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La vuelta a Francia le había costado más oro del que poseía, había corrido de un lado a otro hasta que finalmente se decidió por volver a Marsella a cooperar con su padre en el negocio agrícola hasta que todo más o menos pasara y pudiera dejar la tierra para internarse en el mar y buscar información del Capitán Rogers, había escuchado el nombre en alguna taberna antes de resignarse ante el llamado de su burgués padre, no tardó en saber que era él de quién hablaba, la forma de describir su actitud, su postura, su forma de intimidar a los demás, la forma en que mantenía el silencio a su alrededor cuando entraba a algún lugar, había visto eso de cerca cuando el navío del joven capitán había anclado en aquel puerto, había espiado cada gesto del hombre desde que bajó a tierra y entró a la mugrosa taberna.

El camino a casa fue largo y peligroso, tomando caminos que ni siquiera existían, casi perdiéndose siguiendo un montón de esclavos que escapaban de sus amos, ellos no tuvieron peros ante su pedido de ayuda, el capitán había tenido razón uno de los imbéciles blancos había escapado de alguna forma de los piratas y con él, un montón más habían llegado minutos más tarde de que el navío partiera, no tuvo más remedio que huir cuando vio al mal nacido con vida liderando una tropa de blancos buscandolo.

No se arrepentía de su decisión, después de todo no era bienvenido por la tripulación del capitán Rogers.

Sin embargo sabía que su desobediencia quizás no le hacía gracia al capitán, había aprovechado su indefenso estado para escapar de él y todas las promesas de felicidad que esos profundos ojos le profesaron en apenas unos minutos, él mismo había hablado demás antes de que el hombre cayera inconsciente, probablemente él ni recordara lo que había dicho, siendo sincero, no esperaba que el rubio aún lo recordara, después de todo había estado ebrio, herido y finalmente inconsciente, tampoco era tan guapo como para causar un gran impacto en nadie.

Con él en mente decidió acabar el viaje hacia a casa, no tuvo una cálida bienvenida sin embargo su padre estaba orgulloso de él por haber dejado su pasado pirata atrás, ahora robaba con un permiso del Rey lo cual no tenía maldito sentido ni tampoco diferencia a lo que hacía antes, le sorprendía lo idiota que su padre era a veces, no entendía cómo incluso habían distintos rangos de ladrones ahora. Incluso le parecía más noble ser pirata, ellos no hacían tanto daño a los pobres nativos conquistados como los malditos corsarios, odiaba el maldito título pero no había quedado más opción después que su padre lo encontró, pero en ese entonces aún era un crío y ahora tenía la libertad de decidir si se le pegaba la gana no volver más a esa maldita granja de porquería que estaba cayéndose a pedazos.

Observó hacia nada en específico desde la ventana de su cuarto, todo era tan aburrido y monótono en tierra, tenía más trabajo con su padre sin embargo y no sabía si aquello le aliviaba o le molestaba, apenas podía acatar órdenes de su antiguo capitán, no soportaba a su padre mandandolo todo el tiempo, ellos no trabajaban la tierra, sólo eran dueños sin embargo había toneladas de papeleo y trámites inútiles que hacer, le fastidiaba la vida burgués al punto de querer colgarse de un maldito árbol, sin embargo se calmó con el tiempo.

Aún estaba en problemas, su padre no tenía maldita idea de que ya no era un respetable corsario si no un traidor de la corona y que era asociado con los caballeros de plata, comúnmente llamados piratas, tenía un historial que probaba sus anteriores fechorías y eso sólo agregaba más penas a su sentencia, probablemente lo colgarían si lo encontraban pero su padre no sabía eso por lo tanto no tenía idea que iba a morir de ansiedad si lo enviaba a hacer un papeleo al centro del pueblo.

Por lo tanto su padre lo envió. Y ahora mismo estaba de espaldas en un callejón intentando escapar de los ojos de las patrullas que cruzaron frente a él ignorando su presencia, ni lento ni perezoso se movió entre los caballos y caballeros con velocidad hasta entrar en la oficina, arregló su traje con fastidio golpeando la campana de la secretaria que lo ignoraba deliberadamente, ella resopló volteando a verlo, él subió una sola ceja con curiosidad mientras ella derrepente le sonreía ampliamente como si hubiera visto un jodido sol frente a ella, carraspeó llamando su atención y entregando los papeles que mantenía rectos en su mano, ella hojeo con cuidado mirando intermitentemente al joven pelinegro que evitaba verla y contener sus ganas de gritarle que se apresure.

Black Pearl (Harryley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora