Cambios

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No podía estar tranquilo, mirando ala pelinegra dormida con un semblante mas estable y una pequeña sonrisa tratando de escapar de sus labios, aun con marcas de lágrimas en sus mejillas. Raizel sentía que era apuñalado incontables veces en el pecho, acariciaba dulcemente los mechones ahora cortos de su hija, su mirada reflejaba dolor. Dolía, realmente dolía, nunca había sentido ese tipo de dolor. Ver a su pequeña hija en ese estado de tristeza, sumergida en la inseguridad y la tristeza, le dolía y mucho.

Escuchó el sonido de la puerta abrirse en la habitación, la presencia de Frankenstein era única.

- ¿qué ocurrió? - su voz tenia un tono de preocupación.

- Ragnar agredió a Hastam -la voz monótona y melancólica de Raizel resonó como un susurro apenas audible.

- ¿cómo esta Hastam? - la voz del mayor no dejo de sonar preocupada, ahora centrándose en el menor de sus hijos.

- Esta bien, algunos golpes, pero bien - aclaro el rubio agachándose para besar al pelinegro en los labios, siendo correspondido en un dulce beso que demostraba compresión y apoyó.

Se quedo viendo y contemplando aquella ventana que era un recordatorio de todos los siglos que paso sólo, soltó un suspiró.

- Raizel, creo que seria bueno para Hastam convivir con los humanos, y también ayudara a Raisa a despejarse - opino el rubio mientras abrasaba a su pareja desde la espalda, recargando su mentón entre el cuello y hombro del más bajo, él cual se limito a asentir, dándole la razón a aquel hombre que se robo su corazón.

- Puede que tengas razón, los humanos son de alguna manera menos complicados -.

Giro su cuerpo para abrazar mejor al rubio, apoyo su rostro en el pecho de Frankenstein hundiéndose en su pecho.

- No quiero que les pase nada - la voz que salió de sus labios fue triste y melancólica, como si su alma y ser se hubieran hundido en un averno de tristeza.

Podía sentir el dolor de su pareja, sabía que Raizel no estaba bien, y esperaba que el viaje con los humanos lo hiciera mejorar su estado junto con el de sus hijos, además siempre le han fastidiado la mayoría de los nobles.

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- Siempre me sorprende la cantidad de dinero que tiene, jefe - mencionó Tao con un suspiro cansado mientras apoyaba sus manos en su espalda y se estiraba.

- Es linda, ¿no? - dijo Hastam con una sonrisa entusiasta, nunca había salido de Lukadonia.

Raisa miraba alrededor observando con curiosidad las casas que rodeaban la mansión de su padre.

- bien familia, entremos - dijo alegre el rubio mayor al mismo tiempo que abría la puerta, dejando pasar primero a Raizel seguido de sus hijos y luego él, dejando atrás a los humanos modificados.

- que cruel, Jefe - menciono indignado Tao.

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La pareja de padres se encontraban en la sala, el rubio besaba al pelinegro por todo su rostro, pequeñas y melodiosas risas salían de los labios del mayor, le encantaban los besos de su amado Frankenstein.

- Eres hermoso Raizel - suspiro contra el cuello del mencionado.

Pequeños suspiros salían sin consentimiento de los labios de Raizel, aunque fueron remplazados por risas divertidas por las cosquillas que le provocaba el rubio. Los besos de Frankenstein descendieron ala clavícula del pelinegro, fue ahí donde el Raizel no pudo evitar soltar un gemido y acariciaba los rizos dorados de su amante.

- Frankenstein - gimió Raizel pegando su cuerpo al de su amante.

Raizel pasó sus piernas sobre las caderas de Frankenstein, entre besos apasionados, caricias insinuantes, y los insinuantes movimientos de cadera del pelinegro sobre el regazo de su amante.

- mamá.

La voz de Raisa en el umbral de la puerta los hizo separarse, la pálida piel de Raizel se encontraba totalmente teñida de rojo y desviaba su mirada de su hija. Por otro lado Frankenstein portaba un semblante lúgubre, con su esfuerzo de no sonrisa irritada.

Raisa se cubrió su rostro avergonzado con sus manos, retrocedió y hecho a correr.

- ¡Perdón! - grito la pelinegra mientras corría fuera de la mansión.

- Creo que deberías hacer la cena, Frankenstein.

Exaltado el rubio estuvo a punto de protestar habiendo olvidado su puesto como sirviente de la nobleza.

- si, maestro.

Raizel sintió una punzada en su pecho, hace bastante tiempo que Frankenstein no lo llamaba tan formalmente, o por lo menos no desde que Raisa nació. Aunque quisiera decir algo el rubio se fue ala cocina con indignación.

Frankenstein sabia que su amado Raizel se encontraba triste por su berrinche, actuó de forma inmadura por una intrusión de su hija, la cual no tenía intenciones de interrumpir.

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Hastam se encontraba en el patio delantero de la mansión, se asomó por la barda al ver unos ojos marrones curiosos desde el otro lado.

- Hola - dijo algo más alto de lo necesario, asustando al rubio, - soy Dalia Mors - saludó la joven energética.

Algo extrañado Hastam contesto el saludo con una reverencia como le enseñó su padre.

- wow, que formal - burlo la morena mientras se recostaba en la barda de metal.

- ¿y cómo te llamas chico lindo?.

- Cadis Etrama Di Hastam.

La chica hizo una mueca confusa por lo dicho por el otro joven, se rasco algo incomoda cerca de la parte trasera de su oreja.

- puedes llamarme simplemente Hastam - dijo comprensivo al percatarse por no saber como llamarlo la joven.

- bueno Hastam, ¿qué edad tienes?, yo tengo 15 años.

El joven parpadeo confundido el tiene más de 145 años, ¿qué debería decirle?.

- Tengo 14 años - aseguro sonriendo ligeramente.

La joven salió corriendo ante el llamado de su madre. Unos minutos después corrió hasta la entrada del jardín, enfrente de la cerca de madera negra, con una canasta en una de sus manos mientras que la otra la agitaba como si no la hubiera visto.

El menor de la familia se acercó curioso ala joven humana, le abrió y ella le tendió la canasta llena de galletas de chocolate y roles de canela.

- Mi mamá lo hizo para ustedes, es un obsequio de bienvenida.

El tomó la canasta y brindo nuevamente una reverencia.

- Gracias.

Raizel dejo caer suavemente su mano sobre el hombro de su hijo para que se percatara de su presencia.

- Delicioso - dijo con la boca llena del sabor al chocolate, azúcar.

Dalia no pudo evitar sonrojarse al ver al guapo joven frente a ella. Era súper guapo. Agarro a su nuevo amigo del brazo y lo acerco a su cuerpo.

- ¿Me presentas a tu hermano? - cuestiono entusiasmada y decidida a conquistar al guapo joven.

- Es mi mamá.

Dalia miró al hombre, luego a Hastam, y aunque quisiera no podía evitar ver el evidente parecido.

- ¿mamá?.

Hastam asintió, y repitió la palabra "mamá".

He vuelto con todo, y esperó seguir así.

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