Bajó del automóvil y entró en la comisaría. Al verlo, un policía asistente, se levantó de su asiento y con una firme voz preguntó:
- ¿Guillermo Veliz?
- Sí.
- Sigame.
El doctor siguió al hombre a una habitación, en donde esperó sólo por unos diez minutos hasta que llegaron dos sujetos robustos que se presentaron como detectives de la muerte del paciente Roy Cruddlett y el suicidio de otra joven, Rivers. Entró en shock, no lo podía creer. Dos muertes en un mismo día.
Los detectives interrogaron al doctor por la muerte de Cruddlett pero sus respuestas no diferenciaban de las anteriores. Luego le realizaron unas pares de preguntas sobre la mujer y lo dejaron ir.
- ¿Cómo saben que se suicidó?
- Dejó una nota... Aquí la tiene, es dirigida a usted.
La agarró y la dobló para guardarla en su bolsillo, no pensaba leerla frente a ellos. Salió de la comisaría y comenzó a caminar hasta toparse con una plazoleta, en donde decidió sentarse para sentirse menos miserable. Se sentó en uno de esos bancos en donde caben tres personas, bajo un árbol para resguardarse del sol y junto a los juegos para observar a los alegres niños divertirse.
Pasó una hora y recordó la nota, la sacó de su bolsillo y comenzó a leerla detenidamente.
" Doctor Guillermo Veliz.
Cuando uno se encuentra agobiado ante una situación sin salida ¿qué hace? Crea una nueva. Capaz he tomado la decisión del cobarde pero no me arrepiento. Prefiero no vivir antes que vivir con un recuerdo que atormenta mi mente. Soy debíl, lo sé. Hay otras opciones y estoy al tanto de las mismas o estaba. Sin importar que ahora no me encuentre a su lado, sentí que antes de partir debía dejar en claro mis sentimientos por usted.
Soy consiente de que era una marioneta que bailaba al compás de su voz, y me alegro de haberlo hecho. Usted es capaz de conquistar a cualquier mujer pero le falta algo y solo pude darme cuenta de qué ahora que estoy por partir en un tren sin boleto de vuelta. Espero que alguna otra se lo haga notar. Le agradezco haberme tomado como su asistente y ahora que voy a dormir, se que no tendré que despertar para decirle las palabras que guardaba en mi pecho.
No quiero que este papel sea el único recuerdo que usted tenga de mí, así que le pido que lo queme luego de haberlo leído. Piense en mí, no como su asistente inestable si no como la mujer que lo ayudaba a dormir por las noches porque lo amaba hasta no poder más.
Nevada Rivers."
Guardó la nota nuevamente en su bolsillo y su mejilla se humedecio. Estaba lloviendo. Las mujeres corrían para llevarse a sus hijos a sus respectivas casas, mientras que el doctor sólo miraba las gotas de lluvia caer. Cuando la plazoleta quedó vacía, parecía un desierto húmedo, traía paz pero era deprimente a la vez. Guillermo se paró de su asiento y se dirigió a la avenida más cercana para tomar otro taxi. Estaba empapado y lo único que deseaba ahora era llegar a su penthouse para recostarse en su cama y despejar las nubes en su mente.
Mientras que el taxi se dirigía a su hogar, pasaron por el hospital en donde se encontraba Clarissa, así que paró el vehículo y se bajó ahí. Desde la distancia el doctor podía ver una figura esbelta y femenina mojandose en la lluvia. Era la única y estaba absorta en su propio mundo. Èl se dirigió a la puerta pero no entró porque la persona que buscaba estaba a su lado. Entonces, pusó su abrigo sobre ella para evitar que se siguiera mojando. No quería que se resfriara.
- Amo la lluvia. Uno puede llorar con tranquilidad porque las gotas de agua se llevan tus lágrimas.
- Lástima que no hacen lo mismo con los recuerdos...
Clarissa se dió vuelta y pudo ver como los ojos del doctor estaban más vidriosos que nunca. Detrás de ese color verde, fluía tristeza en vez de esperanza. Así que la muchacha se acercó a él. Se metió entre sus brazos para darle un cálido abrazo aunque la ropa del hombre terminó húmeda.
- Se que es inoportuno doctor, pero sus ojos gritaban por un abrazo como los míos.
- Tranquila. Esto es lo que necesitaba.
Ambos estuvieron abrazados bajo la lluvia. Ahora se entendían más que antes.
- Clarissa, mejor entremos antes de que alguien nos vea. No quiero que mal piensen.