5. Un Nuevo Comienzo

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El aire fresco de la tarde es sumamente reconfortante. Mikasa cierra sus ojos y permite que el viento desordene un poco sus cabellos. Sus piernas y brazos se sentían entumecidos por el arduo trabajo del día de hoy, empero, no importaba, lograron terminar de limpiar todo el lugar.

En lo que ella descansaba y se relajaba a las afueras de la tienda, Onyankopon terminaba de desechar los últimos sacos llenos de tierra y madera rota. Su bufanda roja yacía sobre su regazo para poder así, aliviar el calor que se había apoderado de su cuello y rostro.

La voz alegre y pasos fuertes de Onyankopon la sacan de su ensoñación. Ve como él le extiende un vaso lleno de agua. Al tomarla, una leve sonrisa a medias se apodera de su boca al percatarse de lo fría que está.

—Gracias.

El alto hombre realiza un ademán de que no era necesario darle tanta importancia y toma asiento en la silla que se encontraba al lado de la muchacha.

—Fue un trabajo duro —comentó él, posterior a beber un largo sorbo de su vaso—, pero logramos acabar. Todo fue gracias a ti, Mikasa.

—No es nada.

El silencio los cubre y permanecen así unos minutos. Onyankopon ha aprendido los últimos días la persona de pocas palabras que puede llegar a ser Mikasa, lo respetaba y por ende no la forzaba a hablar. A él le encantaba contar anécdotas, las respuestas concisas y asentimientos de la chica eran suficientes para hacerse sentir escuchado. Sumando que, sus silencios ya no eran incómodos, sus presencias eran confortables para el otro.

La relación "más allá de compañerismo, pero menos que amistad " era rara, pero interesante.

—Y dígame, ¿Qué hará a partir de ahora?

—¿Discul...?

Oh, cierto.

Ya habían finalizado la limpieza, ella ya no tenía la obligación —voluntad— de ir allí. Su amable "obra de caridad"  terminó.

Sí, tenía que volver a casa.

Pero...

Si regresa a su casa, se sentaría en el sillón y luego, luego... ¿Qué?

Todos tenían algo en que despejar la mente y abolir sus pecados, todos excepto ella.

—Yo... No lo sé —respondió finalmente, decaída.

—¿Y qué tal si nos ayuda a el capitán Levi y a mí con la tienda? —la joven giró a verlo con los ojos ensanchados—. Bueno, como dije anteriormente, fue de gran ayuda en cuanto a la limpieza. Pienso que podría ser lo mismo con la atención a los clientes. Ya sabe, tres actúan mejor que uno. Pero, si no acepta, está bien, respetaré su decisión.

Mikasa medita unos segundos. No era tan mala idea, se acostumbró rápidamente a la presencia cálida de Onyakonpon y la silenciosa pero latente del capitán. La Mikasa de los últimos tres años ha estado triste, decaída y culpándose una y otra vez del porqué no hizo tal cosa o porque no dijo tal otra. En cambio, la Mikasa de los últimos tres días sonrió varias veces, su corazón ya no dolía y se auto percibía más relajada.

¿Esta era su oportunidad de reivindicarse? ¿La oportunidad de un nuevo comienzo?

«Tú decides quien quieres ser»

—Lo haré. Acepto, Onyankopon.

El hombre asiente con una expresión de satisfacción antes de girar su vista hacia las personas que caminaban por la transitada calle. Ella se concentró en vaciar el contenido de su vaso.

Tal vez, no se arrepentiría de esta decisión.

Tal vez, no estaría mal recorrer un nuevo camino.

Al final, ella ya era una mujer libre que no tenía la necesidad de pelear para sobrevivir.

Libre.

«Tú decides quien quieres ser»

Libre de elegir.

Libre de tomar decisiones.

Libre de si aferrarse al pasado o dar un paso hacia el futuro.

A unos contados metros de la entrada de su vivienda, sus pies se detienen, la dirección de su cabeza apunta al cielo pintado de tonos anaranjados.

—Eren ya no está a mi lado, Armin ya no necesita de mi protección...

"¿Quién soy?"

Guía una de sus manos al lazo que mantenía su oscuro cabello atado en una alta coleta. En el mismo instante en que lo suelta, una potente brisa hizo bailar sus largos mechones de un lado al otro antes de, por fin, dejarlos caer sobre su espalda.

—Mi nombre es Mikasa —miró de reojo la venda que cubría su muñeca—, soy perteneciente a los clanes Ackerman y Azumabito... Y soy una mujer libre.

𝑺𝒕𝒂𝒚 𝑾𝒊𝒕𝒉 𝑴𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora