Apaga las luces

729 37 16
                                    

"Las apariencias engañan, siempre lo he sabido, soy el vivo retrato de la oscuridad y estoy condenada a consumirme en las llamas del infierno por un amor o quizás, una obsesión.

¿Qué estarías dispuesto a entregar por tus deseos? ¿Estarías dispuesto a jugar con el diablo? ¿Ahogarias las voces de tu conciencia?

Si tu respuesta es si, ven conmigo, toma mi mano, y te daré la bienvenida a mi mente; sólo por una noche. No te confundas, puede que creas que el juego, lo llevas tú, pero yo soy la sombra que se cierne sobre todos... y ten cuidado, un paso en falso y todo terminará, tan rápido como comenzó...

La familia es lo primero, me había repetido tantas veces esa frase que se había tatuado a fuego en la piel, como una brasa caliente.
En mi mundo, no hay culpas, no hay arrepentimientos, éste es un juego a todo o nada y ésta familia se mantendría unida hasta que yo quisiera" - Mariana, mientras tomaba su copa de vino tinto mirando hacia el inmenso vacío oscuro que creaba el cielo.

Lo sintió acercarse, siempre podía reconocer sus pasos sobre la tierra, confirmó que era él, cuando percibió el escozor en uno de los lados de sus nalgas. Lo que la hizo reír

- Que bueno que llegaste temprano - le dijo ella mientras César pegaba su cuerpo al suyo y comenzaba a tomar sus pechos a penas cubiertos por el pijama de tiras

- Hace mucho tiempo que duermo sola.
El no hizo caso a sus palabras mientras dejó un recorrido de besos húmedos por la piel de su cuello.

- Ya sé, el casino, los clientes, el nuevo salón - siguió Mariana mientras se sentaba en la encimera del baño

Él tomo su boca, duro, caliente, hambriento. Ella sabía increíble, se dejaron llevar mientras los gemidos comenzaron a brotar de sus cuerpos.

Ella quedó acorralada y correspondio a su beso abriendo su boca a la suya, tomándolo con la misma avidez, del mismo modo que la necesitaba. Del mismo modo que su desesperación los invadía. Se aferraron el uno al otro en silencio hasta que él levantó la cabeza. El calor ardiente brotó de su centro, se apoderó de su cuerpo, y corrió por sus venas.

Podía sentir la incipiente erección de él, sólo por ella, sobre su abdomen y la punta de sus dedos lentamente subir por su pierna, lo que la hizo erizarse por completo, deseaba que la satisfaciera, de pronto su piel se volvía más caliente... pero de un momento a otro, César se detuvo.

- No me jodas Mariana, no me jodas - se quejo soltandola al sentir el cilicio
- No sigue Cesar, sigue - ella intento acercarse de nuevo para besarlo a lo que él rechazó.
- ¿Vas a llamar al cura? Para que te autorice a follar conmigo - le hecho en cara
- Me lo quitó - dijo desesperada por encontrar el placer que solo él podía darle.
- ¿Qué quieres? , que cargue yo con la culpa de que te vayas al infierno.
- Cesar - llamó al ver que se marchaba a la habitación, dejándola iniciada y necesitada.

Mariana, era un torbellino, un laberinto en el cual me perdida y me encontraba. Eso me gustaba... me excitaba pensar que pasaba por su mente. Era eso lo que me hacía volver siempre a ella a pesar de todo.

La sentí recorrer con sus manos mi pecho desnudo debajo de las sábanas de la cama que compartíamos hace años, lo que me hizo sonreír. No se daría por vencida.

La pasión que la invadía contrastaba notablemente con su amor por dios.
Había pasado tanto tiempo, que ya no me preguntaba qué sentíamos el uno por el otro. El sexo, el deseo, la familia, la unidad, era todo lo que importaba, que las llamas del hades nos quemasen por eso.

Mariana se subió encima de sus caderas y tragó saliva. Podía ver la oscuridad en él. Verla estampada en sus características de granito, en el régimen brutal de su boca, pero sobre todo, estaba allí en sus ojos.

Luces Y Sombras || Mariana Y CésarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora