Capítulo 7

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Eres mía, lo has sido desde que mis ojos se cruzaron con los tuyos.

Eres mia.

Y aún asi, después de tanto tiempo no se si fuimos, si somos, si alguna vez volveremos a ser.

Eres mia y sin embargo éste sentimiento parece arrastrarme a la locura.

Los celos, me consumen y me arrastran al infierno.

Me hacen arder.

Eres mia repito una vez más, como si el hacelo tuviese sentido.

Juré poseerte y al hacerlo he caído en tú abismo.

Eres mia, tengo tu cuerpo, tú mente y tú alma.

Te he poseído, y al hacerlo he olvidado que lo que quieras poseer, te poseerá a ti también

Y aún así ¿sigues siendo mia? - César Lazcano.

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La furia oscurecía sus ojos.

- César - su nombre salió de sus labios como un susurro.

La vio frente a él con la sorpresa reflejada en su rostro; su cabello aun permanecía alborotado y su blusa arrugada le recordó la excitación de ella por otro cuerpo.

Los celos, lo invadían profundamente, mientras en su mente se reproducían una y otra vez cada caricia, cada gemido pronunciado por sus labios.

Con la respiración dificultosa, miró fijamente la mujer que lo torturaba y se ahogó con su propia sangre.

Ella dio un ultimo sorbo a su copa mientras se levantaba del sofá, aumentando la distancia que los separaba.

Entre la fatiga, la insatisfacción, la desilusión y la inseguridad, había logrado quedar reducida a un estado de desdicha y confusión tal que no podía estar quieta.

Cuando lo vio sintió algo parecido al miedo, sabia que él luchaba por controlarse, estaba ruborizado y todos sus músculos parecían tensos, luchaba intensamente por dentro.

Y aquello, extrañamente le gustaba.

- ¿Qué hacías con él?

Sus cejas se juntaron un momento y luego se enarcaron en un gesto inquisitivo.

- ¿Él? ¿Te refieres a Marcelo?

De pronto, escuchar el nombre pronunciado con esa cadencia casual le enfureció irracionalmente.

-Sí - respondió secamente

- ¿Acaso ahora te preocuparas por lo que haga con Marcelo? - preguntó, perspicaz - No significa nada para ti... ¿no fuiste tú el que desapareció? - agregó. - ¿Qué esperabas, encontrarme dormida?

Quería lastimarlo, conocía aquel sentimiento tan bien que sabia perfectamente que se consumía y su control comenzaba a desmoronarse.

- Tu estás muerto - le echó en cara una realidad - Y él no lo está

Atravesó la habitación con dos pasos, interrumpiéndola.

- Mariana ¿Qué has hecho con ese hombre? - la tomo por el cuello, aquel delicado cuello besado por alguien mas, obligándola a mirarlo a los ojos. - Te ha follado - aseguro, observando la verdad reflejada en sus ojos - se atrevió a tocarte el muy bastardo

La soltó como si su piel le quemara.

Se pasó una mano por el cabello. Las puntas cortas se levantaron desordenadas.

Luces Y Sombras || Mariana Y CésarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora