Capítulo 5

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Agelus vestri ventus

Anabella

Me siento mal, no entiendo como es posible que me duela tanto la cara. Abro lentamente los ojos para encontrarme con unos ojos azules como el cielo, cabello negro como la noche, piel blanca que parece nieve, el olor es increíble, no es una fragancia fuerte, pero tan poco muy dulce, con un toque de tabaco. No siempre me ha gustado, pero ahora lo disfruto. Cuerpo atlético, cómo lo sé, es obvio por su fuerza y que es como si cargara una pluma. No lo conozco, pero Patri diría "mirar no es un pecado y no tocarlo lo sería". Hundo mi cara en su duro pecho y su calor mezclado con su colonia y el tabaco hacen una explosión en mi sistema. 

Espero no estar en el cielo, pero si lo estoy es una hermosa vista que no quiero perder. 

- No estas en el cielo.- Yo y mi bocota. 

- ¿Eres un ángel?- Pregunto, pero inmediatamente me sonrojo.

- No, no soy un ángel...- Dice con una diminuta sonrisa. 

- ¿Entonces eres un dios?...- Pregunta mi enorme bocota. 

- No, tampoco soy un... 

- ¿Entonces eres un demonio?.- Interrumpo su respuesta. 

- Algo así...

Levanto la cabeza rápidamente mientras el suelta una carcajada.

- ¿Enserio?- Mi sorpresa es más que evidente. 

- No, Anto, no soy un ángel, ni un dios, ni un demonio. 

- ¿Anto? 

- Ya déjate de payasadas Antonella...

- Otra vez con lo mismo.- Digo ya cansada de la misma discusión poniendo los ojos en blanco.- Ya te dije que te equivocaste de castaña. 

- Ya Anto no vamos a seguir discutiendo...

- Pues de malas, porque a mí me encanta discutir.

Abrió la puerta dejándome en el suelo. Es un recibidor, pero es muy grande, amplio y me encanta la combinación de colores y hay una pequeña sala. Veo todo a mi alrededor y no me lo puedo creer, esto es un palacio. Sí, díganme exagerada, pero yo nunca había visto tanta belleza es hermoso. Es increíble...

- Siempre te quejas de que no es lo suficientemente grande.- Dice el chico cuando se pone a mi lado. 

Debo dejar de pensar en voz alta.

- Es raro porque es la primera vez que lo haces.- Dice un poco sorprendido. 

Que raro, siempre lo hago. 

- No, nunca hiciste eso.- Dice sorprendiéndome todavía más. 

¡Ya deja de pensar en voz alta!

 - Sí, deberías dejar de hacerlo...

Oh mierda.

- No digas groserías Antonella. 

Mejor dejo de pensar idioteces. 

- Opino lo mismo. 

Dice comenzando a caminar hasta que se encuentra con una mujer bastante mayor con ropa bastante cómoda. 

- Karen.- Dice acercándose a la mujer. 

- Dime mi niño...

- ¿Mis padres? 

- Están en la sala mi niño.- Responde con una hermosa y dulce sonrisa. 

- Gracias Nanita.- Dice en un tono serio y sin alguna expresión.  

- De nada mi niño.- Dice ella sin borrar la sonrisa de su cara, pero apenas me ve desaparece.- Niña Antonella.- Dice seria y con un tono frío. 

- Yo soy... 

- Mamá Papá.- Dice el idiota interrumpiendo mi respuesta.

- Aquí hijo.- Escucho la voz de una mujer que viene de una zona apartada de donde estamos. 

El idiota comienza a caminar mientras que yo me quedo en mi lugar viendo todo con cara de asombro, porque nunca había visto nada igual. 

- Antonella. ¿Qué esperas? Camina.- Me ordena y por una extraña razón le obedezco extrañada tal vez porque esta casa no es mía y ni idea de donde estoy. 

Comienzo a caminar detrás de él como perrito. Llegamos a una sala muy grande, mucho más grande que mi habitación. Los muebles a juego color blanco, sin ni una sola mancha. Cuadros que parecen valer más que mi vida, fotografías sobre una hermosa chimenea de ladrillos, un ventanal que da al patio que desde mi perspectiva es hermoso. El césped, los arbustos y hasta los arboles están perfectamente podados, las rosas blancas hermosas dan un lindo toque. Estaba tan concentrada en el hermoso paisaje que no me había percatado de las personas frente a mí. 

Frente a nosotros, una mujer como de unos 35 años, no muy alta, aunque este sentada no puedo distinguir muy bien. Es muy bonita. Su ropa, bueno, es más que obvio que vale 10 veces más de lo que vale la mía. Tiene un hermosos cabello castaño. Está leyendo por lo que veo unos documentos sin percatarse aún de nuestra presencia. 

Detrás de ella un hombre como de unos 40, bastante alto, frente al ventanal admirando el hermoso paisaje que regala su perfecto patio. Tiene el cabello negro, con algunos mechones blancos, tal vez por la edad, se ha quitado el saco mostrando sus brazos, de igual forma creo que su atuendo vale mucho más que mi armario completo, está de espaldas así que tampoco se percata de nosotros.

- Mamá, papá...- Dice el idiota junto a mí, aún con sin ninguna expresión en su perfecto rostro. 

- Dinos hijo.- Dice el hombre aún sin voltearse, su voz es dura y fría que hasta incluso a mí me causa terror.

- Es Antonella.

- ¿Qué pasa con Anto?- Pregunta la mujer sin levantar la mirada de sus papeles. 

- ¿Por qué no les cuentas lo que hiciste Antonella?- Dice como si estuviera cometiendo un delito federal. 

La señora levanta la mirada y vernos se horroriza y no entiendo el por qué de su expresión. 

- Hija, ¿Qué te pasó?- Dice la mujer y yo volteo a ver todas direcciones y me doy cuenta de que me habla a mí. Se levanta y deja lo que estaba haciendo porque ahora yo  llamó su atención. 

El hombre apenas escucha las palabras de su esposa voltea y tiene la misma cara que ella que es todo un poema. Ambos se acercan a nosotros muy preocupados. 

- Por Dios Antonella, ¿Quién te ha hecho eso?- Dice el señor intentando tocar mi rostro, pero retrocedo porque siguen siendo unos extraños para mí. 

- Disculpen, pero creo que se están equivocando de castaña, yo soy...

- Ella dice que ella no es Antonella, dice que se llama Anabella.- Dice el idiota este interrumpiéndome. 

- Antonella, no juegues así con tu madre.- Dice el hombre en un tono autoritario, para tratar de ocultar la tristeza.- ¿Dónde escuchaste ese nombre?

- ...

- ¡Respóndeme!- Grita haciendo que su hijo también se sobresalte al igual que yo al no escuchar mi respuesta.  

- Ese es mi nombre, señor, yo soy Anabella, Anabella Jensen.- Respondo asustada por su reacción. 

- ¿Anabella?- Dice la mujer que no se en qué momento comenzó a soltar lágrimas. 

- ¿Qué son esos gritos?- Dice alguien a espaldas nuestras. Volteo a ver de quién se trata.

Oh Por Dios... 

- Pero qué carajos...

Coram MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora