CAPÍTULO 4.
Leer se podría considerar uno de mis pasatiempos favoritos, me ayudaba mucho a despejar mi mente cuando me encontraba agotada o con algo de tristeza. Consideraba los libros como una forma de escape de la realidad en la que vivía, leyendo a personajes que siempre conseguían solucionar sus problemas o acababan con un bonito final feliz, cosas que en el mundo donde yo me encontraba, pocas veces ocurría.
Hoy la señora Graziani me había dejado salir casi dos horas antes de que finalizara mi turno, debido a que ella tenía cita con su médico y debía cerrar la pastelería antes de tiempo. Por lo que, sabiendo que mis hermanos se encontraban bien con nuestra vecina, había decidido darme una escapada rápida a mi biblioteca pública favorita, para ver si conseguía algún nuevo ejemplar entretenido para leer.
Entre semana no tenía mucho tiempo para disfrutar de ello, pero durante los fines de semana, cuando mi madre se entretenía con los niños y yo me encontraba en casa sin intenciones de salir con mis amigos y con poca motivación para estudiar, me tumbaba en mi cama a leer. Resultaba tranquilizador.
Bajé del bus con una sonrisa, caminando un par de calles más hasta llegar al antiguo edificio donde se encontraba la biblioteca. Llevaba abierta muchos más años de lo que yo tenía, según mi padre incluso desde que ellos llegaron a la ciudad, por lo que su estructura tenía cierto encanto, con vigas de madera y vallas arraigadas a su alrededor. No era muy frecuentada y eso lo hacía todo aún mejor, significa que siempre tenía cualquier libro a mi disposición.
Me adentre en el edificio, saludando al señor Davis, el anciano bibliotecario que se encargaba del lugar. Tenía más de sesenta y cinco años y aunque sabía que debía jubilarse, se negaba a abandonar el lugar. Le gustaba demasiado como para hacerlo.
- Buenas tardes, Harper. - me dio una sonrisa de labios cerrados, mirándome por encima del cristal de sus gafas.
- Buenas tardes. - le devolví el gesto, antes de continuar por los pasillos llenos de libros.
Todo estaba desordenado y eso le daba cierto encanto. Los libros se encontraban apilados en el suelo o desorganizados en las estanterías. Muchos lo verían como algo terrible comparado con el resto de bibliotecas perfectamente ordenadas, pero a mi me gustaba, parecía que iba a perderme entre todas estas historias repartidas por el lugar.
Me paré frente a la sección de misterio, de las pocas que había medianamente colocadas y miré los libros que podía escoger. El último que había cogido era de romance, entre una princesa y un príncipe de reinos enemigos. Había resultado muy interesante, pero bastante cliché para mi gusto.
Tomé uno aleatorio de la tercera balda, sin molestarme en mirar el título.
Otra de las cosas que me gustaba hacer, era no saber que podría esperarme al abrir la primera página. Por eso, simplemente cogía un libro de alguna sección, sin fijarme en nada más.
Volví hacía donde se encontraba el señor Davis, que me miraba con una sonrisa.
- Sigues siendo la única chica de tu edad que viene por aquí. - me dijo cuando coloqué el libro encima del mostrador. Saqué de mi mochila el que tenía que devolver. - ¿Qué te pareció?
- No estaba mal, pero el romance renacentista no termina de convencerme. - hice una mueca, viendo como sellaba el libro que me llevaría hoy, marcando la fecha de devolución. - ¿De que trata el que estás leyendo ahora? - le pregunté, señalando el que se encontraba a su lado, cerrado pero con un marca páginas en la mitad.
- De la segunda guerra mundial. Los nazis y el holocausto. Es bastante duro. - explicó. - Aunque te lo recomiendo si no eres sensible.
- Quizás cuando termine este. - tomé mi nueva adquisición. - Que tenga buena tarde, señor Davis. - le sonreí como despedida.
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Cómplices. (PAUSADA)
Teen FictionACTUALMENTE EN PAUSA. La vida de Harper Simmons siempre ha sido tranquila, pero a la vez llena de complicaciones. Ha tomado desde que tiene consciencia y edad las cargas familiares, en todos los sentidos de la palabra, como un problema suyo, algo qu...