Capítulo 4

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Esté fic no es mío, es una adaptación en portugués por whoiza_ y traducido por camrensweet2.

****

Adora's POV.

Al día siguiente, llegué a The Hills alrededor de las 21:00, cuando una música agradable y sensual tocaba no muy alto, proporcionado el ambiente cálido que buscaba siempre que iba allí. Pasé por algunas parejas que aprovechaban la noche, sin el menor pudor, mientras es atragantaban en los rincones, finalmente llegué al bar y pedí mi ya habitual dosis de whisky.

Miré alrededor buscando un rostro conocido, y después de algún tiempo, cuando no pude encontrarlo, me relajé un poco. Catra no debería estar en ese ambiente, porque si lo estuviera, los clientes presentes creerían que estaba libre. Y ella no estaba, porque lo arregle. Muy bien proporcionado.

-Hola, querida.

Me giré y me encontré con Hope, con una sonrisa un poco forzada.

-Hola.

-Catra está en su habitación, si la estás buscando.

-Imagine que estaba allí. – Respondí, dando un último trago a mi bebida y agradeciendo a la chica que bar que vino a retirar el vaso.

-Adora. – Hope agarró levemente mi brazo, mirándome con más significado de lo normal. La sonrisa forzaba no estaba más en su cara.

-¿Puedo darte un consejo?

-¿Sí? – Hablé, un poco sorprendida por la intensidad de su actitud.

-Ten cuidado.

La miré por un tiempo, sin entender muy bien lo que significaba. Como si ella pudiera leer mis pensamientos, completó:

-No lo hagas muy especial.

Todavía no entendía muy bien el motivo de eso, pero aún así sentía la necesidad de defenderme.

-No lo estoy haciendo especial.

-No seas tonta. Es obvio que sí.

-Ella es una buena amiga.

Hope me observó, sin hablar nada. Después de unos segundos, volviendo de lo que parecía un análisis interno sobre mí, ella volvió a hablar, alejándose enseguida.

-Es un consejo, querida.

Me quedé inmóvil, viéndola caminar lejos de mí, mientras volvía a sonreír para algunos clientes que coqueteaban con ella.

Me quedé pensando en qué ocasión mantener una amistad con una de las chicas de The Hills perjudicaría a alguien. No sería mi caso, ya que realmente me gustaba su compañía. No sería el caso de Catra, porque, hasta donde yo sabía, a ella también le gustaba mi compañía, si yo fuera a tomar sus propias palabras como indicación de ello. También no sería el caso de Hope, porque nada de lo que pasaba entre nosotras obstaculizaba sus negocios.

Caminé hacia las escaleras que daban al pasillo de las habitaciones de las chicas mientras intentaba entender el consejo que Hope acababa de darme. No sé cuanto todo le afectaba a ella, pero esperaba que no se alejara lo suficiente para que ella sintiera con el derecho de interferir en la relación que Catra y yo teníamos ahora. Si ella intentaba hacerlo, tendríamos problemas.

Llegué a la puerta de su habitación y golpeé, esperando una respuesta. Una voz sofocada salió de dentro, pidiéndome que entrara, entonces lo hice.
Catra estaba sentada en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera, sosteniendo un libro ahora cerrado que identifiqué como siendo el mismo libro que ella estaba leyendo hace algún tiempo. Vestía unos shorts rojos cómodos y un suéter negro, tan grande que parecía pertenecer a alguien tres veces mayor.

Me miró con una amplia sonrisa y verdadera, tan linda que tuve que retribuirla.

-Hola. – Comencé, cerrando la puerta detrás de mí y caminando hacia ella. – Lamento interrumpir tu lectura.

-Ah, todo bien. Estoy leyendo todo el día, es bueno parar de vez en cuando.

Ella colocó el libro sobre el mueble a su lado, volviendo a mí aún con aquella sonrisa.

No pude parar de mirarla, quedándome en silencio por algún tiempo mientras admiraba la luz que su aparente alegría conseguía emanar.

-¿Estás contenta? – Conseguí decir, saliendo un poco del trance y me senté a su lado en la cama de matrimonio, después de quitarme los zapatos

-Ah, no sabes lo bueno que es no tener que bajar.

Sonreír por saber que ella estaba realmente feliz, y me sentía bien en saber que fue mi acto que había hecho que ella pudiera darme esa sonrisa.

-Caramba, te ves aún más bonita sonriendo. – Dije, mientras abría los primero botones de mi camisa.

-Bueno, tengo motivos para estar contenta. ¿Quieres que te ayude?

Sin esperar mi respuesta, ella me ayudó a abrir más los botones de la camisa, y mi instinto creyó actuar mejor inmediatamente.

-No señorita. Sé bien lo que tus manos y esa carita de inocente son capaces de hacer. – Hablé en tono de broma, mientras alejaba sus manos de mí.

-¡Eh, sólo estoy siendo gentil! – Ella habló, fingiendo estar herida.

-Se gentil sin recostarte en mí, provocadora.

Catra hizo una mueca colocando la lengua entre los dientes y cruzó los brazos en su pecho, aún sonriendo.

-Entonces, ¿Qué quieres hacer conmigo esta noche, guapa?

-Podemos hacer varias cosas. Por ejemplo, estudiar la revolución rusa.

Ella se ríe, una pequeña carcajada, y el sonido ligeramente ronco y tierno hizo que sonriera de nuevo. Tengo que recordar dejarla alegre más veces, porque su alegría era adorable.

-¿Eres algún tipo de historiadora?

-No. Soy directora de una empresa de publicidad.

-Aburrida. – Dijo, sin mucho entusiasmo.

-Es muy aburrido, a decir verdad. Todo lo que hago es seguir las órdenes de mi secretaria. Ella parecía confusa.

-¿Eres la jefa y sigues las órdenes de la secretaria?

-Ella entiende algo mucho mejor que yo. Sólo estoy allí para firmar papeles. Mi nombre tiene peso, ya que soy la hija del dueño de las Empresas de Publicidad Grayskull.

Catra me miraba con los ojos atentos y la boca ligeramente abierta en un "o" casi perfecto, pareciendo un pez fuera del agua. Me contuve para no reírme de su expresión divertida.

-Es por eso que tienes dinero.

-Sí.

-Debe ser bueno ser rico. – Ella habló con un suspiro, desviando la mirada y volviendo hacia adelante. – Ser importante, vivir bien, tener todo lo que quieras...

-¿Parezco tener todo lo que quiero para ti? – Pregunté un poco más seca de lo que quisiera, y el tono de mi voz me hizo que me viera otra vez, un poco sorprendida.

-Un... no.

-Pues sí. Es porque no lo tengo.

-Bueno... ¿Qué te falta?

Ella preguntó, y pude ver en sus ojos que ella realmente estaba interesada en la respuesta.

-No sé. Un soplo de vida, tal vez. – Hablé, riendo bajo sin motivo alguno. Catra continuó mirándome, como si no entendiera.

-Mi vida social es una desgracia. No tengo amigos, no tengo personas cercanas a mí. Eso a veces hace falta. Quisiera a alguien para conversar, alguien que no sea Mara. Aunque ella ya tiene lleno el saco de mis lamentaciones.

-Ah... ¿Quién es Mara?

-Mi secretaria. Y psicóloga en las horas vagas. Le debo mucho. Mucho de la poca de mi sanidad
restante. En realidad, creo que es la única persona del medio en que yo convivo de quien no tengo miedo.

-Parece ser genial.

-Ella es un ángel. – Respondí, dándome cuenta de que tal vez fuera eso mismo lo que Mara era. Un ángel. No era una hipótesis absurda, ya que ella siempre me ayudaba, siempre dándome los consejos más sabios y siempre preocupándose por mi cuando los demás no me daban la mínima importancia. Tal vez ella fuera mi ángel de la guarda, al final de cuentas.

Por mi visión periférica, pude notar que Catra me miraba con curiosidad, aún de brazos cruzados.

-¿Fue ella la que te hizo eso?

-¿Qué?

-Aquellas marcas en tu cuello.

-¿Mara? – No conseguí contenerme y solté una carcajada alta y divertida, lo que pareció incomodarla.

-¿Cuál es la gracia? ¿No responderás?

-No, no fue ella, Mara es sólo mi amiga. Es más mayor.

-¿Mas mayor, tipo cuánto?

-Más mayor unos buenos años. Tipos unos 7.

-Tus ojos brillaron cuando hablaste de ella. – Ella replicó, aún un poco aburrida.

-Cuando digo que le debo mucho, no sabes cuánto.

-Cuando yo tenía 21 años, me estaba preparando para ser directora de una de las filiales de las empresas de mi padre. Tenía dinero, amigos, novia. Todo parecía ir bien en mi vida. Y yo debería haber desconfiado de que todo fuera demasiado bien. Estaba enamorada de Glimmer, muy enamorada. Y no me importaban las cosas que ella me pedía, o a veces parecía no estar feliz conmigo. En realidad, creo que estaba ciega de amor por ella, entonces todo lo que más quería era quedarme a su lado por el resto de mi vida. La mime y la amé de todas las formas posibles.

