La apuesta

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El ambiente que tenía la situación actual era algo divertido de disfrutar por lo que era hora ideal para despertar al invitado de honor. Procedí a caminar hasta donde estaba para darle una fuerte patada en el rostro a este mugriento joven mientras gritaba incesantemente:

—Despierta maldita sea.

La mueca de dolor en su rostro y unos oscuros ojos reflejando el odio apenas contenido de aquel sujeto era algo que disfrutaba observar. Me arrodille como si fuera a ver una hormiga y tome de su cabello para girar su cabeza logrando así que mi rostro estuviera dentro de su campo de visión. Ahora él era el director de su sufrimiento. Chillé emocionado:

—Aun no acaba esta ópera trágica que presagia tu fin, así que quiero que grites más alto grita hasta que el infierno sienta piedad por tu miserable y ruin alma.

Este sentimiento que ardía en mi pecho me es gratificante, es un éxtasis verlo sufrir bajo mi mano. La sonrisa del invitado era algo que me desconcertó, pero a la vez me alegró. Esa mueca sonrisa pretendía desatar mi furia contra él con el único propósito de que pusiera punto final a su agonía, sin embargo, no lo haría. No le concedería el privilegio de una muerte rápida porque ellos nunca se apiadaron de mí. Sería larga e inquietante la tortura que solo terminaría cuando así yo lo decidiera:

—Maldito, muéstrame que puedes lograr con tus gritos de dolor. Me estoy hartando de contenerme porque todos ustedes me han lastimado de formas inimaginables y ahora lo sufrirán en carne propia.

Su voz era rasposa y fría, dijo de manera sarcástica:

—ja, ja, ja, ja eres un mísero cobarde que no es capaz de hacerme daño, pero adelante continúa intentándolo.

Ese desagradable tipo tenía razón en algo. En el pasado no hubiera pensado que esto era posible, pero ahora sin duda podría hacerlo sin pestañear. Ellos acabaron creando un monstruo aquel día. Ahora sus gritos desgarradores eran para mí la más melodiosa de las sinfonías.

Agarré una roca grande y pesada que estaba a la orilla de la carretera. La sostuve en mis manos durante unos minutos e intenté estrellarla en su cabeza. Sin embargo, algo dentro de mi dijo que no era lo correcto, así que me limite dejarlo tirado en ese lugar desmayado esperando a que alguien lo encontrara antes de que muriera por las lesiones.

En medio de la introspección que llevaba a cabo mientas deambulaba por las calles hasta llegar a mi apartamento murmuré para nadie en particular.

Si me preguntas a mí, quisiera que esa escoria dejara de existir, no obstante, dudo que mi suerte sea tan buena. Cerré mis ojos con fuerza intentando disminuir el temblor que me acompañaba después de tomar algo de justicia por mi cuenta mientras intento recordar como inicio todo este dilema.

Agarré un cigarrillo dispuesto a fumar, a medio camino de introducirlo a mi boca, desistí. El rostro de Christopher apareció como una ráfaga en mi rostro y me entró una nostalgia inexplicable. Después de caminar, llegué al bar donde trabaja un viejo conocido. Su nombre es Dereck, solía ser un acompañante masculino cuando lo conocí hace ya unos 3 años. Ahora es el bar tender del lugar, lo cual puede considerarse un gran avance. Tomé un asiento en la barra del sitio y pedí una cerveza.  Dereck me dio una mirada alegre mientras se acercaba a mí con el pedido. Con una voz ronca le dije:

—Necesito desahogarme con alguien ¿te falta mucho para acabar tu turno?

El evaluó mi estado de ánimo y respondió:

—No, espérame unos 20 minutos y salimos.

Tome un gran sorbo de cerveza mientras mi mente continuaba divagando, recordando cada una de las decisiones que me llevaron a este trágico final. Apenas salió caminamos hacia mi casa. En cuanto llegamos nos sentamos en la sala y comencé mi relato antes de que él dijera algo:

¿Sólo un juego?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora