❝ hermoso y brillante ❞

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Soobin suspiró, fastidiado mientras seguía escuchando a su madre parloteando un montón de mentiras acerca de él con el director

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Soobin suspiró, fastidiado mientras seguía escuchando a su madre parloteando un montón de mentiras acerca de él con el director. Estaba seguro que no duraría más de dos días en esa escuela antes de ser expulsado, así era siempre. Entonces ya estaba preparado para añadir un número más a la larga lista de colegios de los que lo habían echado.

─Puedes ir a tu salón, Soobin, las clases están por comenzar ─el hombre mayor llamó su atención y el pelinegro se levantó perezosamente de la silla en donde estaba y arrastró los pies fuera de la oficina.

Revisó el papel que le habían dado, encontrando que su salón era el séptimo. Bueno, el siete era el número de la suerte ¿no? Quizás eso significaba que encontraría por fin una chica o chico de su altura. Él era bisexual, así que con eso no habría problema.

Comenzó a caminar por los pasillos ligeramente llenos, escuchando a unas cuantas personas murmurar asombradas a su paso. Si, si, era el chico nuevo, pero sabía que no cuchilleaban por eso, probablemente todos estaban diciendo algo como "wow, ya lo viste" o "es tan guapo, ¿quién es?" porque él mismo se había mirado al espejo esa misma mañana y sabía que se veía malditamente genial. Su ropa completamente negra, haciendolo resaltar del resto, esas botas que hacían sus pasos más pesados y las cadenas que colgaban de su pantalón y resonaban junto a estos, los aretes que llenaban sus orejas, el piercing en su labio y el de su ceja, añadiendole el pequeño tatuaje al costado de su cuello junto con su cabello algo desordenado. Agradecía que en aquel instituto el uso de uniforme no fuese una regla.

Él era jodidamente perfecto y no necesitaba que nadie se lo dijera. Porque tenía sentido de la moda, un lindo rostro y una increíble personalidad.

Desvió su camino hasta el comedor que había conocido unos días antes, cuando su madre lo obligó a dar un tonto recorrido a la escuela que era una de las opciones que tenía para cursar el último semestre de la preparatoria. Estaba tan cerca de terminar ese sufrimiento y listo para mandar todo a la mierda, porque no necesitaba la universidad para ser un tatuador profesional.

Entonces se formó en la corta fila, dispuesto a comprar una bolsa de esas gomitas que tenían forma de tiburones, porque las de color azul sabían increíble.

Sin embargo y a pesar de la pequeña fila que había, el timbre se le adelantó, sonando aún cuando aún quedaban dos personas delante de él. Aún si incluso escuchó el aviso de que las clases iniciarían de inmediato, él quería los estúpidos dulces y tendría los estúpidos dulces, que le importaban más que llegar temprano a su primera clase, la cual ni siquiera se preocupó por leer de que era.

Después de cinco minutos y con las gomitas a salvo en su bolsillo, Soobin caminó de regreso a su salón, bostezando porque se había quedado hasta tarde jugando videojuegos la noche anterior.

Soltó una risita sin ganas al encontrarse la puerta cerrada, tocando con cierta fuerza para llamar la atención de la mujer que vio por la ventana y quien parloteaba cerca de la pizarra, así que intuyó que sería la profesora. La puerta frente al pelinegro se abrió y éste se vio obligado a borrar la ligera sonrisa que había en su rostro para cambiarla por un gesto que todos podrían interpretar como pena o culpa.

drunk-dazed ↯ soogyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora