➻Resistencia

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-Capítulo 7-


Draven Draghici, no lograría levantarse en ese momento, aunque quisiera, el dolor aún era muy fresco. Agradeció infinitamente la ayuda de Volna y su nieto, pero el tenía que irse, tenía que ir por su amor Eirene. No tenía idea de lo que era el verdadero amor, podía dejar todo, jugársela y abandonar sus sueños, con tal de poder estar con ella.

Hoy puede sentarse a duras penas, para comer y hacer sus necesidades fisiológicas ayudado por Nale, nieto de Volna.

— ¿Cree que para mañana ya podré caminar? – le pregunta a la anciana quien le lleva comida.

El apenas y puede mover sus labios, un dolor en la garganta le impedía hablar bien. El Rak le hizo heridas internas al lanzarse junto con él por la ventana, lo dejó, ya que huyo, pero lo lastimó lo suficiente como para dejarlo en coma varios días, hasta que pudo despertar.

— Lo dudo muchacho... pero, ¿Por qué tanta urgencia por irte?... ¿Tan mala es la comida? – decidió bromear un poco. Draven sonrió amablemente.

— La comida es la mejor que he probado... pero necesito ir a cumplir una promesa. – lo último lo pronuncia casi como un susurro. Él le había dicho que no tenía familia, a menos no que el recordara. Le platicó parte de su historia, le contó que él no es de aquí, nació en otro lado, que tampoco recuerda.

Le platicó que vivió mucho tiempo con un herrero, le guarda aprecio, pero prefiere quedarse ahí con ella que regresar con él. También le prometió que le pagaría como sea lo que ha hecho por él, Volna espetó seriamente que le pagaría con su felicidad.

— Has dicho que no tienes familia... ¿se trata de una chica cierto? – su mirada de complicidad la delato, el desvió la mirada, pero no a tiempo. Los ancianos son sabios. Cuando tú vas, ellos ya fueron y vinieron dos veces, es imposible ocultarles algo, si se proponen averiguar que tienes.

— No le mentiré... sí es una mujer, la más hermosa... – enfatizó con un tono de voz tierno, en ese momento Volna se da cuenta del amor puro que hay en sus ojos, en sus palabras... en su corazón.

Ella conoce bien el significado del amor, lo sintió verdadero y profundo con su fiel esposo, el cual desgraciadamente falleció de una grave enfermedad, le dolió mucho su muerte, pero confía en volverse a encontrar con el algún día, confía en que Dios se lo llevó por algo, ella tenía que seguir con vida, puesto que dos años después su único hijo también falleció, dejando al cuidado a su nieto, ese joven que tanto la necesita.

— Yo iré al pueblo mañana, si gustas puedo buscarla y avisarle que estas aquí - decidió hacerla de cupido, aventuraría esa adrenalina, ya que ella ya no puede vivirlo, al menos puede ayudar.

Pero, Draven no está seguro de confiarle el nombre de su amada, sabría que su amor es imposible, ya que él no es el guerrero. Quizás se horrorizaría al saber que beso a la Princesa Eirene.

— No se preocupe. Esperaré, gracias. – finalizó algo inseguro, pero dispuesto a seguir guardando aquel bello recuerdo. Se pregunta si ella lo ha buscado, si quiere verlo, si está bien... solo espera poder soportar más tiempo sin ella.


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Se asomo por el balcón de su habitación, la brisa que llegaba siempre le ha gustado, la tranquilizan de una manera que necesita. Ya no sabe que pensar, decidió dejar de pensar por estos días, concentrarse en su boda y desviar todo pensamiento triste, ser otra persona por unos días... pero no lo ha logrado... es como cuando tienes un problema, uno de esos serios y graves del cual no puedes escapar, del cual te sientes tan abatida que tu vida se cae en un abismo, y por más que escalas sientes que caes en vez de subir.

— ¿Qué será de Máximo?... y, ¿si ha muerto? - últimamente esa idea se le ha cruzado en la cabeza muchas veces, y todas las veces desvía ese pensamiento, pero vuelve, y cada vez más fuerte.

Es que, ¿Por qué no regreso?, quizás no la amaba lo suficiente, no, eso no puede ser, porque ella sintió amor en sus besos, en sus ojos, en su abrazo, en sus palabras... ¿entonces?, quizás si murió, solo esa solución serviría para anular el que la haya abandonado... no sabe que prefiere, si el que haya muerto y no verlo nunca más, o el que la haya abandonado por miedo, y poder volver a verlo, aunque sea una sola vez más.

— Aquí estas - escucha que hablan atrás de ella, se topa con la mirada de Emilian, el siempre sonriente, claro, como no estarlo, si ha conseguido todo lo que quiso.

Su padre claro que está orgulloso, y presume a todos sus conocidos y no conocidos lo valiente que es su hijo, que sabía que llegaría muy alto. Emilian se ha acostumbrado rápidamente a los lujos que le proporciona el ser el guerrero y por ende futuro Rey.

— Aguardan por ti para decidir algunas cosas de la boda... puedes creer que ya falta poco. – se acerco a ella cauteloso, ya una vez fue rechazado por ella gentilmente, apartándose de él como si fuera un virus maligno. Su padre le confirmo que pasaría tiempo antes de acoplarse los dos, además de la reciente perdida de los Reyes.

Coloco una mano en su cintura, Eirene esta vez no se alejó, ¿de qué serviría?, si de todas formas se casarían y tendrán que compartir no solo sus vidas, si no su lecho, su cama. Y el solo pensarlo le entra un escalofrío... sí tan solo hubiera pasado su primera noche con Draven, ahora seria menos traumante.

— Luego bajo. Necesito ir al pueblo, prometí ir con las niñas huérfanas – dice con voz queda.

El volteó a verla con aprecio y se marchó, ya tendrán tiempo de convivir, ahora nada podrá separarlos. 

La Maldición de EireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora