a lastimarla! - se escuchó en tono amenazante entre las paredes que resonaron

El hombre sólo pasó saliva y afirmó con la cabeza, entonces la sombra desapareció, los dos esposos durmieron tranquilos, separados por primera vez desde que se casaron, a cada uno le sirvió para pensar un poco sobre lo que vivían, en especial a Ichigo, se dio cuenta que estuvo a punto de golpear a Inoue por una frustración estúpida, sin tomar en cuenta como se sentía ella. Al otro día aquella oscuridad que se mantuvo por semanas desapareció, la siempre amable doncella bajo a ver a su marido, estaba algo angustiada por lo ocurrido, nunca pensó que el pequeño ente la ayudará, le puso una manta encima al caballero que dormía, esto lo despertó.

- ¡Inoue! - exclamó el pelirrojo

- ¡Buenos días cariño! - saludo con dulzura y sin rencores la mujer

- Lamento lo que pasó... no debí de actuar de esa manera... - dijo notoriamente arrepentido el de ojos avellana

- No te preocupes, ya tomé un analgésico, ya me siento mejor... - dijo la chica intentando animar a su esposo

- Igual te pido perdón... - recalcó Kurosaki

- Vamos a desayunar... - dijo amena la doncella

En el comedor encontraron la mesa servida para dos personas, manteles, platos, cubiertos, vasos y tazas, no había cosas colocadas de forma extraña, sólo una mesa perfectamente servida, con la caja de música, respiraron hondo, ya no se asustaron, desayunaron en paz, tarareando la melodía que sonaba.

-------------- Capítulo completo --------------

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