Le compré coches, joyas, todo a esa mujer. Simplemente confiaba en ella y nunca me pasó por la cabeza que un día pudiera hacer algo que me lastimara. En resumen, yo era una imbécil.

-Me decepcionó. El día en que iba a pedirle matrimonio, descubrí que ella se había ido con mi mejor amigo. Más que eso, descubrí por otras personas que los dos tenían una relación antigua, lo que probablemente duró todo el tiempo en que estuvimos juntas. No necesito decir que me sentía una payada. Cualquiera que fuese un poco más confiado y menos idiota que yo iría detrás de ambos y tal vez cometía una locura por orgullo.

-Pero yo decidí encerrarme dentro de casa e ignorar el mundo. Me alejé de todos lo que conocía, porque si nadie fue capaz de decirme toda la suciedad que ocurría debajo de mi nariz, entonces me sentía en derecho de pensar que fui traicionada por ellos también.

-Perdí a mi mejor amigo, mi futura esposa y las ganas de intentar otra vez tener una oportunidad en alguna relación. En realidad, ni fue difícil convertirme en una persona solitaria. Después de esa pesadilla, empecé a beber demasiado y tratar a los demás como basura.

Obviamente nadie estaba dispuesto a aguantarme en mis crisis existenciales, con una excepción...

-Esa excepción era Mara. Entonces ella se quedó a mi lado durante mucho tiempo, cuidando de mí, me trato bien, y yo ni siquiera merecía eso. Ella me aconsejó tomar juicio, buscó programas de rehabilitación y me obligó a volver al trabajo, porque según ella, yo debería ocupar mi cabeza para olvidar mis problemas. Por eso, hasta hoy, le debo demasiado.

Catra y yo nos quedamos en silencio por unos segundos, mientras ella me miraba de nuevo como un pez fuera del agua. Yo también la miraba, sorprendida al notar la forma seca y sin emoción que escogí para contar aquella historia. Es bueno saber que aquello no despertaba en mí la tristeza y la desesperación, que fui capaz de poder contarle a alguien más allá de Mara y me hacía sentir mucho más ligera.

-Lo siento... - Ella comenzó, cerrando los ojos y sacudiendo la cabeza lentamente. – Déjame ver si entendí: ¿Esa mujer te tuvo a sus pies, tenía una vida entera por delante a tu lado, y ella decidió simplemente irse con un amigo tuyo?

-Mi mejor amigo. Sí.

-Ok. Creo que esa mujer es la más idiota de quien he oído hablar. – Dijo, con los ojos abiertos, pareciendo realmente sorprendida o incrédula.

-Ella no era una idiota, era una puta.

Paré inmediatamente, notando la idiotez que acababa de cometer. Yo estaba al lado de una chica de compañía, y tal vez insultar a una mujer de esa forma no fuera exactamente apropiado.

-Lo siento...

-Está bien. No me ofendió.

No hablé otra vez, lo que nos hizo sumergirnos en un silencio incómodo. Catra miraba atentamente sus manos, mientras pensaba en algo con una expresión seria y un poco triste, e inmediatamente tuve ganas de hacer algo muy ridículo para que pudiera volver a ver aquella sonrisa en su cara otra vez.

-Espero que hayas superado eso. – Ella habló, en una voz débil. – Apuesto a que un día se arrepentirá, mientras que tú vas a estar aprovechando tu felicidad. Ella no te merecía, así que fue mejor que te haya dejado.

-Bueno, no me sentía así en esa época. – Replique, bromeando. – Dolió bastante. Ella se quedó en silencio durante algún rato, pero después lo rompió.

-Todos tenemos nuestros días malos.

-Sí. Todos tenemos los peores días de nuestras vidas. – Concuerdo.

-Sí. Creo que sí. – Ella sonrió, pero una sonrisa triste.

-¿Cuál fue el peor día de tu vida?

-Ya sabes cuál fue. Ya te conté.

No sabía por qué insistía en ese asunto. Tal vez yo era más idiota de lo que creía ser.

-Bueno, mis días no son muy agradables. Ninguno de ellos. Pero recientemente, tuve un día excepcionalmente malo.

-¿Cuál? – La animé a proseguir.

Ella pareció pensar por mucho tiempo si debía hablar o no. Por fin, decidió contarme.

-Algunos días antes de que me vieras en ese estado.

Me congelé, porque incluso con esa poca información, sabía cuál era el día en cuestión.
Recordé su estado frágil, de las heridas por toda la extensión de su cuerpo, y un odio olvidado dentro de mí surgió como fuego, con la expectativa de finalmente saber lo que, o como yo imaginaba, quién lo había hecho.

-¿Qué pasó ese día? – Sentí los músculos de mi cuello contraídos de rabia, y recordé que tenía que controlarme si yo quería oír la historia completa.

-Sólo me pasa una cosa, Adora. Clientes. – Habló sin mirarme, y la rabia que casi explotó en mi boca me hizo ignorar el placer de oír el sonido de mi nombre en su voz.

Dejé que con el tiempo Catra hablara lo que quisiera y cuando quisiera. Era extremadamente difícil, pero no tenía derecho de interrumpirla, a pesar de las ganas que tenía de sacudirla por los hombros y exigir el nombre del hijo de puta que le había hecho aquello. Como no quería asustarla, respiré profundamente y esperé.

-Él fue un caballero al principio, hasta donde eso era posible. Pero creo que era uno de aquellos hombres que no aceptan "no" como respuesta. Entonces, como él quería una cosa y yo me negué a hacerlo... Bueno, él perdió la paciencia.

Ella soltó una risita forzada, aún sin mirarme.

Reuní toda la fuerza que existía dentro de mí para hablar en un tono mínimamente controlado.
Era obvio que ya sabía la respuesta, pero como no estaba razonando muy bien, le pregunté.

-¿Te golpeó?

Dime que no te golpeó. Dime que no...

-Un poco.

Sentí mi estómago hundirse en un golpe sordo y doloroso, y todo lo que más quería era no creer lo que ella decía. Me quedé callada por el sonido de la confirmación de mis miedos, mientras que digería el hecho de que alguien la había golpeado.

Alguien la había golpeado. Un maldito cobarde, hijo de puta, la había golpeado. Y no había sido "poco", porque vi el estado en que se encontraba dos días después de lo que sucedió, lo que me llevaba a creer que ella estuvo mucho peor antes.

Todavía quitando el dolor que sentía, noté que había algo peor en aquella historia. Podía sentir mi cabeza calentándose a un punto de hervir, mientras luchaba para no pensar en lo que podía haber ocurrido después de golpearla. Era ese momento, es que yo daría todo para que Catra apartara aquel pensamiento de mí, pero la única manera de hacer que eso sucediera seria preguntarle. Y yo tenía miedo de la respuesta.

-Gatita... ¿Lo sacaste la tu habitación después de eso, no?

Ella se quedó en silencio, mirando hacia la pared al frente, mientras entrelazaba y deshacía los nudos en los dedos, tratando de encontrar una respuesta a mi pregunta.

-¿NO? – Yo quería pregunta de una forma educada y controlada, pero su silencio hizo que una desesperación se apoderara de mí, así que grité.

Ella me miró de una forma tranquila y triste, con ojos que podrían pertenecer a una niña inocente e indefensa.

Una niña.

Una maldita niña violada.

-Lo intenté. Pero él era más fuerte. Fue violada.

Ella fue violada.

Aquella frase se repetía en mi cabeza como un letrero luminoso rojo, parpadeando incesantemente, cegándome más con cada parpadeo.

Fue violada.

-Por qué... - Me sorprendí al escuchar mi propia voz, un poco trémula, mientras intentaba razonar.

– ¿Por qué... no gritaste?

-Él me amordazó.

No podía creer eso, y todo se ponía peor a cada detalle, y entonces no quería oír más.

-¿Cuál es su nombre? – Pregunté secamente.

-Hordak. Creo. – Me miró un poco temerosa.

-¿Cómo era?

-¿Por qué?

Ella estaba desconfiada, y no podía culparla. Tal vez fuera la culpa de mi incapacidad de ocultar lo que debía ser ahora una expresión de maniaca asesina. He intentado no deja claro que algunos pensamientos psicópatas pasaban por mi mente como caminar con un cuchillo y arrancarles los globos oculares de aquel infeliz, o amarrarlo, bañarlo con gasolina y encenderlo, mientras apreciaba su maldito cuerpo quemándose y lo veía morir lentamente y dolorosamente.

-Sólo quiero saber.

-No recuerdo muy bien. – Ella mintió.

-¿Por qué estás preocupada por él? ¡Él te... forzó!

¡La forzó... Por el amor de Dios!

