El prisionero yacía bocabajo, con bilis y sangre escurriendo de sus labios. Poco a poco comenzaba a recuperar el aire.
—A ver, marica.... levántate —ordenó el guardia.
El hombre en el suelo se apoyó sobre sus rodillas, intentando mantener la serenidad y no mostrarse débil.
—¿Es todo lo que tienes, eh? —el reo, a pesar de estar molido a golpes, sonrió, mostrando sus sangrientos dientes —no eres más que un bastardo —añadió —abusas de tu poder...
Volvió a recibir otro golpe por parte de su agresor. Esta vez fue una patada, que volvió a derribarle y le dejó doblado del dolor.
—Piensa dos veces antes de acosar a tus colegas —dijo el guardia —la próxima quizá no tengas oportunidad de pedirles perdón.
—¡Vete a la mierda! —pronunció el reo, justo al momento en que la puerta era cerrada.
El guardia, cerró el candado con fuerza y sonrió cuando la voz inaudible del preso maldecía su nombre. Con las llaves columpiándose entre sus dedos, caminó hacia la Milla 12. Enseguida los reclutas en cada celda guardaron silencio, se acomodaron en sus lugares y guardaron todos los objetos prohibidos que sacaban cuando no había autoridades.
—Les veo muy calladitos —habló el guardia —así me gustan.
Se acercó a los barrotes y pasó la porra por encima de ellos, provocando un ruido insoportable para los prisioneros.
—¡Eh, Xiao! —habló de pronto un guardia —ha llegado uno nuevo.
Xiao Zhan detuvo el sonido y su caminar. Sin borrar la sonrisa, se giró para mirar a su colega guardia y esperando que éste continuara:
—Asesino. Condenado a quince años. Primera vez. Está muy tiernito.
—No les quites el ojo a ninguno de estos —caminó hacia la salida, sin alcanzar a escuchar los silbidos y gritos de pena que habían realizado los presos.
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࿔Tiempo Atrás༅
Wang Yibo regresaba de otro día más de su jodida vida laboral. Pero ese día era el peor de todos: Había sido despedido.
Las últimas semanas habían estado haciendo recorte de personal en la empresa debido al bajo movimiento económico de la misma. Muchos de sus colegas habían sido despedidos al menor descuido, ya sea porque llegaron tarde o no realizaron su registro con puntualidad, o porque se habían equivocado en el empacamiento.
El error que había cometido Wang aquel día, fue equivocarse en el lote de piezas empacado, dando a la empresa un serio problema de producción.
Suspiró cuando el colectivo se detuvo y luchó contra la marea de gente que intentaba descender y ascender. Casi nunca le tocaban horas pico. Por lo regular, entraba y salía de trabajar cuando la mayoría de personas dormían. Jamás creyó que estar rodeado de gente le pondría de peor humor.
