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Carajo, maldigo. Sí, es lo primero en lo que pienso. ¿Saben lo que se siente que él, Toge, te mande a dormir en un segundo y tú instantáneamente lo hagas? Horrible, es horrible. No he soñado nada, me duele la cabeza, y presiento que este día que ni sé la hora en la que será, estaré de mal humor.

Abro los ojos y parpadeo cuando miro arriba, una y otra vez solo para ver que en el techo hay una pequeña hoja pegada, y al parecer con algo escrito. Él no está a mi lado como yo supuse que lo estaría, tampoco en la habitación. Me pongo de pie sobre el colchón de la cama y levanto mi brazo lo más que puedo para tomar la nota.

Disculpa por hacerte dormir con mi voz. Eso fue lo único que se me ocurrió cuando te vi incómoda y con las mejillas de un color como las fresas, rojas.

¿Rojas? ¡Rojas! Tuve que ser maldecida por mostrar mi vergüenza por medio de mis mejillas. Sea quien sea la que me tuvo, odio sus genes. Mordisqueo mis labios y, con una mano juego con el borde de la camiseta que aun llevo puesta, metiéndome en mis pensamientos. Otra vez, torturándome yo misma al intentar hallar respuestas con solo estar aquí, quieta.

Me bajo de la cama, dejo la nota sobre ella y voy hacia la puerta. No estoy molesta ahora, lo estaba antes de leer esa nota que, en vez de alegrarme, me avergonzó, y más de lo que creí estar. ¿Tendré ya un límite para ésto? Doy unos pasos hacia atrás y guardo la nota debajo del colchón, entre las sábanas, como si fuera algo realmente preciado para mí. La primera nota que guardo de él, en realidad. Ya que las otras las tiene en su libreta.

Me dirijo a las dos primeras habitaciones que están en los pasillos para encontrar su cabello blanco, pero no está, él no está en la cocina ni en la pequeña sala.

¿Dónde se ha metido?

—Toge.. —susurro, volviendo a la habitación, con suaves pisadas sobre la madera que provoca más ansiedad en mí, el sonido de cada paso que doy es aterrador. Y justo entonces mi pie tropieza por una madera que está algo salida, aumentando mis nervios.

«Un lugar seguro, un lugar seguro, un lugar... ¡la cocina!»

Voy corriendo a la cocina y me siento en el suelo junto al refri.

—Tranquila, respira, tranquila, respira —En este momento pude calmarme con mi propia voz, porque así lo hacía..

Antes.

Junto mis rodillas a mi pecho, sintiendo el corazón palpitar a gran velocidad. Estiré mi brazo para abrir lentamente el refrigerador y sacar un chocolate helado. Al menos esto me calmaría un poco. Cerré el refrigerador para luego quitar el envoltorio del chocolate.

Y antes de meterlo a mi boca, lo vi, recostado en la entrada de la cocina, algo agitado.

Y por un segundo creí ver a alguien más.

—Toge —dije en un balbuceo nervioso, dejando el chocolate a un lado. Verlo a él era más importante que una barra de chocolate. Sí, yo debo cuidarlo como... ¿como a alguien más? Me puse de pie, sin pensar en detenerme, y yo misma di un salto hacia él para luego caer en su encima. Lo que ocasionó que ambos nos fuéramos directo al suelo—. Te busqué por todos lados y no te encontré.

Cuando me separé de él, ver su rostro no fue lo que me esperé. Yo.. realmente vi a alguien más. Y ahora me sentía algo.. decepcionada.

𝙔𝙤 𝙡𝙤 𝙙𝙞𝙜𝙤, 𝙩𝙪́ 𝙡𝙤 𝙝𝙖𝙘𝙚𝙨 |𝑇𝑜𝑔𝑒 𝐼𝑛𝑢𝑚𝑎𝑘𝑖|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora