Capítulo 1: Cerrando el diario.

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Al fin había llegado el momento que tanto esperaba, un momento en el que todo cobraría sentido: iba a ir a la Universidad. 

Todos esos años de clases llenas de miradas y sonrisas superficiales, de mirar a todos y no pensar en el sufrimiento que me habían hecho pasar años atrás en el jardín de infancia, en preescolar, cuando por algún motivo tener el pelo por encima de los hombros y ser alta además de llevar gafas y aparato te convertía en un objeto de burlas para los años restantes. 

Pero tenía que hacerlo, tenía que evitarme a mí misma ese sufrimiento durante el instituto, y si eso significaba mirar con una sonrisa a quien cuando tenía 9 años me había pegado, me había robado, humillado o me había escrito insultos en la pared de la clase, lo haría. Y es lo que hice. Aguanté nada más ni nada menos que los años completos de entrada al instituto Paul Revere Middle School, rodeada de hijos de famosos que compartían, en su mayoría, el mismo barrio de viviendas en el que yo misma vivía junto a mis padres. 

Supongo que la entrada de la empresa de mi padre en bolsa y su posterior ascenso al podio hicieron que en aquellos años, sumados a la falta de gafas y aparato y un glow up considerable de mí misma físicamente ayudaron a que todos los que me habían hecho la vida imposible quisiesen ser mis amigos, mis novios o lo suficientemente cercanos como para ganarse una invitación a mi casa, ubicada en Beberly Hills. 

Falsedad. 

Había vivido cómodamente pero de manera normal, sin lujos ni excesos, pero aquella subida lo cambió todo. Cambiamos nuestra casa normal de dos plantas por una villa de no recuerdo ni cuántas hectáreas, y mi padre comenzó a juntarse con directivos que a mi madre y a mí no nos caían demasiado bien, no con el estilo de vida que llevaban, que incluía drogas, abuso de alcohol y fiestas no del todo buenas. 

Al final, todo desembocó en el peor final posible y mi padre había acabado falleciendo cinco años atrás en un accidente de coche por conducir ebrio tras otra de aquellas misteriosas reuniones con magnates, seguramente rodeado de prostitutas; mi madre prefería no hablar nunca de aquellas infidelidades que aunque no reconocidas eran bien conocidas por todos.

Quien ahora se encargaba de la empresa constructora era mi madre, muy a su pesar, ya que no le gustaba demasiado aquel negocio, pero al ser propietaria junto a mí misma de la mayor parte de las acciones tampoco le quedaba otra; quería que yo estudiase antes de tomar el control, y a mí me había venido genial para tomarme unos años alejada de todo aquello antes de volver a lo de siempre.  

Y aquí estaba yo, haciendo al fin mi maleta (una de 10 más)  y cerrando mi diario tras una página más de 'He sobrevivido a este muermo de instituto'.  Llevaba años con la cuenta atrás, al fin iba a asistir a la WVU, la West Virginia University, me alejaría de todo el elitismo de LA y podría empezar de cero, sin mirar falsamente a quien me había hecho incluso algunas cicatrices en el cuerpo, todo sería perfecto, o eso pensaba yo, mientras miraba una de las cicatrices que tenía bien maquillada cerca de uno de mis ojos verdes. 

- ¡ Pauline ! ¡ Ya está aquí el camión de la mudanza, corre !  - Gritaba mi madre, con su conjunto deportivo de adidas negro y su gorra blanca a conjunto, esperándome escaleras abajo. Sabía que no le emocionaba demasiado que me fuese, pero también pensaba en la falta que me hacía. 

- ¡ Voy !

Bajé para embarcarme en mi nueva aventura, sin saber que apenas unas horas más tarde estaría enfrentándome al peor de mis retos, Dylan White. 



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