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P.O.V. HYOGA

quede atónito ante aquella confesión, sin saber que decir, con la vista conectada en ella, lo único que pude hacer fue abrazarla como si se fuera de mi lado para siempre, hundiendo mi cara en su cuello, aferrándome a ella como si mi vida dependiera de su cercanía, ella correspondió mi abrazo, transmitiendo un cariño que nunca sentí.

- Canace... no te vayas, no quiero perderte, no me dejes... ahora todo tiene sentido, nuestro destino es estar juntos, no importa si el oráculo ha dicho que nuestra vida corre peligro, yo lucharé hasta mi último aliento para cuidarte, AGAPI - un dolor fuerte me tuvo lugar en mi estomago, obligando a que Canace me rescueste en la cama otra vez.

- tienes que descansar Hyoga...- dijo su semblante preocupado

- solo si estas junto a mi podré descansar tranquilo.

Desperté en la oscuridad de la noche, sintiendo el vacío en el lugar que Canace descansaba, inmediatamente fui en su  busca, recorría toda la casa sin ningún resultado, decido voy a buscarla a fuera del templo, al salir, allí estaba ella, tan calmada con la vista clavada en la hermosa luna llena que había esta noche.

-Hyoga...- susurró, al sentir mis brazos rodear su cintura

-Canace... pensé que todo solo era un sueño, pero... desperté y al tenerte en mis brazos veo que es realidad- dije suavemente acomodando mi cabeza en su hombro, segundos después ella se volteo para mirarme a los ojos.

- Hyoga... ¿qué haces aquí? Tendrías que estar descansando-  dijo dulcemente mientras que con su pulgar acariciaba las vendas que cubrían parte de mi rostro.

- como quieres que descanse tranquilo sabiendo que la mujer que amo se fue de mi lado.

- Hyoga... solo salí a observar la luna llena, es una luna de nieve sabes...- sonrío suavemente.

-es igual de hermosa que tu- susurre al estar frente a frente, ella solo me dedico una sonrisa mientras cerraba sus ojos y la bese, nos  hundimos en un beso, uno que se iba profundizando mas, apretando mi agarre en su cintura, ella abrazándome el cuello, enredando sus dedos en mi cabello.

P.O.V. CANACE

Hyoga me beso, un beso, aquel beso que tanto espere, el beso de mi gran amor, pero... de repente sentí como soltaba su agarre en mi cintura, su peso cayendo sobre mí, y perdiendo el equilibrio, ambos caímos al frío piso de la entrada del templo.

-¡Hyoga! ¡Hyoga! - grité mientras quitaba su peso de encima mio, no obtenía respuesta

-¡Hyoga! ¡Hyoga por favor despierta! - comenzaban a salir las lágrimas.

-¡Hyoga por favor, no me dejes!- lloraba desconsoladamente al lado de Hyoga

-¿no cree que es mucho drama mi señora?- hablo una voz desde la oscuridad, una voz que claramente reconocí

-¡No! ¿tu qué haces aquí?- me gire en su dirección y el se mostró ante la luz de la luna

- mi amo me mando por usted y como el tipo parecía no separarse nunca de usted, tuve que hacer unas movidas- sonrío cínicamente.

- el trato era que hasta mañana, en cuanto salga el sol, no ahora- opine molesta, la ira poco a poco me iba consumiendo por dentro.

- como dijo el amo: unas horas más, unas horas menos, que importa, igual llegará al mismo lugar.

-¡No puede ser, no es justo! Se supone que tu amo, al ser un semi dios su palabra vale.

- señora yo solo cumplo ordenes, si quiere cuestionar, cuestionelo a el, y no me haga perder más mi tiempo, ¡vámonos!- y con un movimiento de muñeca lanzo a Hyoga por los aires, lejos de mi.

- ¡No!- grite

- yo no me voy de aquí a ningún lado, y mucho menos voy a dejar a Hyoga en el estado en el que está.- dije firme sin titubear.

- me esta haciendo perder mi tiempo y mi paciencia, mi amo se molestara si tardo mucho en llevarla.-dijo ya fastidiado

- ¡que hipócrita!  Si como tu dices, que dijo tu amo: unas horas, unas horas menos, que importa, igual eh de llegar al mismo lugar- dije cortante, reuniendo toda mi seriedad y frialdad.

-agh, sabe... si no fuera por que mi amo la quiere viva, ya la hubiese estado matando lenta y dolorosamente por hacerme irritar.- dijo acercándose a paso lento, quedando parado a mi costado

- eso a mi, no me importa en lo absoluto- dije dando la cara

-así que, si me permites, tengo cosas mucho más importante que hacer ahora, y eso no es escuchar tus amenazas, ni ningún otro sonido que puedas emitir- dije decida, si las palabras mataran, ya lo hubiese matado en cada palabra.

No escuche nada de su parte en respuesta, tan solo fui en dirección de Hyoga, al acercarme a el, note que sangraba, su mejilla  izquierda y manchaba toda la venda, dándole un aspecto más demacrado, logre pasar su brazo por mi cuello y con un gran esfuerzo logre ponerme de pie junto a el, lentamente lo fui arrastrando, en dirección de los aposentos de la Casa de Acuario, el era mas alto que yo se me era imposible no llevarlo a arrastras, en estos momentos agradecía no que llevara armadura, un peso menos.

Después de un  rato esforzándome, logré depositarlo sobre la cama para que descanse cómodamente.

Suavemente retire la venda manchada y con ella mismo un leve intento de limpieza, toda la sangre salío, pero lo rojo aún seguia, no tenía agua ni nada húmedo para poder limpiarlo perfectamente ni lavar las vendas, no puedo dejarlo así, rompiendo un pedazo de la tela de mi vestido y lo use como venda para cubrir su ojo izquierdo.

Perdí la noción del tiempo, no quería alejarme de el, ya ni sabía si estaba bien lo que hacía o por que lo hacía; era hora de irme, o sería mas doloroso y difícil hacerlo después.

-siempre te amaré, Agapi Mou- susurré en sus labios y le deje un casto beso sobre ellos.

-ya era hora mi señora- dijo aquel ser.

-vamonos-volvio a decir mientras, al notar que no tenía respuesta alguna de mi parte, creo que algo que parecía un portal, en el aire empezó algo a brillar.

-pase mi señora- dijo haciendo una reverencia invitándome a pasar al portal, con una sonrisa de triunfo que me gustaría borrar de su horrible rostro.

No dije nada, tan solo me dispongo a caminar en dirección del portal, seguida de aquel ser, antes de atravesar completamene volteo por ultima ves para ver la entrada de la Casa de Acuario, allí se quedaba mi amor, parte de mi vida, parte de mi alma, allí se quedaba Hyoga.

Blanca como la nieve, frío como el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora