¿Donde estamos?

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Kai

Todo está oscuro, no veo nada, pero puedo escuchar lo que parece una respiración cerca de mi oído. Es una respiración entrecortada y fría, me congela en el sitio al sentirla.
El aire es húmedo y cargado, y lleva consigo un horrible olor a moho que me marea y me produce náuseas.

Mi vista se va acostumbrado al lugar poco a poco y paso de ver un paisaje completamente negro a darme cuenta de que estoy en una especie de bosque de árboles gigantescos, verdes y amenazadores. La luna brilla en el cielo, haciendo que su luz blanca se cuele a través de las hojas de los árboles.
Empiezo a mirar a todos lados, ¿cómo he llegado hasta aquí? Solo recuerdo estar frente a aquel cadáver frío y luego...todo borroso.
Me percato del silencio sepulcral que se extiende en el bosque y algo nervioso comienzo a caminar buscando algún camino que me dé una idea de donde estoy.

Tras un largo rato caminando a lo lejos veo una figura femenina en el suelo, su cabello rubio me es familiar y corro hacia ella.

-¡¿Talya estás bien?!-. Digo al encontrarla tendida en el suelo con los ojos cerrados mientras la zarandeo de lado a lado esperando que reaccione.

Ella despierta de golpe y abre mucho los ojos mientras busca aire para respirar con normalidad. Al instante hace una mueca de asco, seguramente acaba de sentir el hedor del lugar pues tras esa mueca arruga la nariz y me mira confusa.

-¿Qué coño ha pasado?-. Me suelta en su tono hostil y molesto habitual.

-No lo sé, estoy tan perdido como tú Talya, pero algo me dice que tenemos que movernos-. La ayudo a levantarse y cuando está en pie aparta mi mano de un manotazo brusco y sacude su ropa para luego empezar a caminar. Yo la sigo, esperando que lo cabezota que es nos lleve a algún lugar parecido a una salida.

Después de un rato estamos donde empezamos, pero el aire se siente más cargado y helador que antes, mucho más.

-¿Soy yo o esto está distinto?-. Dijo Talya señalando unos árboles que estaban empezando a dejar ver una niebla blanca y espesa.

-Juraría que no estaba...-. Solté mientras me acercaba hacia aquella niebla con mi compañera detrás, que empezaba a tiritar.
Cuando llegamos a la altura de la niebla miré hacia arriba esperando encontrar la procedencia de aquello, y lo que vi me dejó confuso, asustado y de un color pálido inhumano y aterrador.

Talya extrañada me zarandeo un poco y miró hacia arriba como lo había hecho yo, también palideció y se llevó una mano a la boca, probablemente aterrorizada.

Una silueta femenina y joven se encontraba justo encima de nosotros, camuflada levemente entre la niebla. Todo su cuerpo era de un color azulado translúcido, su cabello era oscuro y corto, y llevaba puesto un camisón blanco victoriano y largo, iba descalza y estaba empezando a acercarse a nosotros flotando de manera elegante.
Cuando llegó hasta nosotros ambos retrocedimos por instinto y entonces la silueta sonrió y nos susurró con una melodiosa y calmada voz.

-Bienvenidos Brujos, seguidme y os guiaré hasta vuestro destino-. Y acto seguido empezó a flotar en una dirección que no habíamos probado antes por extraño que parezca.

Talya y yo nos miramos y luego miramos a la joven, en ese intercambio de miradas lo dejamos todo claro, si queríamos encontrar algo debíamos seguirla. Y eso hicimos, la seguimos a paso ligero, pues ella era bastante veloz flotando por todas partes.

Tras andar caminando un tiempo y cuando siento que mis extremidades van a terminar de congelarse y destrozarse en pedacitos la mujer se da la vuelta y nos mira.

-Hemos llegado jovencitos, ahora es vuestro momento de aceptar el destino de un Brujo y liberar el alma que habéis traído para que El Amo os recompense-. Soltó sin dejar de mirarnos ni un segundo, dicho esto se apartó y pudimos observar que tras ella había estado el cuerpo de Heckins, pálido e inerte.

Lo que susurra el viento heladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora