Prólogo

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Los sueños sirven para escapar de la realidad, es una de las razones por las que muchos disfrutan tanto dormir. Es uno de esos momentos en los que tu mente puede crear un mundo completamente diferente en donde finalmente podemos ser felices bajo nuestros propios términos, sin tener que lidiar con los problemas que afrontamos a diario o con el dolor que nos carcome constantemente en cuerpo y alma.

Mis sueños son diferentes, o al menos sé que la mayoría de las personas no sueñan al igual que yo. Tengo sueños lúcidos, o eso es lo que creo. Estoy consciente de que estoy soñando mientras duermo y tengo el control de mis acciones y del ambiente dentro de mis sueños. Es algo raro, pero siento que es mi poder especial, un poder que me permite escapar de todo lo que me atormenta.

Puedo recordar rostros y lugares pero mientras más pase el tiempo, más rápido puedo olvidarlos. Por eso siempre cargo una libreta conmigo, en esta dibujo los rostros que más me llamaron la atención y describo los lugares más alucinantes a los que he viajado en mis sueños, así no olvidaré las fantasías que tanto me hicieron feliz.

Esta libreta lo es todo para mí. Esta libreta es mi felicidad. Esta libreta soy yo.

Y se volvió aún más importante cuando lo dibujé a él.




[...]

El primer sueño que recuerdo haber tenido fue una pesadilla que tuve a los seis años de edad. Aun puedo sentir escalofríos cuando se me pinta aquel mal sueño en la mente...para mi buena suerte, contaba con el mejor de los superhéroes, quién me pretegió hasta el final.

Aquella noche me desperté con el corazón en la boca y la sangre helada hasta la cabeza tras haber tenido la más horrible pesadilla que una chiquilla como yo podría imaginar, pero tan pronto me levanté, una chillona pero dulce voz me calmó tarareándome una canción de cuna mientras acariciaba tiernamente mi cabeza.

—Solo fue una pesadilla... —me tranquilizó— Todo está bien.

—Jay-Jay ¿tú también tienes sueños feos? —dije acurrucándome a su lado.

—Sí, todos los tenemos —sonrió— Pero no te preocupes, yo estoy aquí contigo y no me voy a ir. Nunca. Ahora duerme, Lia.

Asentí con una sonrisa y me rodeó con sus brazos apoyando su cabeza en la mía hasta que ambos caímos en un mágico y profundo sueño.

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