Inalcanzables

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El alegre y metálico sonido de las pequeñas campanas de la puerta de entrada anunciaron el primer cliente de ese nuevo día.

El olor, suave y tan característico de las flores, le dió la bienvenida, seguido de esos colores y formas que hacían que la primavera viviera siempre en ese lugar. La florería Yamanaka era, sin lugar a dudas, un espacio que sabía como mantener su clientela.

Solo faltaban un par de mariposas, aunque a veces, también se veían por ahí...

Caminó a paso lento y sin prisas, con las manos en los bolsillos, y avanzó hasta llegar al mostrador; ese día no iba precisamente a comprar.

Oh, no. Había algo más.

—¿Shino?

Ino se levantó de la silla, en la que estaba cómodamente leyendo una revista, para acercarse al mostrador, rápidamente, mientras sonreía. Las conversaciones con ese particular cliente siempre eran de lo más entretenidas.

—Buenos días, Ino.

—Buenos días para ti también—contestó—. Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?

—Hinata.

Inmediatamente se asomó una sonrisa en el rostro de la rubia al escucharlo; ese último año, la Hyuga y el Nara se habían vuelto su novela favorita: romántica, suave, dulce y con el toque de drama necesario.

—Oh, no tengo de ese tipo de flores por aquí—respondió.

Shino sonrió ante la pequeña broma de su compañera para luego apoyar sus codos en el mostrador, más en confianza.

—Y Shikamaru —continuó—, supongo que esas si las conoces.

—Puede ser...—le dijo—, pero depende de para qué las quieras usar. Soy muy selectiva al vender las de ese tipo.

—Me parece justo—indicó el Aburame—, pero creo que te podrían interesar mis intensiones.

Esta vez, fue el turno de ella de inclinarse y apoyar sus codos en el mostrador y su mentón en su mano. Signo de que estaba totalmente interesada en el tema y Shino lo entendió.

—Verás—comenzó—, siento que es momento de acelerar un poco su situación.

—Quieres presionar—resumió ella—, que se vuelvan novios de una vez.

Negó, pero mantuvo una pequeña y calmada sonrisa.

—Solo quiero darle una oportunidad a Hinata para que pueda decir lo que siente.

Y como toda buena novela romántica, Ino supo que estaba llegando al climax de la situación.

—¡Oh, dios mío!—exclamó con emoción—¿Entonces... entonces ella sí quiere a Shikamaru?

La sonrisa de Shino se agrandó un poco más, divertido, más no aclaró la situación.

—No es mi secreto para contar—indicó.

Pero las palabras del Aburame, en vez de serenarla, solo la hicieron emocionarse más; era una confirmación entre líneas.

—Tengo la solución—indicó—, en dos días más será mi cumpleaños, y me están entrando unas ganas enormes de ir a acampar; el clima está perfecto y habrá lluvia de estrellas.

—Y, supongo, que quieres celebrarlo con todos.

—Por supuesto—respondió.

Pereza, era una palabra bastante común en su vocabulario; hacer absolutamente nada era algo que lo caracterizaba y mirar las nubes también.

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