|2| Sobrevivir

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Misión: Sobre vive.

Claro, si puedes.

Horas antes

Savannah, Georgia

Perú

Segundos escasos pasaron luego de la tercera explosión, tiempo que se convirtió en suficiente para que solo vea caos alrededor. La gente gritaba, con heridas en la cabeza, en las manos, en los brazos, muchos más inconscientes que otros por algo que, yo por lo menos, aún no entendía en su totalidad. 

Todo era un caos, la muchedumbre se juntaba, se empujaba, muchos caían, e incluso entonces, aunque fueran aplastados de tal modo en el que diría que les partirían los huesos, se arrastraban como muertos saliendo de sus tumbas con el fin de no ahogarse.

Por reflejo, me di vuelta y le grité al camarógrafo que subiera a la camioneta. Salir de este lugar y evacuar a quienes pudiéramos me resultaba primordial, sin importar la confusión misma en la que me encontraba; sin embargo, en el instante en el que me di vuelta observé como una persona se le lanzaba encima con una violencia incontenible.

¡Qué demonios le pasa! —grité, acercándome al lugar en donde estaban peleando el camarógrafo y el desconocido. 

Escuché un grito adolorido por parte del otro. Vi perfectamente cuando el hombre lo mordió, como si fuera un animal, completamente fuera de sí. 

El hombre se fue corriendo luego de su acto, dejando a mi compañero atrás y le grité aunque ya no pudiera divisarlo. Me acerqué lo más rápido que pude para ayudarlo cuando empezó a retorcerse en el suelo, tan terriblemente como un gusano en un anzuelo; su piel se volvía pálida, sus venas resaltaban, sangraba por la boca y por los ojos. Retrocedí. Me di la vuelta y entre a la camioneta; el conductor ya no estaba.

A ver, Perú, tú puedes manejar esto —me dije, mientras arrancaba la camioneta. 

Repasé en mi memoria hasta el último archivo que me entregaron, buscando en ella los centros de evacuación de la CEDA. 

El auto se encendió, dándome luz verde para empezar. 

—Nadie necesita las malditas licencias de conducir.  

Aceleró, si no se apuraba no llegaría a tiempo a la evacuación. Todas las personas ya habían sido informadas de los puntos de evacuación, pero no todos tenían la intención de salir de sus casas y exponer a sus familias.

Hasta donde se sabía —aunque no hubiera duda de que ello, en realismo, era casi insignificante—, la Gripe Verde era altamente contagiosa, se transmitía tanto por aire como, en el peor caso, por contacto directo. La mordida, en este caso, era el peor de los casos. Los infectados actuaban de forma violenta y, hasta donde ella había podido leer, la CEDA lo había relacionado con la rabia. Una mutación de ella, en la que las personas mordían, mataban y no se sepa qué más.

Perú aún se estaba forzando a recordar toda la información que le habían entregado, se sentía estúpida por no darse cuenta de que aquella enfermedad era mucho más seria de lo que decían, y es que todo apuntaba a una sola cosa que ella aún se negaba a creer.

Centros de evacuación, casos de violencia, cuarentena, una maldita mutación de la rabia...

Se encontraba perdida en sus pensamientos, recordando hasta el último dato que en su memoria quedaba cuando se dio cuenta del cúmulo de autos al frente suyo. Frenó abruptamente, justo antes de chocar.

—Carajo... 

La definición del caos estaba frente suyo. 

La vía principal estaba atesta, con vehículos volcados y signos de frenos abruptos y malos finales. Pequeños hilos de humo salían, anticipando explosiones que empeoraban el estado de desespero. Al cielo lo oscurecía la niebla, y el atardecer parecía un incendio sofocante.

Familias enteras, hombres, mujeres, niños. 

La cabeza le dolió, le ardió con fuerza. 

La primera opción que tomó fue apagar el auto, cerrar con llave las puertas y subir las ventanas, quitó las llaves de su cerradura y fue a la parte trasera, al lugar en donde estaban todos los papeles e información de los lugares de evacuación. Se memorizaría todo lo que podía y saldría de ahí. 

Las películas le estaban funcionando, irónicamente. 

En realidad no, pero su vida entera se había basado en una pequeña obsesión por investigar incluso aquello que se alejara mil pasos de su carrera. Tal vez por eso seguía con vida, tal vez no. Su vida nunca se había reducido o regido a solo leer: el impulso de su difunto padre al entrenamiento físico fue, durante su presencia, constante. Aunque nunca fue buena en ello.

Se susurró a sí misma su plan, mientras se ponía una chaqueta roja y se acomodaba las zapatillas. 

Por suerte, había llevado ropa de repuesto a la mano, de lo contrario tendría que haber corrido varios kilómetros con tacones. 

Tenía que apurarse, los "muertos vivientes" o "zombies" como ya eran denominados por las personas que seguían con el equilibrio en la cabeza, no tardarían en infestar las calles. Tenía puesta ya su chaqueta y su mascarilla, tomo su celular y una pequeña tijera que había, pequeña, pero con un filo alarmante. Salió lo más rápido que pudo de la camioneta, importándole poco como fuera a terminar.

Corría, igual que muchas otras personas, a dónde la llevase Dios, a ella, era la duda que le corroía el estómago; pero... 

¿Qué se suponía debía hacer, qué haría quien sea, al ver a una madre con un niño en brazos?

No pudo evitarlo, se acercó corriendo, intentando en vano calmar a la mujer, diciéndole que ella la ayudaría, que estaría bien; mientras la mujer no detenía el llano y se aferraba más al cuerpo del niño. Se acercó más, cuando se detuvo al ver que la mujer empezaba a llorar sangre. 

Señora, entrégueme al bebé...habló, controlando su tono, pero la mujer se negaba a dárselo mientras hipaba—. Por favor, entréguemelo. Estará bien... —La señora reaccionó y se lo entregó con cautela, e incluso entonces, algo no andaba bien. 



El bebé estaba muerto.

24/05/21

MADE TO DIE [TodosxPerú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora