3. Ni un duro.

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Estaba medio sobada cuando pude escuchar como alguien aporreaba la puerta, pero como estaba muy cómoda con el calorcillo del portátil en la barriga decidí pasar olímpicamente. Más golpes acompasados a una respiración moribunda y dificultosa que no me dejaba volver al mundo de Morfeo, puta mierda, quien cojones será, pensé. Me levanté con dificultad y dejé el portátil sobre la mesa, antes de que pudiese acercarme podía escuchar unos gritos que decían:

-¡Tú, puta flacucha, sal de ahí asquerosa!

Me pareció la voz de la foca Achenbach asique me apoyé en la puerta y miré por la mirilla. La imagen frente a mis ojos era repulsiva: una señora de unos 50 años, con el pelo lleno de nudos y toda sudorosa, tenía granos por toda la cara. Eso debía ser de tanta comida basura, pensé. Puse la cadena de una de las cerraduras y entreabrí la puerta.

-Qué es lo que quieres. -dije mirandola a sus diminutos y enterrados ojos-

-¡Ya he limpiado la puta escalera zorra, haberlo hecho tú si tan sucia estaba!

-Te tocaba a ti, no es mi culpa que no estés en el Ártico y el calor no te siente bien.

-¿Qué mierdas dices imbécil?

-Que eres una puta morsa y tenías que limpiar, asique cierra el buzón y dejame en paz.

-¿¡Cómoo!?

Después de ese ''cómo'' con voz de maruja irritada intentó darme con el palo de la fregona en la cara, asique cerré corriendo la puerta y me puse las botas. Le estaba pegando fuerte a la puerta, como se heche encima me he quedado sin ella, pensé. Después de calzarme quité la cadena y abrí la puerta con rapidez, la señora Achenbach se sorprendió y en el momento en el que se estuvo quieta le di un empujón con el pie y cayó rodando escalera abajo. Menos mal que no había demasiados escalones.

Volví a cerrar la puerta y me fui a por el paquete de tabaco, 2 cigarros, no tengo ni un duro. Salí con uno de los dos cigarros que me quedaban, lo encendí y pude ver a la señora Achenbach todavía tirada en el suelo. Se le habían caído 2 euros si mi vista no me fallaba, asique fui como un buitre a por la carroña y me largué al chino a por cigarros sueltos.

La vieja gorda me había hechado 800 maldiciones por haberla empujado escaleras abajo y haberle robado la calderilla que tenía, asique mejor sería que me mantuviese alejada del piso por un rato y cuando volviese todo habría quedado en un pequeño malententido. Hamburgo a las 6 de la tarde está petado de gente: oficinistas que salen de sus sucursales para hecharse el piti de la tarde, zagales que van por ahí en grupitos creyendose algo, gente comprando la merienda, otros simplemente paseando... Qué bien que estaria yo en mi casa, mierda. Tenía cigarros pero no tenía bebida y no iva a volver al piso ahora.

Se me encendió la bombilla y tuve la genial idea de pasarme por el bar de un colega y que por lo menos me invitase a un trago de whisky. Escondido en una esquina, solo ivan a parar alli las personas que eran conocidas para el jefe, Volker, Volk para los colegas. Me pillaba un poco lejos pero andar no me haría pupa. Llegué al bar sobre las 6 y media de la tarde, un paseito entre la humanidad. La puerta estaba peor de lo que yo la recordaba, asique la pateé un par de veces. Un barbudo con los ojos caídos me abrió y yo le di las gracias, me senté en la barra y antes de que yo pudiese abrir la boca Volk me sirvió un vaso de whisky cargado, Volk era el mejor en cuanto a leerme como a un libro abierto se tratase.

Estuve un rato con Volk y los que estabamos allí. Eran moteros que estaban aquí por una convención de Harley Davidson que había junto al ayuntamiento en Altstadt, estaría chulo ir a ver a aquellos gigantes del ciclomotor. Y de hecho me invitaron a ir, asique supongo que me pasaré por allí con ellos. Después de un rato bebiendo y riendo como si fuesemos conocidos de toda la vida, se me había hechado la noche encima. Me despedí de Volk y los chicos y me fui de vuelta a casa, esperando encontrarlo todo en paz y tranquilidad.

Mierda pura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora