El castaño limpiaba las mesas del restaurante, moviéndose por inercia mientras su mente estaba lejos, perdida entre recuerdos y el constante tamborileo de su corazón.
Habían pasado dos semanas desde la última vez que vio a Demian. Dos semanas desde la película, desde las palabras que compartieron en la parada del autobús.
Y en esas dos semanas, el pelinegro no había aparecido por el restaurante.
Cada tarde, Will esperaba en la parada del autobús, aferrado a una esperanza silenciosa de verlo aparecer. Pero siempre terminaba solo, con las manos en los bolsillos y una sensación amarga llenándole el pecho. No quería admitir cuánto lo extrañaba ahora que sabía lo que sentía.
A veces pensaba en preguntarle a Charlotte, tal vez ella sabría algo de su hermano. Sin embargo, nunca reunía el valor. ¿Con qué derecho podía reclamar la ausencia de Demian? Al fin y al cabo, él no era más que un amigo... ¿verdad?
Una distancia que dolía. No era solo el hecho de no verlo, sino el peso de sus propios sentimientos, que parecía aplastarlo cada vez más. Will trataba de concentrarse en sus tareas, pero las dudas y la ansiedad no lo dejaban en paz.
Finalmente, incapaz de soportar más la incertidumbre, se acercó a Charlotte. La pelinegra estaba charlando animadamente con un par de camareras mientras supervisaba la comida.
-Charlotte... ¿puedo hablar contigo? -preguntó, con la voz apenas firme.
-Claro, dime. -La pelinegra apartó a las demás, enfocándose en él con una sonrisa.
Will titubeó, pero al final soltó la pregunta que lo carcomía.
-¿Sabes... algo sobre Demian?
-¿Demian? -repitió, alzando una ceja antes de sonreír. -Oh, sí, un poco. Ha estado ocupado estos días. Se encerró en casa para trabajar en sus escritos. Al parecer, se le acumuló todo de golpe.
Will dejó escapar un suspiro que no sabía que había estado conteniendo.
-No lo sabía... Gracias. -Forzó una pequeña sonrisa, aunque su corazón seguía sintiéndose pesado.
Charlotte lo miró con curiosidad antes de inclinarse un poco hacia él, bajando el tono de voz como si compartiera un secreto.
-Deberías ir a verlo. Estoy segura de que se alegraría mucho si lo haces.
El castaño parpadeó, sorprendido por la sugerencia.
-Yo... lo pensaré -murmuró, desviando la mirada mientras sus mejillas se teñían de un ligero rubor.
Charlotte sonrió de lado, pero no insistió. Asintió suavemente y lo dejó solo, regresando a su conversación con las demás camareras.
Will volvió a sus tareas, pero ahora su mente estaba más revuelta que antes. La idea de visitar a Demian no sonaba nada mal... De hecho, le gustaba demasiado.
Tal vez tenía miedo de hacerlo, miedo de lo que podría pasar o de lo que no pasaría. Pero al mismo tiempo, el simple pensamiento de verlo otra vez hacía que su pecho se llenara de algo cálido.
Debía ir a verlo.
[...]
El pelinegro se encontraba con la cabeza apoyada en su escritorio, mientras los rayos de luz que se filtraban por la ventana iluminaban su rostro. Tenía el ceño fruncido, como si su mente estuviera atrapada en una tormenta de pensamientos que no le dejaban avanzar.
Había algo que le pesaba más que las palabras que no lograba plasmar en su cuaderno. ¿Por qué era capaz de narrar las vidas de personajes ficticios pero no de ordenar la suya? Suspiró profundamente, golpeando con suavidad su frente contra la madera del escritorio. Sus dedos se enredaban en su cabello con frustración, mientras las imágenes de un castaño de ojos verdes invadían su mente. La sonrisa de él, tan genuina y dulce, lo perseguía, haciéndole imposible concentrarse.

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𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚
RomansaWill quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo. ¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?