El día de la excursión era hoy, y aunque no había dormido nada bien (sino es que nada) había decidido que venir sería lo mejor. Aunque tenía que admitir que la idea de quedarme en cama toda la mañana había sido horrorosamente tentadora, pero gracias a un momento de compostura me levanté de la cama, de mala gana, y me preparé. Después de todo la excursión era una actividad obligatoria y si faltaba seguramente me abrían dejado tarea extras y un montón de cosas más.
Antes de salir de casa había evitado a toda costa ver mi reflejo. Verme seguramente habría resultado deprimente ¿Por qué? Pues porque estaba casi seguro de que tenía ojeras, estaba terriblemente pálido y ni siquiera me había molestado en peinarme decentemente. Seguramente tenía el aspecto de un cadáver caminante, cosa que habría sido genial... pero en Halloween.
—¡Chicos!— Gritó la directora, mientras hacia un esfuerzo por mantener a los demás alumnos en una fila ordenada —Necesito su colaboración, hagan una fila y tengan en mano su permiso firmado.
Saqué el permiso de mi mochila y con los dedos trate de alisarlo; lo había metido de mala gana y por eso estaba tan arrugado. En otras circunstancias me habría causado pena mostrar el permiso en tal estado pero hoy no tenía ganas de sentirme apenado, ni de caminar, ni de pestañar...
—Señor Midoriya —Escuché que dijo la directora, mientras me observaba con impaciencia — Es su turno.
Estaba tan despistado que no me había dado cuenta de que la fila ya había avanzado y yo me había quedado allí parado, haciendo que los demás se retrasaran.
—¡Sí! — Dije mientras caminaba rápido hasta donde se encontraba, ofreciéndole el permiso arrugado.
Ella solo lo observó por unos instantes y luego me lo regresó.
—Puede subir — Dijo, mientras le hacía señales a otro chico.
Subí al bus escolar.
—¡Buenos días! — Chilló con alegría el chofer mientras yo entraba al bus.
Tenía un aspecto amigable, cabello canoso y no muy abundante, ojos negros y una sonrisa amplia llena de arrugas.
—Buenos días —Le respondí, tratando de copiar su sonrisa, aunque estaba claro que no lo había logrado.
Me detuve un momento para ver qué lugar estaba vacío. No tenía ganas de sentarme al lado de Eijiro, o de Toga, o de algún otro ser vivo capaz de hablar, excepto Kachan el gangster de mal carácter... tal vez, pero no estaba. ¿Se iba a ir en otro bus?
Terminé sentándome al final, y puse mi mochila al lado para que nadie más se sentara a mi lado. Saqué mi Ipod y luego tomé mis audífonos, los desenredé tanto como pude y los metí en mis odios. Elegí una canción subiéndole todo el volumen al Ipod. Lo único que hice fue ver la carretera,
mientras nos alejábamos cada vez más del instituto directo al parque nacional de Nikkō.Según había escuchado el parque Nikko era un lugar agradable, con varias manzanas llenas de vegetación, pequeños riachuelos de agua cristalina, bosques fríos y húmedos, y uno que otro animal salvaje. Pero el invierno apenas estaba acabando, así que la vegetación estaría congelada, los riachuelos tendrían agua medio escarchada o medio fría, los bosques helados y húmedos serian un infierno congelado y los animales salvajes estarían ocultos hibernando. ¿Era genial no? todo el mundo preferiría ir a Nikkō en lugar de quedarse en su cama, viendo tv, con chocolate caliente, cobijas acolchonadas y un par de almohadas. Sí eso era mejor ¿verdad? ¿VERDAD?
—Llegamos —Dijo el chofer mientras las puertas del bus rechinando se abrían.
Después de pasar sentado una hora entera me puse de pie con un poco más de ánimo y me bajé del bus. Habíamos sido el último bus que llegaba, por lo tanto todos los demás nos esperaban exclusivamente a nosotros. Cuando llegamos nos hicieron juntar por clases.
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¡Maldito Gangster! Katsudeku
RandomIzuku un chico de 17 años, se acaba de mudar a Japón para empezar una nueva vida. Toda la gente es muy amable, excepto alguien. Por azares del destino se tropieza con Katsuki, un chico con una personalidad muy poco amistosa, quien es la única person...