Se conocían, a una paciente distancia que los volvía inalcanzables.
Aquella luz brillaba sola, asustada, completamente ciega a la sombra que siempre la acompañaba.
Un paso firme marcó el ritmo rápido, acelerado, de su carrera desenfrenada.
Inhaló con fuerza y sus sentidos, alertas, solo escucharon que el silencio se rompía con el crujir de las hojas secas mientras avanzaba.
El invierno había llegado y ese frondoso bosque, que precedía la entrada a su aldea, aún se mantenía verde, a pesar de la estación en la que se encontraban.
"Un poco más, un último esfuerzo".
Las puertas grandes e imponentes de Konoha deberían estar cerca.
Tropezó con un tronco en el suelo y se levantó con dificultad por el cansancio de llevar horas en ese ritmo constante y sin pausas.
Necesitaba llegar, necesitaba avisar.
Pero su cuerpo comenzó a fallar producto del agotamiento y las heridas que adornaban su blanca piel; algunas más profundas que otras. Su rostro, mantenía una expresión que evidenciaba lo trabajoso que le significaba continuar avanzando; sus ojos castaños estaban hinchados y algo deformes producto de algún golpe pero pasaban desapercibidos detrás de esas oscuras gafas que lo definían; y su cabello castaño oscuro y que llevaba siempre debajo de una pañoleta con su banda ninja, se pegaba en su frente, sucio y con sangre.
Volvió a caer, y ahora, al intentar levantarse, sus brazos cedieron. Sus ojos se comenzaron a nublar y pensar se volvió difícil. No podía continuar.
Se detuvo, se giró para quedar de espaldas a la tierra mojada y un pequeño Kikaichū apareció; porque él no se iba a rendir, aún tenía un último recurso.
—Ve por ella.
Una pequeña luz brillaba, tímida, en la oscuridad.
Se levantó de su sillón inquieta, con una sensación de ansiedad que no lograba explicar y caminó hacia el balcón de su pequeño departamento, ese que hace muy poco había logrado adquirir.
La brisa del invierno la recibió nada más al cruzar el ventanal y llevó sus ojos grandes y claros, tan característicos de su clan, al oscuro cielo. La luna reinaba en esa noche estrellada, y en el silencio de la ciudad que iniciaba su descanso, permitió que el aire helado rosara su piel mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.
Llegar a ese momento, a ese instante de su vida, no había sido fácil, crecer en la humillación de su clan, vivir los horrores de una guerra y la muerte, habían dejado huellas que jamás podría borrar. Entender, que la vida no siempre tiene un final feliz había sido difícil, pero lo había aceptado.
Las libertades y privilegios siempre vienen con un precio alto a pagar y ella había elegido, al menos, el suyo.
Aceptar un matrimonio político y sin amor no había sido difícil cuando supo que, con eso, Hanabi sería la elegida para liderar el clan; su hermana era su sol, su vida, su corazón.
Cerró los ojos al recordar la oposición de su hermana ante su decisión; Hanabi no estaba dispuesta a entregar la libertad de Hinata por un título. No podía, no quería, pero una de las dos debía escoger ese destino.
Y eso fue todo lo que necesitó para permanecer firme en su posición: Hanabi era lo que el clan necesitaba.
Aquella voluntad, fuego y fuerza del corazón de su hermana, junto a sus habilidades en el combate serían necesarias para enfrentar a quienes buscaban mantener las viejas costumbres, y liberar a la rama secundaria. Y ella siempre estaría a su lado apoyandola.
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Sombras
FanfictionSe conocían, a una agradable distancia que los volvía inalcanzables. Aquella luz brillaba sola, asustada, completamente ciega a la sombra que siempre la acompañaba.