Capítulo 10

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Naruto sujetó con fuerza el cuerpo temblando y retorciéndose entre sus brazos, intentando transmitirle algo de apoyo o de consuelo. Cuando Sasuke al fin pareció relajarse un poco, lo sintió como peso muerto sobre él, respirando pesadamente y aún sujetándose el hombro donde esa extraña marca había aparecido.

Le acarició la espalda en círculos, sintiendo su piel fría y sus músculos tensos. Su otra mano la enredó en su cabello, acunándolo contra sí. De repente, los brazos del pelinegro cayeron a sus costados, como si hubiera perdido toda la fuerza en ellos. El rubio entonces lo cogió con suavidad por los hombros y lo apartó de sí para poder verlo. Estaba pálido, más que una hoja de papel. El hermoso rubor que hacía apenas minutos atrás cubría sus mejillas se había esfumado, al igual que en su mirada solo podía identificar dolor. Ojos rojos como la sangre lo miraban, la lujuria que antes reflejaban siendo reemplazada por irises escarlata donde unas marcas con forma de comas giraban alrededor de la pupila.

Había activado su sharingan sin querer, como una especie de mecanismo de defensa. El rubio acunó su rostro entre sus manos, la preocupación tiñendo sus ojos color cielo. Sasuke lo miró con ojos entreabiertos, sintiendo dificultad para enfocarlos.

— ¿Amor? —intentó llamarlo, su mirada enfocada directo en sus pupilas.

—Na-Naruto...—murmuró, sintiéndose completamente exhausto.

—Estoy contigo. —susurró y lo acurrucó contra sí, profunda preocupación e incertidumbre invadiendo cada célula de su cuerpo.


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—Son tres comas negras con las puntitas hacia afuera. —comentó el rubio Namikaze, examinando el hombro de su novio con atención. —Es como una marca de destinados.

—Deja de decir estupideces y tómale una foto de una maldita vez para poder verlo. —exclamó el Uchiha con un gruñido, sin el más mínimo resquicio de paciencia.

No tenía sentido decir que la marca que había aparecido en su hombro era de almas gemelas, puesto que él ya tenía la suya en la palma de su mano izquierda. Además, dichas marcas, en el caso de no haber nacido con ellas, solo aparecían al momento de conocer a tu alma gemela y no en ninguna otra ocasión.

—Ya voy, ya voy. —murmuró el rubio, levantándose del sofá en busca de su teléfono celular. Para su suerte, su compañero estaba tan distraído por lo que acababa de pasar que se olvidó momentáneamente de su pie herido y no lo retó por levantarse.

Una vez hubo encontrado su móvil, regresó con Sasuke y le tomó una foto a su hombro para luego mostrársela. El Uchiha frunció el ceño y se llevó la mano la piel aún sensible donde había aparecido el dichoso patrón.

—Lo he visto antes. —murmuró con voz seria.

— ¿En serio? —esto llamó la atención de Naruto. — ¿Dónde?

El pelinegro apretó los labios y apartó su mirada de la pantalla, recostando su espalda en el mullido sofá.

—No estoy seguro. Yo... no puedo recordar.

Un mal presentimiento se instaló en el estómago del Namikaze, uno que probablemente el Uchiha también había percibido. Su corazón galopó inquieto contra sus costillas, llenándole el pecho de incertidumbre y malestar.

Esto tenía que ver con sus vidas anteriores, ¿cierto? Tenía que ver con el motivo por el cual Naruto se había visto orillado a arrebatarle la vida a su eterno amor. Motivo que seguía sin poder rememorar, cabía recalcar.

Todavía le parecía irreal lo que Sasuke le había dicho en el techo del instituto. ¿Qué tendría que haber pasado para que creyera que esa era la única solución? De no ser por la reacción del ojinegro y por el hecho de que habían pasado mil años reencarnando y sin encontrarse, no se lo hubiera creído.

Almas ancestrales: Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora