Park JiMin era el Emperador Consorte perfecto en todos los sentidos: inteligente, valiente y sociable. Era amable con los súbditos y devoto de su marido. Se conformaba con vivir el resto de sus días como el sabio emperador consorte del Imperio de Or...
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TaeHyung parecía ajeno a la reacción que habían causado sus palabras. Bajó la cabeza y observó débilmente el suelo, pero no fueron sus accidentales palabras las que causaron su tristeza.
Jeon le lanzó una reprensión silenciosa a la Vizcondesa Yewon quien se encontraba cerca. No obstante, ella negó con la cabeza. No hablaba con TaeHyung a menudo, mucho menos tenía conversaciones en profundidad con él, por lo tanto, no tuvo oportunidad de decirle que su bebé no podía ser de la realeza, e incluso si se lo hubiera dicho, considerarían que estaba provocando a TaeHyung.
Ese era el caso para la dama de compañía. Sin embargo, Jeon, no tenía tal excusa.
Reacio a seguir tratando ese tema frente a los nobles, Jeon intentó llevarse a TaeHyung lejos del sofá.
"TaeHyung, ponte de pie."
Él fue traído de vuelta a la realidad, y lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
"Su Majestad..."
"Volvamos."
"Oh, Tae está bien, Su Majestad. Puedo manejarlo."
"Vámonos."
"No quiero huir, Su Majestad. Tae puede superarlo."
Jeon estaba en un aprieto. Lo primero que aprendían los jóvenes nobles al hacer su debut en la sociedad era a tragarse su orgullo y retroceder. Podrían estar en lo más alto de su jerarquía en sus casas y propiedades, pero al entrar en la alta sociedad, eran lanzados a una situación en la que todos los demás eran más ricos, de posición más alta, y más poderosos. Lo mismo ocurría incluso con la descendencia de un duque, y solo la familia imperial era la excepción a esta cadena alimenticia.
Sin embargo, TaeHyung no sabía nada de la aristocracia, y como resultado, testarudamente intentó preservar su orgullo, dejando a Jeon en un dilema.
Él caminó delante de TaeHyung, con una mirada firme indicándole que debía seguirlo. Solo entonces se dio cuenta de que él no iba a apaciguarlo. Parecía querer decirle algo que no podía expresar en público.
Así que lo siguió apurado.
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