Tiempos y encuentros

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Con notas suaves, dulces y constantes, aquella antigua estrofa quedaba atrás.

El silencio, pensado y tenso de la noche se expandió, como la niebla; lento y denso.

Su mirada buscó esos ojos castaños, en los cuales confiaba, a su izquierda, y luego, se volvió a su derecha para encontrar esas oscuras gafas mirando en su dirección.

Asintió, con un movimiento de cabeza, aquel acuerdo sin palabras, y volvió su vista al frente.

Palmas y puño en posición, preparada.

Piernas listas y separadas, en una ubicación perfectamente estudiada.

Cada músculo de su cuerpo se encontraba entrenado para la acción.

Alerta.

Y la brisa nocturna, cálida, del verano, se coló entre los árboles del bosque en el que se encontraban; moviendo las ramas y hojas. Anunciando, el tan ansiado desenlace.

El chakra fluyó por sus venas hacia sus ojos, y su técnica ocular se activó: tres por la izquierda 5 por la derecha. Sus manos, dieron toda la información que sus compañeros necesitaban en movimientos precisos y fluidos.

Como siempre lo habían practicado, esperaron a que el enemigo estuviera a un rango aceptable.

—Ahora—susurró.

Kunais volaron, incrustándose en los troncos de los árboles, y otros sacando chispas al encontrarse.

Sus respiraciones se agitaron con los rápidos movimientos, y tan pronto como se separaron, se reagruparon.

Siempre juntos; esa era la forma que habían aprendido a luchar. A vivir.

Y diez minutos bastaron para ganar ese combate. Recogieron el objeto robado y se marcharon.

Una nueva misión que habían completado.

Los días continuaron pasando, en aquella secuencia interminable, imparable, que consumía el tiempo sin piedad; que avanzaba, sin importarle nada.

Grano a grano, ese reloj dejaba caer su arena, recordándole lo que ella prefería no mirar; ese final que ella sabía, llegaría sin dudar.

La primavera terminó, y el verano llegó, entre misiones, rutinas y encuentros.

—¡Ouch!.

—¡Kiba!

La mano de Hinata voló inmediatamente a la de su compañero, que la agitaba en el aire con dolor, mientras Shino tomaba la bandeja de galletas que el Inuzuka estaba sacando del horno.

Con su característica calma, el Aburame terminó la tarea y dejó la bandeja en una mesa; Hinata, abrió el grifo y permitió que Kiba colocara la mano para aliviar el dolor de la quemadura.

—Kiba —comenzó Hinata, mientras se sentaba a la pequeña mesa de su comedor a cenar —Estás distraído ¿ocurre algo?

Shino se sentó en su lugar, mientras los observaba, y asentía en acuerdo con su compañera, a lo que el Inuzuka solo suspiró y respondió cruzándose de brazos, dejándose caer en su silla.

—Estaba pensando en...—rascó su nuca con nerviosismo, en un gesto que ellos ya habían visto que tenía cuando estaba incómodo —ahg.. Hinata ¿puedo ir contigo en tu viaje?

La mirada de la Hyuga mostró sorpresa al escucharlo, y más aún al notarlo tan serio al oírlo, pero lejos de disgustarle la idea, le agradó. Un viaje así, como el que ella se había planteado y que sería el último antes de entregarse a su deber, era un hito importante; sumar a Kiba, no podía más que hacerla feliz.

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