DANIEL EN EL FOSO DE LOS LEONES.

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―…Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, Él te librará.‖ Daniel 6:16.
La historia de Daniel es la historia de todas las personas. Está escrito que Daniel, mientras estuvo encerrado en el foso de los leones, dio la espalda a las bestias hambrientas y, con la vista enfocada en la luz que entraba desde arriba, rezó al único Dios. Los leones, que habían sido privados de alimentación intencionadamente para el festín, fueron incapaces de hacer daño al profeta. La fe en Dios de Daniel era tan grande que finalmente propició su libertad y que le asignaran un alto cargo en el gobierno de su país. (Daniel 6:13-28).
Esta historia fue escrita para que te instruyeras en el arte de liberarte de cualquier problema o prisión en el mundo.
Lo único que nos preocuparía a la mayoría de nosotros si nos encontráramos en el foso de los leones, serían los leones. No pensaríamos en ningún otro problema en el mundo entero, excepto el de los leones. Sin embargo, nos cuentan que Daniel les dio la espalda y miró hacia la luz que era Dios. Si pudiéramos seguir el ejemplo de Daniel al sentirnos amenazados por cualquier desastre, como, por ejemplo, los leones, la pobreza o la enfermedad; si, como Daniel, también nosotros pudiéramos llevar nuestra atención a la luz que es Dios, nuestras soluciones serían igual de simples.
Si, por ejemplo, te encarcelaran, nadie tendría que decirte que lo que deberías desear es la libertad. La libertad, o mejor dicho, el deseo de ser libre, sería automático.
Lo mismo se aplicaría si te encontraras enfermo o endeudado o en cualquier otro apuro. Los leones representan las situaciones aparentemente sin solución, de una naturaleza amenazadora. Todo problema produce automáticamente su solución en la forma de un deseo de liberarnos del problema. Por lo tanto, dale la espalda a tu problema y centra tu atención en la solución deseada, sintiendo que ya eres aquello que deseas. Continúa con esa creencia y descubrirás que los muros de tu prisión desaparecen cuando empiezas a expresar aquello que ahora eres consciente de ser.
He visto a personas, aparentemente con grandes deudas, aplicar este principio, y en muy poco tiempo esas montañas habían desaparecido. También he visto aplicar este principio a personas a quienes los médicos habían diagnosticado una enfermedad incurable y, en un período de tiempo increíblemente corto, su enfermedad supuestamente incurable había desaparecido sin dejar rastro.
Debes ver tus deseos como las palabras pronunciadas por Dios, y cada palabra como una profecía de lo que puedes llegar a ser. No cuestiones si eres digno, o no, de que tus deseos se hagan realidad. Acéptalos cuando lleguen a ti. Agradécelos como si fueran regalos. Siéntete feliz y agradecido por haber recibido esos regalos maravillosos. Luego, sigue tu camino en paz.
Esta sencilla aceptación de tus deseos es como dejar caer una semilla fértil en una tierra siempre preparada. Cuando dejas caer tu deseo en la consciencia como si fuera una semilla, seguro de que aparecerá en todo su potencial, has hecho todo lo que se espera de ti. Preocuparte o interesarte por la manera en que se despliega es mantener esas semillas fértiles agarradas mentalmente y, por lo tanto, impedir que maduren hasta la cosecha.
No estés angustiado o preocupado por los resultados. Los resultados llegarán con la misma seguridad con que el día sigue a la noche. Ten fe en esta siembra hasta que la evidencia se manifieste mostrándote que así es. Tu confianza en este procedimiento te dará grandes recompensas. Sólo esperarás un poco en la consciencia de la cosa deseada; luego, súbitamente, y cuando menos te lo esperes, la cosa sentida se convertirá en tu expresión. La vida no hace diferencias entre las personas (Hechos 10:34; Romanos 2:11), ni destruye nada; continúa manteniendo vivo aquello que la persona es consciente de ser. Las cosas desaparecerán únicamente cuando la persona cambie su consciencia. Por mucho que lo quieras negar, sigue siendo un hecho que la consciencia es la única realidad y que las cosas no son más que un reflejo de aquello que eres consciente de ser.
El estado celestial que buscas lo encontrarás únicamente en la consciencia, porque el Reino de los Cielos está dentro de ti.
Tu consciencia es la única realidad viva, la cabeza eterna de la creación. Aquello que eres consciente de ser es el cuerpo temporal que vistes. Alejar tu atención de lo que eres consciente de ser es decapitar al cuerpo, pero del mismo modo que un pollo o una serpiente continúa saltando y palpitando durante un rato después de que se la haya cortado la cabeza, también las cualidades y condiciones parecen vivir durante un tiempo después de que hayas retirado tu atención de ellas.
El hombre, al no conocer esta ley de la consciencia, piensa constantemente en sus condiciones habituales anteriores y, al prestarles atención, coloca sobre esos cuerpos muertos la cabeza eterna de la creación. De ese modo los reanima y los resucita. Debes dejar en paz a esos cuerpos muertos y dejar que los muertos entierren a los muertos. (Mateo 8:22; Lucas 9:60).
Una vez que la persona ha puesto la mano en el arado (es decir, cuando ha adoptado la consciencia de la cualidad deseada), si mira atrás lo único que conseguirá será frustrar su oportunidad de entrar en el Reino de los Cielos. (Lucas 9:62).
Puesto que la voluntad del Cielo siempre se hace en la Tierra, actualmente estás viviendo en el Cielo que has establecido dentro de ti, porque tu Cielo se revela en esta Tierra. El Reino de los Cielos realmente está cerca. Ahora es el momento aceptado, así que crea un nuevo Cielo, entra en un nuevo estado de consciencia y aparecerá una nueva Tierra.

Tu fe es tu fortuna Neville Goddard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora