Prólogo

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Número casi cincuenta en que mis ojos se giraban por voluntad propia, solo lograba escuchar las voces distintas murmurando un sin fin de cosas a las cuales realmente no estaba prestando atención. Me sentía como en un partido de tenis, siguiendo con la mirada la pelotita invisible que se lanzaba de mi padre hacia cada uno de sus socios. ¿Por qué acepté venir a esta aburrida cena? ¡Oh, claro...! Porque no tuve más opción.  Suspiré sonoramente tratando de llamar la atención de Germán Calle, mi progenitor, quien claramente fingió no escucharme, como llevaba haciendo desde el inicio de su reunión. Harta de la situación cogí mi bolso de mano y me puse de pie para ir al tocador, me sentía realmente frustrada y aburrida. 

Mojé un poco mi rostro cuidando de no arruinar mi maquillaje, volví a suspirar y una sonrisa triste se apoderó de mis labios, aun sentía la ausencia del elegante anillo que meses atrás adornaba uno de mis delgados dedos. ¿Cómo pude ser tan idiota de permitir que  me asaltaran esa noche? Si eso no hubiese pasado, seguramente en este momento estaría en alguna otra parte del mundo disfrutando de mi luna de miel con Arturo, el hombre ideal que rompió nuestro compromiso solo porque no había podido cuidar bien del valioso objeto. Y es que ¿Cómo podría negarme a entregar algo en contra de mi voluntad bajo amenaza de un arma y unos hipnotizantes ojos verdes? De solo recordar algo dentro de mí se revolvía por completo, no entendía si era el guiño que me regaló al final o me estaba volviendo completamente loca. Seguro era la segunda opción. 

Regresé a mi lugar siendo recibida por la mirada acusatoria de mi papá, la cual, decidí ignorar. 

  —El lunes temprano nos vemos en la oficina para revisar los últimos cambios y firmar el contrato. —Juan Carlos Garzón estrechó la mano de mi padre mientras le dirigía esas palabras acompañadas de una sonrisa. 

  —Así es, Garzón. Que disfrute su fin de semana. —

  —Un gusto en conocerla, señorita Calle. Espero en algún momento poder presentarle a la mayor de mis hijas, tengo el presentimiento de que se llevaran bien. 

Sonreí forzada estrechando su mano y asintiendo simplemente por cordialidad, aunque el señor Garzón y su hija menor, Valentina, parecían ser buenas personas, no quería mantener ningún otro tipo de relación con nadie que tuviese negocios con mi padre, y no porque no me generaran confianza, si no, más bien, ya sabía la clase de movimientos que solía manejar Germán y no tendría cara para formar una amistad con nadie que trabaje para él. 

Llegamos a casa casi pasada la media noche, un caos nos recibió, patrullas con las sirenas encendidas obstruían el paso a la residencia, bajamos del auto y corrí lo más rápido que pude temerosa de que algo grave pudiera haber pasado, o peor aún, que la única persona que me importa hubiera sufrido un accidente. Los oficiales se acercaron a mi padre preguntando si era el señor de la casa para darle informes sobre lo sucedido.

  —Señor Calle, se nos informo de movimientos extraños dentro de su casa, su ama de llaves fue quien nos llamó muy alarmada. 

  —¿Qué clase de movimientos? 

  —Alguien entro a su hogar, señor Calle, las cámaras de seguridad fueron desactivadas pasadas las 11:40 de la noche, todo fue tan rápido. Afortunadamente no se llevaron nada más que un jarrón, ya fue levantada la denuncia, señor. 

  —¿Qué...qué jarrón? —Pregunté temerosa, mi papá no era muy fan de los jarrones como adornos, por eso, solo conservábamos ese, así que la pregunta sonaba estúpida, pero una parte de mí quería que en mi casa existieran más jarrones y no solo ese, era de las pocas cosas que aún conservaba de mi mamá. 

  —El jarrón de su mami, señorita Daniela. —Respondió Adela, ama de llaves de completa confianza de mis padres desde antes de mi nacimiento. Quise correr para verificar con mis propios ojos lo que decían, pero las cintas color amarillas que prohibían el paso, me impidieron entrar. 

  —No puede entrar, señorita, debemos verificar que ya no haya nadie más allá dentro. 

Ignoré a los oficiales y crucé por debajo de la cinta, corrí directo al lugar de la sala donde se encontraba el retrato de mi madre y frente a el, estaba vacío, entre tantas cosas costosas que hay en esta casa, decidieron llevarse aquel jarrón artesanal que alguien había obsequiado a mi mamá justo el día en que se enteró que yo venía en camino. Me permití llorar, casi como el día de su partida, era lo único que me quedaba de ella, eso y...

Corrí hasta mi habitación desesperada con el cuerpo temblando y las lagrimas queriendo escapar de mis ojos, lo que no esperé fue encontrar un ramo de rosas rojas sobre mi cama junto a una nota con una perfecta caligrafía. 

—No debería ser legal pensarte como te pienso, ni tampoco soñarte de la manera en que te sueño. 

G.G

Bajo la nota, el anillo que Arturo me había obsequiado como compromiso. Lo tomé entre mis dedos, si siguiera siendo la misma idiota de antes, seguramente habría estado demasiado feliz y con el teléfono en mano llamaría a mi ex novio para pedirle que por favor, volviéramos y retomáramos nuestros planes de boda, pero ahora, después de esa noche en que me asaltaron, no he podido sacarme de la cabeza esos ojos verdes que me cautivaron, me senté sobre la orilla de la cama con la nota en una mano y el anillo en la otra jugando con ambos objetos, al mirar el reverso de la tarjeta, noté como contenía más texto. 

 —Si quieres recuperar el otro objeto, te veré el lunes en la empresa de tu padre. Sé que trabajas para él, así que espérame en tu oficina. 

Pude salir corriendo y darle la nota a los policías, pero realmente quería recuperar el jarrón de mamá, no me interesaba denunciar a nadie si así podía tener de vuelta el recuerdo más preciado de la mujer que me dio la vida.

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Bienvenidos a un nuevo fanfic en colaboración con Kuquiss_Soria

Esperamos que les guste y estén pendientes de ambas actualizaciones.

Hasta pronto.

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LIMERENCIA.  (CALLE Y POCHÉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora