🥀 Capítulo 70 🥀

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Al igual que su cigarrillo la pasiencia de don Gustav Meier se estaba agotando tras cada calada continua que a éste le daba, la ceniza caía poco a poco sobre el cenicero cual grano en un reloj de arena.

El respetable hombre fornido lentamente vacío el humo de sus pulmones y dió unos cuántos pasos frente a la gran mesa, siendo seguido por varios pares de ojos a la vez.

Nadie que estuviera presente entre aquellas cuatro paredes se atrevía a decir una palabra. A menos que quisieran faltarle el respeto al amo y señor del lugar, todos sabían te ante mano por las facciones del pelinegro que esté se encontraba molesto a un que tratara de disimularlo.
Y definitivamente ninguno de los hombres quería preguntar el porqué.

Después de todo ya se hacían una suposición sobre el hecho que podía molestarlo.

El asiento que debía estar ocupando su primogénito estaba vacío, lo que le resultaba extraño a la mayoría de los que se encontraban presentes.

Oswald estaba ausente del dichoso salón de reuniones, sitió donde frecuentaban planear los próximos enfrentamientos o ataques hacía sus contrarios.
Y la reunión que se llevaría acabo esa misma tarde era sin lugar a dudas una de las más importantes, una que absolutamente nadie podían perderse, ya que debatirian como librarse de sus adversarios más recientes y peligrosos, cuyos eran los italianos que llevaban por apellido los "Escaletta".

Matar o morir, era el lema del señor Meier, y tal cuál sus palabras, tenía que llevarlas a cabo en el lapso de tiempo más corto que pudiera.

- Michael - Dijo Gustav finalmente, con la voz gruesa y lo bastante alto para llamar la atención de su amigo y mano derecha - Ve a buscar a mi hijo y no tardes mucho en ello - Procedió en un tono autoritario mientras se encaminaba hacía la mesa de licores para servirse un brandy.

Al igual que todas sus peticiones ésta fue cumplida inmediatamente por el receptor, Michael empujó su asiento hacia atrás, provocando que el molesto chillido del metal contra el piso sonará por el lugar al momento de levantarse, aliso su saco una vez que se puso de pié y a paso apresurado abandono la estancia.

Comenzó su trayecto recorriendo el enorme pasillo que conducía a diversas habitaciones de la casa, y a su vez, aprovechaba para observar brevemente através de todas las puertas que estuviesen abiertas en un intento por tratar de encontrar al pelinegro en el interior de una de estas, pero fue en vano.

Cosa que puso pensativo por un momento al hombre regordete a medida que continuaba con su misión.

<<¿Dónde podrá estar?>> Se preguntó así mismo.

Puesto que si había algo que podía ser poco creíble, era que el hijo de Gustav fuera distraído e irresponsable.

Oswald no era en absoluto el tipo de hombre olvidadizo que llegaba tarde a las juntas importantes, a decir verdad siempre estaba a tiempo en dicho lugar, e inclusive muchas de las veces era el primero en estar sentado frente a la mesa antes de que todos llegarán a ocupar su asiento.

Más sin embargo en esta ocasión era la mismísima excepción.

A medida que Michael avanzaba comenzó a sudar debido a su sobre peso y el esfuerzo ejercido, limpio algunas gotas de sudor que resbalaban por su frente y algo agitado detuvo su andar en secó tras decidir tomar un respiro a escasos metros de la oficina de su amigo, recargó su corpulento ser en uno de los muros negros y sacó de su bolsillo izquierdo un pequeño paño para limpiarse el exceso de transpiración.

Con cuidado paso la suave tela por su frente, seguido de su cuello y a escasos segundos de proceder con sus mejillas un extraño ruido proveniente de la oficina de su colega lo hizo frenar.

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