Sentada en clase, mi primera clase en la universidad, comencé a plantearme mentalmente la serie de hechos que me habían llevado a encontrarme, por alguna razón, pensando en la mirada que notaba clavada en mi nuca.
Había notado aquel tipo de miradas antes, mil veces, de aquellas que notas tras de ti y que te hacen pensar y saber que tienes a alguien observándote fijamente. Aquellas eran de burla, de odio, de superioridad, me recordé a mí misma con unos 9 años preguntándome qué había hecho mal para que nadie viniese a mi cumpleaños.
Esta era distinta, no era de ese tipo.
Ladeé la cabeza disimuladamente (o eso creí), para tratar de observar al chico que tenía filas más atrás, y que desde que había salvado mi primera aparición en clase no había despegado la mirada de mí.
Y fue un error.
Ahí seguía él, vestido con una camiseta de manga larga negra, con su sonrisa de suficiencia, de encontrarse perfectamente cómodo y satisfecho consigo mismo. También con haberme salvado de hacer el ridículo en mi primer día de clase a pesar de lo borde (merecido) que había sido con él en nuestro primer encuentro. Me observaba como un tigre que acecha a su presa, con una sonrisa ladina, sus labios humedecidos, y unos ojos castaños en los que antes había reparado pero que nunca me habían parecido tan profundos como en aquel momento. Teníamos toda la clase al rededor pero, sin duda, parecía que sólo estábamos él y yo.
Sabía lo que conllevaba aquella mirada, lo que quería de mí, tampoco era tan tonta como para no saber qué tipo de miradas usaban los chicos hacia las chicas. Había tenido mis rollitos y relaciones aunque superficiales y sin ninguna clase de amor real en el instituto, con hijos de empresarios amigos de mis padres, al menos así me aseguraba vivir tranquila en el instituto. No había sentido nada en ninguna de ellas, ni amor, ni pasión; era una piedra, una lámina a la que tocaban sin que su cuerpo se inmutase, menos mal que sabía fingir bien, demasiado bien.
Bufé.
Si él quería guerra, tendría guerra. No tenía problema alguno en enfrentarme al popular del sitio, pero había querido entrar de una forma tranquila, desapercibida, y aquello estaba comenzando a alertarme de que mis planes no iban a salir como yo esperaba o deseaba; no me gustaba nada. Lo que sí me gustaba era su espalda, bendita espalda.
Carraspeé para mí misma, intentando reprimir una risita de nerviosismo por pillarme desviando la mirada para observarle bien, sin querer darle el gusto.
Y así pase las malditas 3 horas de clase siguientes, luchando por no mirar hacia atrás y, para qué mentir, planeando mi próxima escapada del sitio saliendo a toda prisa por la entrada del aula sin dar tiempo a mi acechador a llegar a mi fila de asientos.
¿Lo conseguí? Claro.
¿Disimulé bien? Lo dudo.
Había conseguido librarme de él, de lo que no me había librado era de las chicas que en la entrada de la clase hablaban de lo atractivo que era Dylan White y de cómo podrían conseguir su número de móvil, entre otras cosas que mejor ni nombrar. No pude evitar reírme, negando con la cabeza ante una muestra más de un baile de hormonas universitarias.
Vi a Paris a lo lejos, salvándome de seguir riéndome y entrar en alguna trifulca que, nuevamente, no me convenía para nada.
- ¡ Paris ! - Alcé la voz, apresurándome a llegar hasta ella en el pasillo del edificio de aulas.
Ella no tardó en reconocerme, yendo a mi encuentro hasta quedar ambas paradas en el pasillo con nuestros maletines; me sorprendía aún la mezcla de estampados que usaba mi nueva amiga, los conjuntaba demasiado bien. Quizá a conjunto con su pelo rizado le daba cierto toque de los 80, me gustaba mucho su estilo.
- Tía, hay demasiados chicos guapos en esta universidad, y demasiadas chicas desesperadas por ellos... Lo juro, he visto a tres andando tras uno por el campus, lo perseguían como si fuese el único bistec disponible en la cafetería. -Puso una mueca de asco, y yo volví a reírme con ella, entendía bien aquella sensación- Oh y hablando de la cafetería.. ¿Quieres que vayamos?
- Sí, por favor, necesito un café antes de enfrentarme a más situaciones como esa.... ¡ Adivina quién me ha salvado en la entrada a la clase !
Agradecía poder hablar con alguien del estúpido de la cafetería y ahora además salvador y acechador de clase, alguien que le conociese o al menos la historia que llevaba vivida con él en apenas 48 horas vividas allí.
- Vaya, este chico no deja de sorprendernos.... Quién sabe, igual en realidad es simpático y además un ligón empedernido, ambas cosas son compatibles. Lo importante es que no te vuelvas una de esas chicas desesperadas. -Comentó mientras alzaba una ceja y pedía su café, mirándome mientras yo alzaba un dedo para pedirle otro igual, otro Capuccino, sin duda me iba a hacer falta.
- No, tranquila, necesito centrarme en la universidad, no puedo dedicarme a conocer chicos y menos a ese tipo de chicos, no quiero ser una más de una noche X en el mes X.
Tras pagar el café nos dirigimos al exterior del edificio de aulas, sentándonos en un banquito de piedra con vistas a todo el terreno, quizá por estar en un lugar elevado, pero comenzaba a adorar el territorio de la WVU.
- Hablando de centrarte en la universidad...... -Paris carraspeó, como si estuviese a punto de proponerme la peor de las ideas y necesitase atención- ¿Te parecería que te desvías mucho de tu objetivo si me acompañas a una fiesta esta noche? Es en una de las hermandades de chicos, la kú no se qué.... Me ha invitado un compañero de clase con su novio, un chico muy majo, podríamos pasarnos para despejarnos un poco del comienzo de las clases.
- Paris, estamos a Martes... -Solté una risotada, ahí estaba yo, siendo invitada a una fiesta de hermandad un Martes, un maldito Martes.
Se alejaba demasiado de mi objetivo de centrarme, pero no podía decir que no, no si quería hacer amistades y mantener contenta a Paris, quería que mi nueva amiga me viese como una buena compañía, no me gustaría parecer la chica nueva aburrida de LA.
- Bueno, está bien, invitaré a Sarah si no te importa, es mi compañera de habitación, este es su segundo año así que lo mismo nos orienta un poquito por allí también.
- ¡ Yeah ! ¡ Así me gusta nena, vamos a mover esas caderas !
Di otro sorbo a mi café mientras observaba a Paris subirse a bailar encima del banquito, aguantándome la risa al verla tan feliz y contenta y tan segura de sí misma; al menos en eso se parecía a Dylan White.
Oh, espera, otra vez estaba nombrándolo.
- Espero que no vaya gente estúpida a esa fiesta...
Murmuré, pero sabía perfectamente a quién me estaba refiriendo, me estaba refiriendo a él.
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Un lugar seguro
Ficção AdolescenteElla lo tenía todo, menos seguridad en sí misma y amor verdadero. Él tenía todo lo que quería, no le faltaba nada o eso pensaba, hasta que la conociese. Pauline llega a la Universidad de Virginia Occidental (West Virginia University) intentando o...