18. Especial: Inicios (parte 2)

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En un mundo donde todos nacen con un alma destinada a acompañarlos por el resto de la vida, todos esperan conocer algún día a su alma gemela.

Almas gemelas hay de muchos tipos, y hay más de una forma de identificarlas, pero existe un par de almas que fueron las primeras en enlazarse al inicio de los tiempos. Aquellas que son dos partes de una misma alma, como las fuerzas del yin y el yang. Las almas del sol y la luna.

Cuenta la leyenda que ambas almas se amaban tanto que renunciaron a su inmortalidad para reencarnar eternamente como humanos con la esperanza de, en cada nueva vida, poder estar juntas.

Pero, ¿es esta historia en verdad tal y como la conocen actualmente? ¿O hay algo más allá de lo que cuentan las leyendas?

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Especial: Inicios (parte 2)

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Le tomó un siglo aproximadamente volver a animarse a escabullirse entre los seres terrestres.

Aquella villa que había observado de lejos hacía tantos años ya no existía como tal, ahora solo quedaban unos pocos de los descendientes de aquellas personas.

Los humanos no vivían mucho tiempo. La mayoría, si tenía suerte, llegaba a vivir unos treinta años. Muchos niños morían sin llegar a madurar debido a enfermedades, y las mujeres muchas veces no sobrevivían su primer parto. En este caso específico, una nueva enfermedad para la cual nadie estaba preparado acabó con la vida de al menos dos tercios de los habitantes del lugar. Los sobrevivientes, a pesar de sufrir su luto, parecían dispuestos a seguir adelante y reconstruir. Tal vez decidieran marcharse y comenzar de nuevo en otro lugar, pero el Sol no podía hacer más que especular. No leía mentes ni nada por el estilo, al fin y al cabo.

Viajó por todos los caminos que encontró, aventurándose por un lugar nuevo cada vez. Se mantuvo a una distancia prudente de los humanos, pero los espiaba de vez en cuando si le ganaba la curiosidad.

Siempre regresaba a su puesto antes del anochecer, con renuencia. El impulso de quedarse y que la Luna volviera a bajar aunque fuera para regañarlo era grande, pero lo venció cada vez. Hasta aquel día. Aquel día no pudo resistirse y esperó el anochecer. Lo que lo tomó por sorpresa fue notar que la Luna ya estaba ahí, esperándolo.

—Harás las cosas difíciles, ¿no es cierto? —le dijo, mirándolo a los ojos con esas piscinas tan oscuras como el cielo nocturno.

—Estabas esperándome. —murmuró el Sol, haciendo caso omiso a sus palabras.

Se miraron en silencio durante unos segundos que parecieron eternos.

—No deberías estar aquí. —la Luna retomó la discusión de aquella vez, su inexpresivo rostro haciendo juego con la monotonía de su voz.

—Tú tampoco.

El pelinegro no le contestó.

Entonces, el Sol se acercó. Estiró su mano y tomó la del contrario esta vez sin que hubiera ningún intento de apartarse por parte del pelinegro. Al tocarlo, sintió como si toda su existencia la hubiera vivido solo esperando por este momento. Fue como si las piezas del rompecabezas encajaran a la perfección, como si este fuera el verdadero motivo por el cual estaba vivo.

Sin pensarlo dos veces, le dio a su mano un apretón y lo jaló consigo, comenzando a guiarlo, caminando en dirección al bosque.

—Ven conmigo, te mostraré todo lo que he visto. —le dijo con una sonrisa, instándolo a seguirlo.

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⏰ Última actualización: Apr 19, 2022 ⏰

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Almas ancestrales: Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora