Epílogo

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Epílogo

El sol de octubre se filtraba por las ventanas mientras Anahí esperaba a que sonara la marcha nupcial. La iglesia era pequeña y podía a ver a Alfonso esperándola en el altar. Eliza y April habían ocupado sus asientos y había llegado el momento de cruzar la iglesia para ir al encuentro del hombre con el que se iba a casar.

Maddie estaba sentada en el lugar destinado a la madre de la novia, sonriendo. A la boda asistían algunos antiguos compañeros de instituto y uno de sus colegas de Los Ángeles hacía de testigo. La familia de Alfonso estaba sentada en los bancos que les correspondían y Alfonso había recibido incluso una cariñosa carta de los padres de Patty deseándole felicidad.

Anahí comenzó a cruzar sola el pasillo. Había pasado sola la mayor parte de su vida y quería hacer aquel último trayecto también sola. Iba a unir su vida a la de Alfonso Herrera y después, los dos formarían un equipo y se enfrentarían juntos a cualquier cosa que les deparara el futuro.

A la boda de April no habría podido sacársele un solo defecto y la de Eliza, celebrada una semana después, había sido preciosa. Pero, en secreto, Anahí pensaba que la suya era la mejor de las tres.

Le encantaban los vestidos que había elegido para las damas de honor. Ella se había comprado un vestido perfecto, elegante, femenino, blanco y muy formal.

Avanzaba lentamente, con los ojos fijos en los de Alfonso. Sentía el calor de su mirada, el deseo que había mantenido bajo control durante los últimos meses.

Anahí había regresado a California para dar la noticia y llevarse sus cosas. Al volver de Los Ángeles, lo había llevado todo a casa de Alfonso, pero ella se había quedado con Maddie en la casa recientemente rehabilitada.

Eliza y Cade habían alquilado un apartamento hasta que tuvieran la casa en condiciones y April y Jack llevaban ya tres meses en París. Habían vuelto a Maraville el día anterior para asistir a la ceremonia.

Mientras sonaba la marcha nupcial, Anahí se concentró en no tropezarse. Y, en el momento en el que llegó hasta el hombre al que amaba, le tendió la mano para tomar la suya. Nada a lo largo de aquel verano la había preparado para ese momento. Pero siempre había sido una amante del riesgo. Y aquél era el mayor riesgo de toda su vida.

—Queridos hermanos... —comenzó a decir el pastor.

Anahí sonrió. Sí, todas las personas reunidas en aquella iglesia la querían, aunque hubiera necesitado tanto tiempo para averiguarlo.

Fin

Peligrosas mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora