8. Epifanía

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Cap. 8
Epifanía




Amelie

Acostada boca abajo en el borde de la cama, con mis brazos colgando y mi cabello alborotado, sentía como me recibía el frío de la fresca mañana de otoño, el clima perfecto para quedarse en cama entre las cobijas y tomar una larga siesta. Cuánto me gustaría congelar el tiempo y quedarme recostada en mi cálida cama, sobre todo cuando no pude dormir mucho anoche. No tengo ánimos de nada, no puedo mover ni un solo dedo, apenas puedo pensar.

Me rehúso.

Me rehúso a levantarme de mi cama un sábado por la mañana. Tengo mejores cosas que hacer en vez de ir a una tonta y aburrida reunión de bienvenida para los padres, aunque en realidad no tengo planes para hoy pero estaría dispuesta a hacer lo que sea para no tener que poner ni un solo pie en el colegio.

Está decidido, me ausentaré y presentaré una justificación a Morgan el lunes. Estoy segura que a Danikka no le molestará si no voy, es obvio que sí le hubiera gustado contar con mi compañía pero en realidad no necesita de mi ayuda, nunca me lo pidió ¿verdad? Seguro estará bien sin mí.

Utilizando la poca energía que me quedaba, estiré mi brazo para tomar mi celular y escribir un mensaje de disculpas a Dani, estaba a punto de enviar el mensaje cuando mi celular empezó a vibrar.

Llamada entrante de Danikka.

Oh no...¿contesto o no contesto?

—Va, contesto. —me decidí, pero mi falta de energía no era lo único presente esta mañana, también se encontraba mi esencial torpeza. Así que en vez de presionar el botón de aceptar, presioné el de colgar— Oops...bueno, ya volverá a llamar.

Sin embargo, no volví a recibir ninguna llamada así que me sumergí en mis cómodas cobijas con el único propósito de quedarme ahí hasta que amanezca la mañana siguiente. Para mi mala suerte, aquella agradable sensación de comodidad duró apenas unos minutos hasta que mi celular volvió a sonar.

—Sabía que llamaría de nuevo —bostecé— ¿Alo?

—No creas que te libraras de esto. —fue lo primero que escuché decir.

Fruncí el ceño— Buenos días... —dije con delicadeza.

—¡No me digas que sigues en cama!

Miré a mi alrededor para luego ver la punta de mis pies que estaban cubiertos con medias de mariquita— Pues si...

—¡Ah no, no Amelie! —exclamó— Vienes conmigo.

—Oye llámame Lia, cada vez que me dices Amelie siento como si me estuvieras retando. Quise decírtelo antes pero se me pasó por alto... —bostecé.

—¡ESO NO IMPORTA AHORA, AMELIE!

—Lia —corregí.

—LIA MIS COJONES.

—¡Oye, no seas grosera! —dije con pereza.

Escuché un suspiro— Está bien, ahora ábreme la puerta Lia.

—¿Eh?

Me levanté de mi cama con dificultad y me tambalee hacia la puerta de mi habitación, agarré la manija y la abrí de inmediato.

—Aquí no hay nada.

—¿Qué? —dijo— Ah, me refería a la puerta de tu casa, boba —rió.

—Ah.

Es muy temprano, ni mi cerebro ni mi cuerpo funcionan bien a estas horas del día.

Miré por la ventana y fuera del portón principal divisé una cabellera rubia que a pesar de su baja estatura luce con alto rango de superioridad. Colgué sin avisar y bajé por las escaleras sosteniéndome de la barandilla para no caer. Me puse alrededor una manta de algodón y mis pantuflas de panda para salir a ver a Danikka, al abrir la puerta principal una suave pero fría ventisca rozó mi cara y me acurruqué en mis brazos. Salí al patio dirigiéndome hacia la entrada dando pasos cortos y cuando vi a Dani cruzada de brazos clavándome la mirada al abrir el portón supe que no tenía más opción que ir a esa tonta reunión.

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