15. Entrega

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El tiempo transcurre y Mikasa está cada vez más presente en su vida. En las mañanas, prepara el desayuno para luego irse con él a trabajar juntos. En el camino a la tienda, hablan y disfrutan de la brisa mañanera y abrasadores rayos del sol. En las tardes, ambos descansan un rato en la misma mesa y cuando los clientes están muy ocupados en sus asuntos o no hay muchos por atender, Mikasa va rápido a su casa para recoger mudas de ropa. En la noche, lo acompaña hasta la cabaña, prepara la cena, toma un rico té y se va a dormir a su lado en su amplia cama. Realiza la misma rutina todos los días.

Asegura que ha pasado más tiempo con él en la cabaña, que en su propia casa en los últimos cinco meses.

¿Era pública su relación? Lo sabían los más allegados, aunque era evidente que varios habitantes de la isla lo especulaban o lo daban por hecho.

¿Los besos? Son más recurrentes, más largos y menos tímidos. Esto, ha ocasionado sensaciones en él que nunca experimentó, o piensa no haberlas experimentado antes.

A veces se maldice por ser un bastardo pervertido, pero se recuerda que es algo normal, que son los estímulos de su cuerpo reaccionando ante los encantos de Mikasa mezclados con los tantos años llenos de soledad y abstinencia.

Cada que su ojo sano se enfocaba en ciertos lugares del cuerpo de la joven, los desviaba enseguida, porque la respetaba. Sin embargo, era difícil. Mikasa era mucho más hermosa con cada segundo, minuto, hora y día que pasaba. Más deslumbrante, más tierna, más risueña y más sensual.

Cuando se agachaba para trabajar en el huerto o en él jardín en ratos libres, se entretenía con cualquier cosa insignificante con tal de no ver su trasero.

Sentarse en sus piernas cuando estaba en la silla de ruedas, se volvió costumbre para ella, y para él, una tortura. Apretar sus puños para evitar tocar sus níveos muslos, dolía.

Ella parece no darse cuenta, tampoco parece tener ese tipo de "problema" con él, y lo entendía. Su físico no era atrayente. Nunca se consideró alguien guapo. Sus ojos eran pequeños y ojerosos, su estatura baja y su piel pálida. Sumando que, ante el ojo público, no cumplía el aclamado estándar de belleza, como si lo hacían soldados como Erwin o incluso Mike.

Ahora con profundas cicatrices en gran parte del rostro e inválido, la palabra "lindo" y él, no iban a la par. Si las cosas fueran diferentes, al igual que antes, seguiría siendo indiferente al tema. Empero, ahora está con ella y no podía evitar inquietarse ante el amargo que yacía en su interior por culpa de esa estúpida inseguridad.

(***)

—Que cansada estoy —comentó abatida Mikasa, dejándose caer de espaldas a la cama. Él la observaba de pie a pocos metros—. Que bueno que comimos afuera.

—Es tarde. Toma un baño para que puedas estar más cómoda.

—¿No quieres té hoy?

—No si estás tan agotada. Ve. Iré después que tú.

Mikasa exhala bruscamente al ser consciente que debe pararse a pesar de todo el agotamiento que ahonda en su cuerpo. En cuanto lo hace, toma su bolso y con pasos flojos, anda hasta el baño.

No tarda mucho en salir: limpia, refrescada y vestida con un liso camisón blanco. Tampoco demora en lanzarse de bruces sobre la cama otra vez.

Levi rueda sus ojos frente su actitud y va a tomar su ducha.

Su ceño se frunce al verla boca abajo en el puesto que no le correspondía, específicamente, en su puesto. Masculla dejando la toalla a un lado. Con su rodilla sana, se apoya en el colchón y con una de las manos situada en su cintura, la voltea, ganándose un reproche de su parte.

𝑺𝒕𝒂𝒚 𝑾𝒊𝒕𝒉 𝑴𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora