Prólogo

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Cuando ni siquiera existían almas que juzgar, el favorito de Dios, fue mandado al mundo de los vivos, en una prueba divina de su lealtad. Pero sobre todo, por los susurros que se escuchaban en el cielo, de cómo la existencia de este, ponía en peligro la paz del lugar, llenando de celos y envidia a sus hermanos. Y allí, entre tantas rarezas y formas de vida, Lucifer encontró la razón de sus pecados.

Un humano con los ojos llenos de estrellas, y la voz de un ángel.

Su deber, era protegerlo, observar desde lejos y procurar salvar su alma, pues para el inicio de los tiempos, el que ahora llamamos rey del mal, aspiraba a ser un ángel guardián, que tal vez, con los años, tomaría un puesto bajo el trono de su padre y lo protegería por la eternidad.

Pero ni siquiera él sabía lo que pasaría, cuando en un descuido, se dejó contemplar por esos ojos inocentes, llenos de cielo, en un intento, de salvarle la vida, cuando un ladrón trató de apuñalarlo.

En un inicio, su forma, ante esos ojos, era la de un hombre muy mayor, con el aspecto de alguien que viviría en la calle, por lo que, después de salvarlo, huyó del lugar y pretendió que nada había ocurrido. En otra ocasión, el muchacho estaba a punto de ser arrollado y nuevamente se hizo ver para auxiliarlo. Con la apariencia, esta vez, de una mujer joven, que caminaba igual que él, por esa calle.

Esto se repitió continuamente, y solo el ángel se percató de la rareza de los sucesos, cuando el joven, la última vez que le ofreció su ayuda, lo miró a los ojos, le sonrió, y con la voz más dulce dijo: —Gracias, otra vez. A ambos.

Después de eso, el rostro del ángel palideció y sus ojos se agrandaron. Todo en él, ella, ellos, empezó a sacudirse al igual que un avispero. Y es que parecía, como si de alguna manera, él pudiera saber, que todas esas veces, fueron ellos.

Y era fascinante.

—Es una locura. Siempre están ahí cuando los necesito —decía el chico, aún desconcertado—. Soy muy torpe y despistado, así que continuamente me encuentro con estas situaciones. Ustedes parecen caídos del cielo.

Peligrosamente fascinante.

—Son mis ángeles guardianes.

Y en efecto, lo eran. Lucifer nació del deseo de Dios, por salvaguardar la fe, de su nombre. Sin embargo, los dones que se le otorgaron para realizar la razón de su existencia, hizo que fuera diferente a sus hermanos.

El cuerpo del ángel es un envase idéntico a la creación divina de su padre, donde su ser espiritual es capaz de dividirse en dos, estar en diferentes lugares y manifestarse de manera distinta cada uno. Es, en resumidas cuentas, la viva imagen de un hombre y una mujer, en un solo cuerpo. Este puede dividirse y volver a unirse a su antojo, pero nunca sobrevivir separados.

Si los ángeles tuvieran almas, ellos dos fueran una.

—Bueno... Adiós y gracias, otra vez.

El alma no es una realidad sensible. Tradicionalmente, es una entidad abstracta e inmaterial que, junto con el cuerpo, constituye el ser humano; atribuyéndole la capacidad de sentir y pensar.

Los ángeles no la poseen, su único motivo de ser es obedecer la palabra de su creador y padre, por lo que, es imposible que alguno pueda amar. Sin embargo, cuando el muchacho dejó a aquel ángel en medio de la nada, con miles de dudas y un fuerte atisbo de dolor, el cielo que lo cubría se volvió gris.

Sabían que las ideas que comenzaban a rondar sus mentes, eran peligrosas. No obstante, las nuevas sensaciones arroparon sus miedos y los convirtieron en expectativas. Lo que pasó después, los condenó.

Nunca debieron confiar en el plan que se les había dicho en un principio, pues la razón de proteger a un simple mortal, no era más que un pretexto para conocer, qué elegirían si, al final, no fueran sus nuevos ideales los que correrían peligro.

Dios, sabía las consecuencias de permanecer mucho tiempo en el mundo mortal y aun así, cedió a su favorito al vacío de almas que había creado, solo para salvar la paz de lo que llamaba, el paraíso. No debió confiar en las palabras del resto de sus hijos, así como tampoco debió escuchar los murmullos de discordia, cuando fue consciente de aquella imagen tan aterradora.

Uno de sus ángeles, rogándole tener un alma a cambio de sus alas. Hechizado, de algún modo, por el deseo de pertenecer junto al mortal, sin importarle que tendría que perder.

Entonces Dios supo lo que había elegido al final, y como castigo, terminó con la vida en la tierra, para que el ángel desistiera de sus deseos por ser como aquellos que debería cuidar. Una decisión cruel, que solo causó que su ángel, mirara bajo sus pies con angustia. De sus ojos cayeron lágrimas gruesas y frías, y su cuerpo comenzó a temblar. El pecho le dolía.

Fue allí que, ellos y su padre, comprendieron con temor, que era muy tarde. El anhelo y deseo que había generado en el ángel aquel mortal, había sido suficiente para que este consiguiera un alma. Una que le permitiera amarlo.

Y al perderlo, aquellas sensaciones que surgieron en su interior, se convirtieron en emociones dañinas e incontrolables. Así pues, cuando la vida en la tierra volvió a resurgir, Lucifer envenena las almas con los mismos sentimientos que obligaron a sus hermanos a proponerle a su padre, como reprenderlo. Causando que este mismo, como condena a sus pecados contra él y su creación, lo mandara a vigilar y juzgar, a las almas de aquellos humanos caídos, que fueron cegados de maldad por su culpa.

Sin embargo, al ver que nada cambiaba, decide deliberadamente reprenderlo de forma definitiva.

El mortal que tanto había extrañado, regresó. Con esos mismos ojos llenos de estrellas y la voz que escuchaba de lejos, parecida a la de un ángel. Un muchacho merecedor de todos sus pecados, pero sobre todo, de cualquier correctivo que su padre intentara darle. Porque de algo estaba seguro, esta vez no se le escaparía de las manos. 

LITTLE INNOCENT﹁ Kth-Jjk-LlmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora