Ruta Neutral (Cap 11) La cueva arácnida de Sweetie Belle

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Twilight y Kitty avanzaban por los oscuros y estrechos pasillos del hotel, después de haber hablado con Pinkie. A pesar del ambiente sombrío, la extraña construcción tenía algo fascinante, con habitaciones que parecían llevar a diferentes mundos. Twilight, curiosa, se acercó a una de las puertas, tocó suavemente, y una voz peculiar se escuchó al otro lado.

—¿Han traído mi conejo de canela? —dijo una voz levemente aguda y ansiosa.

Twilight revisó las cajas que llevaba consigo, buscando entre sus provisiones. Para su sorpresa, aún tenía uno de los conejos de canela que había recogido antes. Lo deslizó cuidadosamente por debajo de la puerta, aunque el pan se desmoronó un poco al hacerlo.

—Muchas gracias por traer mi pedido —respondió la voz, seguida por el tintineo de unas cuantas monedas que rodaron bajo la puerta.

Twilight recogió las monedas y las guardó en su bolsillo. No le venían nada mal, pues no andaba muy bien de recursos. Kitty observaba todo en silencio, algo fascinada por la facilidad con que su compañera lidiaba con esas situaciones tan extrañas.

Después de aquel curioso intercambio, ambas se dirigieron al ascensor. Era un dispositivo antiguo, con botones gastados que no ofrecían muchas pistas sobre sus destinos. Sin embargo, decidieron presionar uno al azar. El ascensor, en lugar de llevarlas al núcleo del hotel, las depositó en lo que parecía ser la entrada a una cueva. El piso estaba cubierto de telarañas, y una joven de melena rosada y morada, con una piel pálida y radiante, se encontraba en una pequeña mesa improvisada. Al verlas llegar, les sonrió con entusiasmo.

—¡Saludos, señoritas! ¿Se les antoja una dona arácnida? ¡Está rellena de jalea de mora! —les ofreció la joven, mostrando un plato con una apetitosa, aunque inquietante, dona decorada con patrones de telaraña.

Twilight observó el postre con curiosidad, mientras Kitty miraba la dona con cautela.

—Oh, no sé... podría comer algo, pero no sé si eso... —dijo Twilight, pensativa.

—¡Genial! Solo serían 9999 de oro, por favor —respondió la chica, sin perder la sonrisa.

Ambas quedaron boquiabiertas al escuchar el precio. Twilight cruzó los brazos, claramente molesta.

—¡¿Estás loca?! ¡Con ese precio arruinarías a cualquiera! —exclamó.

La joven, lejos de ofenderse, las miró con un gesto entre confundido y divertido.

—¿Muy caro? —preguntó, inclinando la cabeza—. Ya veo... ¿Así que son unas tacañas, eh?

—¿Espera qué? —interrumpió Kitty, sorprendida—. ¿Por qué tacañas? No es nuestra culpa no tener tanto dinero.

La joven suspiró, y con un toque dramático, continuó.

—¿Pueden culparme? Mi sueño es abrir un café en la capital del subsuelo, para mí y mis amigas arañas. —Señaló unas cuantas arañas que subían a la mesa y saludaban tímidamente.

Twilight rodó los ojos, exasperada. Estaba a punto de responder, pero Kitty, siempre más paciente, la detuvo con una mirada.

—Es un sueño noble, pero esos precios… —intentó decir Kitty con diplomacia.

La joven la interrumpió, un brillo travieso en sus ojos.

—Dime, ¿eres humana, verdad, moradita? —preguntó, dirigiéndose a Twilight.

Twilight suspiró pesadamente, ya cansada de esa pregunta.

—Sí, soy humana. Caí al subsuelo no hace mucho y, desde entonces, todos quieren capturarme.

Ponytale™ (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora