-Acaso eres sordo? Te dije que tienes derecho a realizar una llamada. - Repitió Juárez, de mala gana al ver que el muchacho no reaccionaba, haciendo sonar además las rejas de hierro con las esposas para llamar su atención.
Federico dio un saltito ante el llamado y comenzó a ponerse lentamente de pie. En lugar de parecer animado ante la posibilidad de realizar una llamada, su rostro no pudo más que reflejar angustia y terror.
El guardia que custodiaba la celda apenas disimuló una sonrisita cuando lo vio dudar en levantarse del pequeño espacio que parecía haberse comprado en el piso sucio. Si hasta parecía un corderito asustado, siendo empujado hacia el matadero.
-Ve, muchacho. Estarás bien. - Le dijo, con una sonrisa amable que dio un poco de apoyo al jovencito.
Juárez, sin embargo, no podía evitar pensar en lo lindo que el muchacho lucía con esa carita de niño inocente y sus instintos más bajos e incontrolables lo hicieron llevar su mano hasta una nalga turgente y apetitosa, claro cuando supo que nadie lo estaría mirando.
-Qué.. Qué le pasa? - Exclamó Fede, buscando apartarse de ése hombre. Pero Juárez no se lo permitió.
Sus dedos pellizcaron la carne, aferrándose a ése culito respingón que lo había tentado tanto y sus labios ensalivados se acercaron al oído del niño.
-Si te portas bien y me haces un favor, seré bueno contigo y te dejaré salir de aquí. - Susurró, provocando una sensación de terror en el jovencito. Aquella noche estaba siendo una de las peores de su vida.... Bueno, la peor de todas a decir verdad.
-Déjeme en paz!! - Chilló adolorido, al sentir la presión de aquellos dedos aumentar, apretando su colita.
-Shhh, cállate o te irá muy mal.. - Amenazó el hombre, ocasionando un puchero enternecedor en la criatura.
Juárez no daba más, esa boquita debía ser suya inmediatamente y quiso robarle un beso, pero un toque insistente en su hombro lo hizo girar la cabeza, sólo para observar un puño cerrado, dirigiéndose rápidamente hacia su rostro.
Federico cerró los ojos y se acurrucó en el piso abrazando sus piernas con sus brazos, completamente asustado, esperando que lo peor pasara pronto, cuando una voz masculina le habló calmadamente.
-Hey, niño. Estás bien? - Sintió que le preguntaba y una mano tibia se posaba en su cabeza. Su carita llorosa se elevó, buscando al dueño de aquella voz, especulando quién podría ser y cuando vio a ése musculoso policía, soltó un sollozo, pensando que su pesadilla no acabaría aún.
-Shhh, calma. Estás a salvo ahora. - Le prometió el oficial, con una sonrisa cálida, al entender que el chico todavía debía sentirse abrumado por el miedo.
-Yo... - Musitó tembloroso. No podía dejar de mirar a ése hombre. Tan distinto al otro que lo manoseó. Tan alto y fornido, tan guapo y amable.
-No te preocupes. Ya no estoy enojado contigo. - Le dijo el oficial y la carita de Fede fue el reflejo de la confusión.
-E-enojado? - Preguntó.
El oficial dejó salir una carcajada. - Acaso ya no recuerdas a quién cerraste la puerta en la cara y a quién vomitaste los zapatos esta noche? Tan tomado estabas, jovencito? - Cuestionó el mayor. Lo cierto es que sus "instintos asesinos" habían cedido una vez que estuvo conduciendo hacia la comisaría, pensando que la situación hasta había sido cómica.
Federico abrió los ojos como plato. Ahora que lo miraba mejor, claro que lo recordaba, y no supo cómo empezar a disculparse.
-Yo - yo... Mmm.. Per-perdo-per... - Tartamudeó, sin saber cómo disculparse.
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Chicos modelos
RandomHacer comerciales puede ser toda una aventura... o toda una odisea. Para los muchachos Salinas la experiencia resulta un tanto agridulce, ya que les encanta la actuación, pero a veces su ego les juega una mala pasada y a papá no le queda más remedio...