Se podría decir que la vida de Renjun siempre fue de color rosa. Familia perfecta con padres perfectos, casa perfecta y un gato perfecto. Buena situación económica, padres inteligentes, hijo inteligente. Amigos... Los justos, pero los mejores. Renjun era talentoso, todo se le daba bien en la escuela y podía organizar su tiempo con facilidad para poder estudiar, ir a sus clases de piano y quedar con sus amigos.
La vida de Renjun era perfecta y Renjun era perfecto.
Todo era perfecto hasta ese día.
Blanco era el color que veía ahora. Por fin, abriendo sus ojos con dificultad, pudo divisar más que la luz led del hospital en el que se encontraba. Miró a su alrededor, distinguiendo al chico que lo había ayudado en la cafetería. Sus padres no estaban, eso lo confundió.
—Despertaste. —La voz ronca sobresaltó a Renjun, quien giró su rostro para encontrar al rubio junto a él. —Soy Jaemin, encantado.
Jaemin sonrió a Huang y este le devolvió la sonrisa de una forma forzada.
—Me llamo Renjun. —Musitó.
Ahí cuenta de que sentía su cuerpo como nuevo, era como si nada hubiera pasado, parecía magia lo que hacían en ese hospital. Sin embargo, al recordar eso, un sonido angustioso salió de sus labios, comenzando así un inocultable llanto. Na se acercó a él, abrazándolo y acurrucándolo en su pecho mientras acariciaba los cabellos de aquel adolescente desconocido. Cuando había visto al menor de esa manera en su cafetería, rápidamente había acudido en su ayuda, pues no eran pocas las (y los) jóvenes que llegaban al local de esa manera.
—Todo estará bien, Renjun. Aquí estarás a salvo.
Las palabras de Jaemin estremecieron al pelinegro, que había dejado de llorar minutos después de que el más alto lo abrazara.
—Yo... Me gustaría irme a mi casa... —Pidió secando las lágrimas que aún no eran reabsorbidas por su piel.
Jaemin chasqueó la lengua, pero, después de vacilar un poco asintió con la cabeza y se levantó tendiéndole la mano al menor.
El camino fue silencioso. Era un día tranquilo, había poca gente en la calle, los parques solitarios, con apenas uno o dos niños jugando en los columpios.
—¿Qué clase de padres dejan a sus hijos solos en el parque?
El rubio solo se encogió de hombros en respuesta a la pregunta de Renjun.
Otra vez silencio.
Renjun quería llegar rápido a su casa, no quería que nadie le viera. Sus ojos nerviosos viajaban sin parar de un lado para otro mientras jugaba con sus manos nerviosamente, arrancando pequeños pellejos de sus dedos.
—Tranquilo, no está por aquí. Nadie te va a hacer nada. —Jaemin miró a Renjun con intensidad después de decir aquello, para luego sonreír otra vez y mirar de nuevo al frente.
El momento esperado llegó al fin. El pelinegro no tardó en abrir la puerta de su hogar y cerrarla tras él, sin siquiera invitar al joven. Quería desaparecer de la faz de la Tierra. Ni siquiera avisó a sus padres de que había llegado, solo quería encerrarse y salir nunca más.
Renjun no volvió a salir de su habitación.
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como podéis ver, los capítulos no van a ser muy largos, rondarán las 500/1000 palabras, tal vez un poco menos de 1000, ya que mi idea es hacer una historia más o menos corta.