Capítulo 3

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Esté fic no es mío, es una adaptación en portugués por whoiza_ y traducido por camrensweet2.

***
Catra's POV.

El resto de aquella mañana y el inicio de la tarde fueron tomados por Scorpia y Lonnie haciendo preguntas sobre los detalles más sórdidos de lo que había sucedido entre Adora y yo la noche anterior.

-Por el amor de Dios, hasta parece que ustedes no saben de todo. Hacen lo mismo todos los días.

– Hablé desanimada.

-Pero ningún cliente se ha quedado en mi cama hasta el día siguiente. – Scorpia habló.

-Principalmente una cliente como Adora. – Lonnie completó.

-Ella debía estar cansada. – Hablé.

-¿Cómo, Cat? Un cliente no duerme en la cama de una puta a menos que esté bastante cómodo.

-Lonnie, si ella estaba cómoda o no, no lo sé. Pero no debería haber sido la primera vez que lo hace.

-Bueno. – Empezó Scorpia. – Al menos aquí ella nunca lo hizo. Con ninguna de nosotras.
Me sentía súbitamente de buen humor, lo que intenté no relacionar con el hecho de saber ahora que estaba, en cierto modo, en un nivel diferente de las otras chicas de aquel lugar.
Incluso animada, intenté cambiar de tema. Necesitaba estar sola.

-Bueno, voy a dar una vuelta. Es sábado, nada de clientes. Voy a aprovechar el paisaje.

-Pero todavía está lloviendo.

-Bien. Menos personas en la calle para que me miren.

 ***

 A las cinco de la tarde salía de The Hills con mi bolsa en el hombro, vistiendo una chaqueta roja
desabotonada, pantalones vaqueros y un par de all-star viejos.
No tenía paraguas, pero no necesitaba. Estaba lloviendo y las pequeñas y finas gotas no me molestaban. Por el contrario, eran bastante agradables. He notado que las nubes estaban pesadas y los truenos se volvían cada vez más frecuentes, así que corrí para no tomar un diluvio que sabía que vendría.

Tomé la capucha del abrigo para cubrir mi cabeza y caminé hasta la parada de autobús.
Quería ir al parque del otro lado del barrio, respirar nuevos aires. Una vez que llegué, corrí a una de las muchas mesas redondas de madera cubierta de paraguas rojos.

Era un lugar tranquilo y, obviamente, estaba vacío. Por lo poco de las calles y casas que he podido analizar, pude constatar que era un barrio de personas al menos bastante ricas.

Tomé mi libro, un diccionario y una pluma de la bolsa, colocándolo todo sobre la mesa y sentándome en uno de los cuatro bancos de madera. Gracias a Adora, tuve que buscar por un tiempo la página en la que había parado la lectura. Sintiendo el olor y oyendo el ruido de la lluvia, conseguí relajarme.

No sé por cuánto tiempo me quedé allí. Todo parecía tan tranquilo y fácil. El lugar era hermoso, la hierba estaba bien recortada, de un verde vivo. Las gotas ahora, más gruesas y en mayor cantidad, caían pesadamente en la superficie del enorme lago que quedaba en el centro del parque. Aquella atmósfera me contagiaba, y en aquel momento, aquel lugar era el mejor lugar del mundo para estar.

Vi a alguien corriendo a través de la espera cortina de lluvia, abriéndose paso en una de las mesas cubiertas que quedaba del otro lado del parque. Sonreí sin ningún motivo. La mujer, como pude constatar después de algún análisis, retira su abrigo de cuero y balancea sus cabellos mojados como un perro que acababa de salir del baño.

Volví mi mirada del libro y retome la lectura. Pocos minutos después mi celular emitió un sonido débil y moribundo, avisándome que la batería se había agotado.

-bien. Nada como paz. – Hablé, en voz baja.

-Estoy de acuerdo.

Me asusté al escuchar la voz hablando inmediatamente detrás de mí, lo suficientemente grave para no ser cubierto por el ruido fuerte de la lluvia.

Era una voz femenina. Una voz hermosa, incisiva, un poco ronca y poderosa.
Aquel tipo de voz que imaginas que una mujer linda tiene, y por el hecho de haber estado pensando en aquella voz de cinco en cinco minutos, cuando me dispersaba de la historia de Jane Austen delante de mí, no necesitaba ni me giré para saber quién era la mujer que se encontraba a poco menos de un metro de mí.

Aun así me giré, mirando esos ojos azules maravilloso. Ella estaba empapada de la cabeza a los pies y traía una revista enrollada completamente mojada y blanda en una mano, y en la otra, su abrigo.

Normalmente, cuando era sorprendida, tardaba un poco para formular una frase. En ese caso acababa de ser sorprendida por Adora, lo que hacía que mis instintos de decir algo coherente
fueran aún más fracasados. Porque Adora me deslumbraba naturalmente, tomándome por sorpresa o no.

-Tú... Qué... - Tosí, limpiando mi garganta. – ¿Qué haces aquí?

-Yo lo pregunto. Aquí está un poco lejos de donde vives.

-Yo quería dejar... Leer un poco... un poco... escapar.

-Entendí.

Todavía no sabía lo que estaba haciendo allí. No creía en coincidencias, mucho menos en el destino.

-¿Qué haces aquí? – Repetí.

-Bueno, fui al kiosco a comprar una revista, y ahí el cielo se derrumbó sobre mi cabeza.
Entonces crucé la calle y vine corriendo hacia aquí. Me quedé debajo de aquel lugar del otro lado del parque y te vi. Bueno, pensé que era alguien parecido a ti, pero no podía decir con seguridad. Entonces vine a comprobar, y aquí estoy.

 Adora finalizo su discurso con una sonrisa torcida contagiosa. Yo suspiré.

 -¿Vives aquí? – Pregunté.

 -Vivo a dos cuadras de aquí. Puedo ver este parque entero desde el balcón de mi habitación. – Y diciendo eso, apuntó a un edifico blanco espejado impotente, el más alto a nuestra izquierda, un poco lejos.

 -Déjame adivinar. ¿Vives en la cubierta?

 -Sí.

Sonreí bajando la cabeza. Entonces ella era una mujer podrida en riquezas.

-Eh, ¿puedo sentarme?

-Claro. – Quité mi bolsa de arriba del banco a mi lado, cediendo el lugar. Ella aceptó, sentándose
y sacando un tema al azar.

-Entonces... Un sábado lluvioso. ¿Qué mierda, no?

Mantener una conversación normal con Adora sonaba forzado, porque no parábamos. No nos conocíamos para eso, y nuestro objetivo juntas era bastante diferente de sacar conversación. Sin embargo, quería dar una oportunidad para que esta relación, errónea en casi todos los aspectos, pudiera convertirse en algo mejor, algo que valiera la pena.

-Me gusta la lluvia. – Respondí. – Me trae paz. Y el olor es muy bueno. Ella sonrió.

-Creo que eres la única persona en el mundo que prefiere un sábado lluvioso a un sábado soleado y caliente.

-No creo que sea la única. – Concluí medio distraída. – No debes conocer a muchas personas tan sensibles como yo.

Ella me miró profundamente, pero continué:

-Quiero decir, es muy fácil disfrutar de un sábado soleado, pero casi nadie ve la belleza de una tarde lluviosa. Si las personas intentaran ver la real belleza de esto aquí... - Miré alrededor, dejando la frase al aire. – No estoy diciendo que no me gusté el sol, pero las personas parecen olvidarse de que, sin la lluvia, el buen tiempo seria agotador. Las personas tienen que cambiar de vez en cuando, si no todo se vuelve muy aburrido.

 La miré de nuevo y comprobé que ella simplemente no me miraba: Ella me estaba analizando. Sentí mi cara roja, logrando terminar mi argumento en voz más baja que antes:

My Sweet Prostitute (Catradora adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora