CAPITULO I

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Han pasado 7 años desde que se dictó mi sentencia, los primero días aquí fueron una pesadilla pero poco a poco se a convertido en una especie de "hogar", es lo único que ahora tengo. mi vida se transformó de tener todo lo material que quisiera a no poseer nada, mi realidad se redujo a una celda compartida, un patio común, un baño bastante público y un comedor; hasta la ropa que visto pertenece al gobierno. Por otra parte, la comida no es mala pero debes adaptarte, sin embargo, con el paso de los años pierde importancia todo eso, lo que realmente extrañas no es lo material, ni la comida, incluso tu libertad parece insignificante, extrañas a las personas, a los seres amados.

— ¡Evans! — escucho en la puerta de mi celda y volteo a mirar, es un oficial — tiene visita —

— Si es mi padre... —

— Su padre viene todos los viernes a pesar de que se niega a verlo, pero no es el sino su abogado — finaliza y abre la reja, suspiro con pesadez y me levanto de la cama —

— ¡Cálmate hombre! ya quisiera yo un abogado que insista por sacarme de aquí — se burla mi compañero de celda —

Y yo simplemente camino en silenció, al llegar a la sala diviso a mi abogado con un smoking de color azul y una corbata color vino.

«Hace 7 años era yo quien vestía así » pasa por mi mente de manera fugaz.

— Señor Hoffman — le saludo —

— Señor Evans — saluda y yo asiento — me alegra que accediera a mi visita —

— Seria muy irrespetuoso de mi parte no recibirle — y él me mira confundido — Señor Hoffman no se porqué insiste en sacarme de aquí, en especial después de haberle confesado que no me quiero ir, ya no me interesa mi libertad — él se encoge de hombros —

— Ya se lo he dicho Señor Evans, estudié derecho para ayudar a los inocentes —

— Le expliqué en muchas ocasiones que soy culpable —

— Del 30% de los crímenes que se le adjudican — suspiro con cansancio — no puedo permitir que un joven como usted envejezca en una cárcel por crímenes que no a cometido —

— Ya no tengo 26 años — le recuerdo —

— Lo se, tiene 34 y sigue siendo muy joven — concluye con determinación y yo lo miró una vez más, como lo hago en cada una de sus visitas, busco una razón para que aquel hombre intenté sacarme de aquí a cambio de "NADA" —

— Señor Hoffman, ¿me recuerda como es que usted decidió tomar mi caso por "caridad"? —

— Señor Evans ya perdí la cuenta de cuántas veces le he dicho que no es "caridad", soy padre y sin quererlo veo a mi hijo reflejado en usted, si fuese él quien estuviera aquí condenado injustamente haría todo por sacarlo, por otra parte me coloco en el lugar de su padre... —

— ¿Entonces mi padre le está pagando? — él suspira con cansancio —

— No me paga ni su padre, ni su madre, ni el gobierno, creí que ya habíamos superado eso Señor Evans —

— Así era, pero cada vez que lo veo con un smoking como el que trae hoy puesto no puedo evitar pensar que usted no podría pagarlo si todos sus caso fuesen como el mío —

— Usted no es mi único cliente señor Evans —

— Pero de seguro si soy el único con la incapacidad de pagar sus honorarios — el hombre mira sus manos y se que tengo la razón —

— Sea como sea Señor Evans, lo que realmente importa son los resultados de mi trabajo — voltea a mirarme — poco a poco hemos reducido su condena de 50 años a 20 —

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