-¡No estoy preocupada por nadie! ¡Sólo creo que es más fácil dejarlo allí! Ha pasado. La miré incrédula.

-¿Cómo puedes decir eso?

-¡Estoy feliz de que eso haya ocurrido una sola vez! Cualquier puta lo hace, ¿recuerdas? Me acordaba. Aquellas eran mis propias palabras.

-No importa lo que cualquiera... cualquiera haga. ¡Tienes tus condiciones, y si un cliente quiere quedarse contigo, tiene que respetarlas!

-Los clientes no me respetan, Adora. Deberías saberlo.

-Te respeto. Y si todos los clientes te conocieran como yo te conozco, verías que te mereces respeto. Eres mucho más digna que muchas mujeres que he conocido, así que no insinúes que no lo mereces. No conozco mucho a las otras chicas de aquí, y tampoco quiero, pero sé que es el respeto y todo hijo de puta que te toca debería hacer lo mismo.

Bueno, mi manía de ser extremadamente sincera en su compañía se estaba volviendo irritante y embarazosa. Debería mantener la boca cerrada, pero yo no podía. Simplemente tenía que
decirle todo, tenía que decirle todo lo bueno que tenía y que no podía ver en sí misma.
Tenía que demostrarle que no era una cualquiera. No era una cualquiera.

-Gracias...

Me sorprendieron sus lágrimas, que decidieron bajar en una repentina cascada, haciendo que no supiera que hacer. Siempre fui pésima en confortar a las personas, simplemente porque siempre fui muy insensible para conseguir decir nada que sirviera de consuelo.

Pero Catra necesitaba de mí, tal vez más que alguien un día lo necesito. Sabía que confiar en mí ese secreto no había sido tarea fácil para ella, entonces era mi obligación hacerla sentirse un poco mejor, aunque yo no supiera cómo.

Ignorando la rabia pulsante que gritaba dentro de mí, fui a sentarme nuevamente a su lado en la cama, tratando de parecer suficientemente tranquila o controlada, lo que yo no estaba. Pero ella
realmente me necesitaba, así que no podía darme el lujo de alimentar ese sentimiento de odio y salir por la ciudad a cazar al hijo de puta como el animal que él era.

Eso se quedaría para después.

-Ven aquí. – Intenté hablar con una voz suave, y fallé miserablemente.

Por suerte, no pareció identificar la hostilidad que emanaba de mí, entonces en menos de un segundo después Catra ya estaba en mi regazo, envuelva como una bola en mi pecho y agarrada a mí como un bebé koala. Su cabeza reposaba en mi hombro y pude sentir su respiración caliente en la piel de mi cuello.

Quisiera que dejara de llorar, porque sentir sus lágrimas mojando mi camisa aumentaba la rabia dentro de mí y afloraba mi instinto asesino. La abracé con fuerza, tratando de hacer que sus sollozos disminuyeran, pero no funciono.

-Está bien... - Comencé, tratando de convencerme más que a ella. – Está todo bien. No llores, por favor.

Ver a una mujer llorando siempre fue mi punto débil. Yo simplemente no aguantaba ver a ninguna mujer llorar, y ver a Catra llorando conseguía ser unas veinte veces peor.

En aquel momento, ella parecía más indefensa y más frágil de lo que realmente era, y pensar en el hecho de que alguien pudiera hacerle algo malo a esa chica, de que alguien pudiera ser tan cobarde al punto de tomarla a la fuerza, era asqueroso.

Quiero matar a ese hijo de puta.

-Gracias por ser tan buena conmigo... - Ella comenzó, tratando de controlar los hipos.

-No agradezcas eso. – Hablé secamente, mientras planeaba mentalmente el asesinato.

-No hagas ninguna tontería, por favor.

-Está bien. – Mentí, ignorando la imagen que surgía en mi mente en que me limito a tirarle un ladrillo en la cara al maldito.

-¿Lo prometes?

-No, si aún hay justicia en esta mierda de mundo, aquel desgraciado tendrá que pagar por lo que hizo.

-Adora... - Ella habló con una voz muy baja, como si fuera a llorar en cuestión de segundos. Mierda.

-No voy a buscarlo. Lo prometo. Pero si me encuentro con él, no me pidas ser racional. Ella suspiró, todavía agarrada a mí.

Aunque todavía era un desastre total en consolar a las personas, podría decir que consolar a Catra, en particular, parecía una tarea un poco más fácil. No daba consejos sabios o habló cosas importantes, porque no había hecho nada, pero la situación era mucho menos embarazosa y desagradable.

Quizá porque la conocía. Tal vez porque, después de mucho tiempo, ella ha sido la única persona que he permitido acercarse a mí, y por eso, me hizo sentir un sentimiento por ella.
Una sensación que veía crecer cada día, cada minuto.

Nos quedamos en silencio por mucho tiempo, y después de algunos minutos pude sentir su respiración quedando gradualmente más profunda, entonces constaté que ella se había dormido. La noche parecía enfriarse rápidamente, así que trate de traer, sin hacer movimientos muy bruscos, la manta que estaba doblada a los pies de la cama.

La desdoblé, aún con cuidado para no despertarla, y nos enrollé como un tipo de capullo, lo que hizo que se apretara aún más contra mi cuerpo y suspirar tranquilamente.
Me permití disfrutar de un extraño placer de estar con ella de una forma tan íntima y cariñosa, y no pensar en el motivo de eso, o lo que podría significar. En vez de eso, me dejé llevar por la paz que desbordaba de nuestro capullo, olvidando los pensamientos de odio y venganza que me habían apoderado toda esa noche, y entonces me dormí.

***
Cuando me desperté, tarde en captar dónde estaba, hasta que sentí el cuerpo de Catra pegado al mío. Miré un poco alrededor y me di cuenta de que ahora estábamos en posiciones completamente diferentes.

Ella dormía profundamente de bruces en la cama, y yo estaba encima de ella, también boca abajo, con la cara en su cabello, mientras mantenía un brazo posesivo alrededor de su cintura.

Me pregunté si podría estar muerta por asfixia por el peso de mi cuerpo, pero como noté que ella todavía respiraba profundamente, no tuve tiempo de desesperarme.

Levanté la cabeza y vi que el reloj en el mueble a su lado marcaba cerca de las 02:30h, lo que quería decir que mi hora de haberme ido ya había pasado hace mucho tiempo.

Con cuidado, salí de ella lentamente, comprobando si ella podía acostumbrarse a mi falta de peso allí, y entonces finalmente me puse de pie, un poco tambaleante. Me puse mis zapatos y me puse la chaqueta, peinando a ciegas mi cabello con los dedos, que debía estar desarreglados por la siesta. Fui hacia ella, arreglé la manta alrededor de su cuerpo, agachándome a su lado y quedando cerca de su cara, coloque el dorso de mi mano muy levemente en la punta de su nariz para comprobar su sentía frío.

De repente, no quería irme.

Era difícil verla dormir de esa manera, tan tranquilamente, y no sentir una fuerza casi tan fuerte como la gravedad jalándome hacia ella. Más cerca de ella. Más cerca...

Suspiré, llenándome de ese sentimiento de súper protección que últimamente me venía tomando cuando me quedaba algún tiempo a su lado.

Desafortunadamente, tuve que irme, porque de allí a unas horas ya tendría que estar de pie, fingiendo dirigir una empresa.

Contrariada, le di un beso simple pero demorado en su frente, entonces me levanté y salí de su cuarto. Seguí por el casillo que estaba vació, lo que agradecí en silencio, y salí por la puerta de atrás, yendo a mi coche que me esperaba aparcado a unos metros de allí.

Mientras conducía, intenté no pensar en lo que había escuchado hoy. Traté de no traer a la luz ese odio profundo que sentía cuando supe que alguien se atrevió a golpearla y violarla. Y traté de no pensar por qué había decidido protegerla y tratar de mantenerla siempre feliz con todas las fuerzas de mi ser.

Todavía no entendía lo que Hope me había dicho al principio de aquella noche, o tal vez fingía no entender. Tal vez no quería pensar en ello, pero lo que fuera, una cosa estaba clara:
Ella estaba segura.

Yo había hecho a Catra muy especial.

***

Estaba en medio del salón de The Hills, que parecía estar más lleno de lo normal.

No recordaba cómo había parado allí, pero no me importaba eso. El ambiente estaba
extrañamente oscuro y frío, sin música, donde sólo podían escucharse los sonidos de gemidos altos y desagradables venidos del piso de arriba y de conversación bajas –casi susurros – a mí alrededor, como si estuvieran contándose secretos.

Comencé a percibir que mientras hablaban, todos me miraban. Me preguntaba el motivo de ser el asunto en cuestión allí, entonces empecé a sentirme mal.

El bar estaba vacío, sin chicas y sin bebidas. Me faltaba una dosis de whisky y mi boca se secó abruptamente.

My Sweet Prostitute (Catradora adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora