Soledad

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Los meses avanzaban despacio en este pequeño pueblo. Intentaba concentrarme en el estudio para no pensar en Christopher. Uno de esos días, quede con algunos amigos para salir y distraer la mente porque ya me sentía agobiado con todo y me estaba costando cada vez más encontrar una luz al final de ese oscuro agujero. Me encontraba a la salida del bar Arkin's Club, recuerdas ese lugar, estaba de pie conversando alegremente con un grupo de amigos del instituto al que asistía cuando a lo lejos vi una cara que se me hizo conocida. Me acerqué con disimulo hacia esa persona y lo comprobé. Era él, era Christopher. Aunque su rostro se veía un poco diferente a como lo recordaba. Estaba emocionado por verlo después de estos dos largos años, me acerque a donde estaba. En cuanto me vio gritó:

—¿Qué diablos haces aquí?

Quede paralizado porque no esperaba una reacción tan exacerbada de su parte. Aunque era cierto que lo había abandonado sin darle ninguna explicación, pero dentro de mí no era motivo suficiente para que me tratara de esa manera. Además, encontrarlo en este lugar me pareció una extraña coincidencia que atribuí a que el destino me sonreía de vez en cuando. Se apartó de mi dándome un fuerte empujón en el pecho y huyó, yendo por un callejón oscuro y lúgubre, quise seguirlo, pero estaba acompañado y me daba cierta sensación de incomodidad dejarlos tirados. Lo medite durante un instante, calculando las posibilidades y decidí que era lo mejor, por lo que apresuré el paso para alcanzarlo.

Al hacerlo me miró con lágrimas en los ojos y grito con fuerza. Sus ojos mostraban una agonía difícil de imaginar en alguien como él:

—¿POR QUÉ DIABLOS TENGO QUE ENCONTRARME CONTIGO JUSTO AHORA?

Estaba tan agitado que continúo gritando sin cesar y su voz hizo que mi mente quedara en blanco. Hacía mucho añoraba escucharlo y ahora por fin lo tenía frente a mí y no pensaba dejarlo ir. Su voz apagada susurró:

—Somos diferentes, lo sé desde que estábamos en la escuela. Tu vida parecía tan perfecta que sentía envidia. Me quemaba el alma pensar que allá afuera había alguien que no tenía miedo de llegar a su hogar porque sabía ninguna atrocidad podría suceder puertas adentro. Sabes cuantas noches me arrodillé en frente de mi madre para que no me golpeara por no traer dinero; con cuantos tipejos asquerosos y violentos tuve sexo sólo porque no me molieran a golpes en mi "hogar". No, no lo sabes porque nunca en tu puta vida has permanecido con el temor de levantarte cada día y con la esperanza de alcanzar la paz de una vez por todas.

Nunca había visto aquella expresión tan dolida en su rostro y me asuste. Contuve el miedo que me provocaba y lo abracé, tomándolo por sorpresa mientas se desplomaba sobre mí. Su rostro estaba pálido y frío al tacto. Un escalofrío recorrió mi espina. Miles de pensamientos desgarradores inundaron mi mente. Sacudí con fuerza su frágil cuerpo tratando desesperadamente de despertarlo, pero no reaccionada. Lo sujeté con todas mis fuerzas y lo arrastré hasta la avenida.

Pasaron algunos minutos y un taxi paso enfrente de nosotros. Agite la mano para que se detuviera y nos subimos. Me apresuré a buscar entre mis bolsillos dinero para pagarlo. El tipo me miraba de reojo por el espejo, intentando comprender la situación que tenía ante sí. Su voz temblaba cuando preguntó:

—¿A dónde nos dirigimos?

Estaba tan nervioso que mis manos sudaban, respondí al conductor sin mirarlo:

—Al hospital más cercano por favor dese prisa.

En su mente aquello lucía como alguna clase de crimen pasional, pero nada estaba más alejado de la realidad. Nos miró durante varios minutos como si buscará indicios del porque mi acompañante estaba en un estado tan deplorable, sin embargo, no encontró nada y aparto velozmente los ojos.

¿Sólo un juego?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora